RABBI ELIANNA YOLKUT – HAARETZ
El tema central del judaísmo, espiritual, teológico e intelectualmente, es la unidad. Al recitar el Shemá, casi todo el mundo conoce que los judíos de todos los sectores del espectro religioso, declaramos que D-os es uno.
El Shema se pronuncia ante los niños cuando nacen y aún saben recitarla, y se murmura sobre lecho de muerte, incluso por el más laico de los judíos. Casi se ha convertido en un mantra para el pueblo judío.
La ironía de esto es que nosotros, como judíos, no estamos unidos. En realidad, nuestra fascinación con el concepto de la unidad proviene del hecho de que vivamos vidas fragmentadas, desconectadas.
Nos encontramos alejados de Dios, el uno del otro y del mundo en general. Nos sentimos cómodos siendo una persona en nuestro trabajo, otra en nuestra casa y otra diferente entre amigos. Vivimos nuestras vidas en diferentes lugares y registros, y luchamos – aunque muchas veces no – por encontrar la unificación y una integridad.
Durante los Yomim Noraim (los Días de Penitencia), nos vemos obligados a reconocer la distancia que hemos creado por existir como seres rotos, fragmentados. No somos capaces de comportarnos de acuerdo con lo que reclama nuestra tradición de unidad, y defraudamos el nivel de nuestras expectativas de poseer una identidad unificada.
Algunos pueden percibir esta falta una unidad como un pecado, y en el judaísmo, el pecado crea distancia. Se crean facciones entre las comunidades, dentro de las familias, y dentro de nuestras almas, distanciándonos aún más de la unidad que nos enseña el Shema.
El Netivot Shalom (El Rebbe Slonimer, el rabino Shlomo Noé Berezovsky, Israel 1911-2000) enseña que los 10 días entre Rosh Hashanah y Yom Kippur (incluido), son como un día enormemente largo y una oportunidad para la teshuvá (arrepentimiento). Teshuvá simboliza un retorno a la unidad, y ese es un momento para mirar hacia adentro y acercarnos a nuestra propia realidad unificada, convirtiéndonos en un todo una vez más.
De esta manera, el Netivot Shalom dice que “renovamos nuestro pacto entre nosotros y nuestro futuro… para que durante este tiempo seamos capaces de crear un cambio elemental permitiendo que los seres humanos regresen a su ser esencial”.
Todos nos equivocamos y todos estamos fragmentados, el ser humano es un ser inherentemente roto y fracturado. Nuestro trabajo espiritual durante esta época del año es reflexionar sobre nuestras propias vidas y preguntarnos: ¿Dónde te has vuelto tan distante? ¿En qué tipo de relaciones me siento fragmentado? ¿He sido mi verdadero yo? ¿Cómo puedo mostrar mi unidad con el mundo? ¿Estoy acercándome a la Unidad de Dios?
El Rabino David Wolpe escribe, “creamos distancia cuando tenemos miedo, y más aún cuando nos sentimos avergonzados. Así como el pecado supone apartarnos del camino, el amor implica acercarnos. Creer en el amor de Dios es tener fe en la unidad última del mundo. Porque si todo es finalmente uno, entonces todas las distancias, todas las separaciones, son temporales”.
“Shema Yisrael Adonai Eloheinu Adonai Ejad”: Vamos a aprovechar este tiempo de retorno a la unidad verdadera para embarcarnos en una comunidad en camino hacia la plenitud.
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