Condiciones para reconocer un estado Palestino

 

ENRIQUE NAVARRO/GRUPO DE ESTUDIOS ESTRATEGICOS

Después de la toma de posición en la Asamblea General de Naciones Unidas de los principales actores en la caldera de Oriente Medio, es hora de analizar por qué los palestinos no van a tener un estado a corto plazo; es decir por qué no se dan las condiciones para ser reconocidos por la comunidad internacional como miembro de pleno derecho.

Existen en principio dos razones objetivas; por una parte se trata de un estado no democrático, y en el mundo que vivimos la comunidad internacional no debería reconocer estados donde la democracia y el respeto a los derechos humanos no sean principios básicos de su convivencia; este principio general ya hace imposible que en este momento los palestinos debieran obtener este reconocimiento internacional; la segunda causa es que mantienen un conflicto con Israel al que acusan de invasor de sus territorios nacionales y con el que están en estado de guerra, negándose a reconocer la propia existencia del estado de Israel como hogar de la nación judía; porque esto y no otra cosa, puede ser Israel. Un avance significativo en estos dos aspectos debería ser condición inexcusable para avanzar en un proceso de reconocimiento del estado palestino.

Como el nuevo estado de Palestina se ha de asentar sobre territorios hoy ocupados por Israel, y como existe un conflicto bélico entre ambas partes; debe ser condición inexcusable un acuerdo previo de paz y de delimitación de territorios entre las partes.

Alguien podría pensar que Israel no quiere este proceso de paz para perpetuar su actual existencia con los territorios que hoy están bajo control; pero no hay nadie más interesado en la paz que los que son constantemente atacados por las células terroristas que forman el gobierno de Palestina, especialmente en la franja de Gaza. Como señalaba el primer ministro Netanyahu en su discurso en Naciones Unidas, Israel está decidido a aceptar grandes penalidades al tener que renunciar al territorio tan unido a la tradición del pueblo judío por la paz.

Pero también Israel tiene motivos para desconfiar de la voluntad de paz de los palestinos; por una parte estos se niegan a reconocer a Israel como patria de los judíos; además mantienen el ideario de Yasir Arafat que lo heredó de su tío el Gran Muftí de Jerusalén durante los años treinta y cuarenta; fiel aliado del nazismo e impulsor y brazo ejecutor del holocausto judío en Palestina; recordemos que trató de convencer a su amigo Hitler de bombardear Tel Aviv para eliminar a todo el pueblo judío. Con estos antecedentes, y viendo que las actitudes continúan setenta años después, los judíos tienen también motivos para la desconfianza frente a la voluntad de paz de los palestinos. En una entrevista Arafat en 2002, calificaba a Amin al Husayni, su tío, como “nuestro héroe”, sesenta años después de haber creado personalmente una división de las SS.

Ante este escenario, otro actor en la jugada, Ahmanideyad, jefe del estado virtual de Hizbulla en el Líbano y en la franja de Gaza, sigue clamando por la exterminación del pueblo judío; niega el holocausto dando continuidad a las tesis del tío de Arafat y además prepara en la cocina un arsenal nuclear mientras que fabrica los cohete que desde Gaza se arrojan a los colegios en la zona sur de Israel.

Seguridad es la palabra clave de todo este proceso. No podrá haber paz mientras que los habitantes de Israel y de Palestina se sientan seguros, y todavía estamos muy lejos de conseguirlo.

En las actuales condiciones un reconocimiento prematuro del estado palestino, convertiría a un lanzamiento de un cohete en un acto de guerra dando legitimidad al estado de Israel para autodefenderse, abriendo el camino a una quinta guerra árabe israelí, que nadie pretende.

En cualquier caso, somos conscientes que los palestinos alcanzarán su estado cuando todavía no se den las plenas condiciones, y ante estas premisas deben adoptarse medidas en la comunidad internacional que aseguren a Israel su supervivencia hasta que las generaciones futuras aprendan a convivir en paz.

Por una parte, los países árabes deberían reconocer el estado de Israel, su derecho a existir como patria de los judíos; asegurar sus fronteras y fomentar el comercio regional; lo que debería ser normal en cualquier otro lado. Egipto debería asegurar su frontera con Israel y con palestina con el retorno del ejército y la policía a las fronteras y promoviendo acuerdos de colaboración fronteriza con las fuerzas de seguridad de Israel. Igual situación debería producirse con Jordania y con Siria. En Líbano la situación es más compleja ante un gobierno de facto de Hizbulla enmascarado entre las fuerzas de Naciones Unidas. Tendrá que pasar mucho tiempo antes de que la frontera norte de Israel sea un lugar de paso y no de aislamiento.

Por otra parte, los países de la Alianza Atlántica deben garantizar la seguridad y el derecho de defensa de Israel con la firma de un acuerdo de defensa colectiva, con la aplicación del artículo V del Tratado; no hay ninguna razón objetiva para que Israel no deba formar parte de la comunidad occidental de defensa y por tanto, todos contribuyamos a su defensa y seguridad.

La delimitación de territorios debe ser un trabajo sobre el terreno; donde ya se han producido avances muy significativos y que no debieran ser obstáculo para alcanzar un acuerdo de fronteras en muy corto plazo. El concepto de fronteras de 1967 no puede resultar válido, porque los hechos han hecho cambiar la situación de 1967 y hoy resulta imposible volver aquella delimitación que también fue producto de otra guerra. Lo que debería asegurarse podría ser el acuerdo de partición en términos de porcentaje; pero estoy seguro que éste no es el principal escollo para la Paz.

Jerusalén es otro punto de conflicto. Creo que para los judíos y árabes que viven en Jerusalén, una nueva partición de la ciudad será una mala noticia, pero a estas alturas ya parece imposible pensar en una Jerusalén unida bajo un gobierno judío palestino o bajo control de la comunidad internacional.

Para los cristianos, el libre acceso a los lugares santos que están en ambos lados de Jerusalén debería quedar garantizado, ya que también tenemos derechos que preservar los cristianos en dichos territorios.

En cualquier caso, Israel está dispuesto a negociar el asunto de Jerusalén, por lo que tampoco será obstáculo para la Paz; aunque me gustaría ver un referéndum de los habitantes de Jerusalén sobre la partición en la que árabes y judíos pudieran votar en confianza y libremente.

La actitud de España en este proceso ha sido tan oscura y con una ausencia de criterio que el ridículo es la expresión más suave que se puede aducir de la política del gobierno de Zapatero con este tema. Parece que en los últimos días el tema se ha reconducido a sus verdaderos principios; el apoyo a las actividades del Cuarteto y el impulso a la negociación entre judíos y palestinos; y dejar los juegos propalestinos a Erdogan y Ahmanediyad.

En cualquier caso y como bien señaló nuestra ministra, Israel es la patria de la nación judía, y además nuestro aliado en la región; por razones históricas, morales y culturales, Israel es parte de la comunidad occidental de naciones, y siempre deberá tener y ser tratado como miembro de esta comunidad; por tanto la equidistancia entre los actores no puede ser una política plausible. Por mucho que queramos un estado Palestino, y queramos la paz y la democracia en Oriente Medio; y por muy excelentes relaciones que tenga Occidente y España con los países Árabes, Israel siempre será uno de los nuestros.

 

 

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