KASIM HAFEEZ –SAFED-TZFAT-ZEFAT
En 2003, el entonces Presidente de Pakistán, Pervez Musharraf trató de volver a examinar la relación de su país, o su falta de ella, con Israel. Él se preguntó: “¿Tenemos que ser más palestinos que los propios palestinos?”
Con su nueva campaña de “Liberación”, parece que la Union Of Jewish Students (UJS o Unión de Estudiantes Judíos) ha decidido responder a esa pregunta con un rotundo “sí”. En lugar de ser un movimiento valiente que mira hacia delante, la cínica y vacua campaña de la UJS huele a cobardía extrema.
La realidad es que hay verdadero sentimiento antisemita y anti-Israel en los campus universitarios británicos. ¿Cómo puedo saber eso? Debido a que hasta hace poco era antisemita y anti-Israel. Hasta hace poco, yo era alguien que promovía ese odio.
Al crecer en una comunidad musulmana del Reino Unido estaba expuesto a materiales que solamente condenan a Israel y que pintan a los judíos como usurpadores y asesinos. Mis puntos de vista fueron reforzados cuando asistí a las jornadas conmemorativas de la Nakba (Nakba Day), en las que los oradores predecían la desaparición de Israel.
Mi odio hacia Israel y hacia los judíos se vio impulsado por las imágenes de muerte y destrucción, enmarcadas en el telón de fondo de las melodías árabes acerca de la Yihad y los discursos de líderes como Hassan Nasrallah (Hezboláh) y Osama Bin Laden.
También existió un antisemitismo constante y casual a mí alrededor. Mi padre se jactaba de considerar a Adolf Hitler como un héroe, su único defecto fue que no mató a los suficientes judíos. Incluso los clérigos más moderados con que me encontré se negaron a condenar el terrorismo contra Israel como algo injustificable.
¿Qué ha cambiado en mí? En Waterstones, un día me encontré delante de la sección Israel y Palestina. A día de hoy no sé por qué en realidad lo elegí del grupo, pero lo cierto es que cogí un ejemplar de “El caso de Israel”, de Alan Dershowitz.
Según mi visión del mundo, judíos y americanos controlaban los medios de comunicación, así que después de un breve vistazo a la contraportada, me burlé pensando que era “vil propaganda sionista“.
Pero me decidí a comprarlo, esperando ansiosamente la oportunidad de analizarlo para así poder mostrar por qué Israel no era “ningún caso” y así reclamar para mí una victoria personal para la causa palestina.
A medida que leía la deconstrucción sistemática que Dershowitz hacía de las mentiras que me habían contado, sentí una verdadera crisis de conciencia.
No podía refutar sus argumentos o hallar más información con que responderle. Yo no sabía qué creer. ¿Cómo había estado ciego durante tanto tiempo, me preguntaba, si realmente me había equivocado?
Me decidí a visitar Israel para encontrar la verdad. Visité sinagogas, mezquitas e iglesias, anduve por donde judíos y árabes viven juntos, con las minorías jugando un gran papel en todos los ámbitos de la vida israelí, desde el militar al poder judicial. Fue impactante y revelador. Este Israel sionista no era el malo como me habían contado.
Después de mucho meditarlo, supe que lo que creí durante tanto tiempo estaba equivocado. Tenía que apoyar a Israel, a esa pequeña nación libre y democrática, a esa que realizaba grandes avances en medicina, investigación y desarrollo, y que sin embargo era víctima de las mismas mentiras y del mismo odio que casi me consume.
Como un extraño, me pregunto por qué tantas personas dentro de la comunidad judía cierran los ojos ante la constante corriente de odio hacia Israel, un odio escupido desde todas las facetas de la sociedad británica.
Y mientras las organizaciones pro-palestinas queman banderas israelíes, instan a boicots de Israel y protestan contra la presencia pública de políticos y artistas israelíes, la respuesta de un grupo judío como la UJS resulta vergonzosa. No es el momento para que la UJS o cualquier otro grupo por el estilo participen en esas vacuas manifestaciones para demostrar su “progresismo“. Dejemos que la historia democrática de Israel hable por sí misma.
En vez de tratar de evitar, humilde y vergonzosamente, aparentar ser demasiado pro-israelí o demasiado sionista, es el momento de echar mano de los hechos conocidos y defender a Israel de su deslegitimación. Es hora de detener la ola de ataques contra Israel antes de que conforme aún más la corriente de opinión bienpensante principal y envenene a más gente como yo.
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