Pequeños Hitlers, déspotas laborales

ANDRÉS ROEMER/ANDRESROEMER.COM

En la edición más reciente (del primero de octubre) de la revista The Economist leí un artículo que exploraba el fenómeno del despotismo en las personas de poco poder, pero que lo explotan con ahínco y ganas de herir. El artículo explica que hace poco se realizó una investigación en torno a estos llamados “pequeños Hitlers” (el cual es un término despectivo que se originó poco después de la Segunda Guerra Mundial), que abusan de su poca autoridad sobre cualquier persona en una búsqueda autocomplaciente de frustrar y/o denigrar. Es innovadora la investigación porque nunca antes se habían combinado los dos factores esenciales para crear un pequeño Hitler en un sólo estudio: El Poder y el Estátus.

Nathaniel Fast, de la Universidad del Sur de California, armó un experimento para comparar los dos variables; bajo estátus contra alto estátus, y poco poder contra mucho poder. Fast reclutó a 213 voluntarios, los cuales fueron informados de que formaban parte de un estudio sobre las organizaciones virtuales. También se les dijo que interactuarían por vía electrónica, pero sin conocerse en persona, con otro voluntario que fungiría como otro “empleado” en una compañía de consultoría ficticia. Los participantes se dividieron en “productores de ideas” y “trabajadores”; a éstos últimos les fueron asignados trabajos muy simples como corregir ortografía y otras labores triviales. Esta fue la sección del experimento encargado de comparar las actitudes ante diferencias de estátus.

Para poder comparar el estudio de diferentes grados de poder con variedades de estátus hubo una segunda variable. Se les dijo a los participantes que al final del estudio habría una rifa de $50 dólares. Después se dividieron a los voluntarios en personas de “bajo poder” y de “alto poder”. Los participantes de mucho poder podían elegir qué actividades tenían que realizar sus parejas cibernéticas para poder ser parte de la rifa. A sus contrapartes de bajo poder se les dijo lo mismo, con la variación que, si al otro no le gustaban las actividades, tenía la opción de sacar el nombre de su pareja de la rifa. Estas divisiones de “bajo” y “alto” poder se hicieron en la misma cantidad entre los de alto y bajo estátus.

Para complicar aún más la cosa, a los voluntarios se les dio una lista de “actividades” a realizarse de las cuales ellos tenían que elegir tres para exigirles a sus contrapartes para poder participar en la rifa. Algunas de las actividades eran simples, como aplaudir 50 veces o contar un chiste, a un poco humillantes, como ladrar como un perro o repetir la frase, “soy sucio”. Fast y su equipo descubrieron que los resultados de las interacciones entre bajo poder/bajo/estátus se asimilaban mucho a las interacciones de bajo poder/alto estátus. Estos grupos seleccionaron un promedio de 0.67 y 0.85 actividades humillantes de tres, respectivamente. En contraste, los participantes que eran bajos en estátus pero altos en poder—el escenario clásico de un “pequeño Hitler”–eligieron un promedio de 1.12 “profundamente humillantes” actividades. Aunque no todas las personas en el grupo se comportaron mal, los resultados finales del Dr. Fast sugieren que mucha gente puede, dadas las circunstancias adecuadas (bajo estátus pero alto poder), abusar de la situación y caer en la crueldad innecesaria.

Lo revolucionario de este estudio en particular es el factor ya mencionado, que nunca antes se había realizado un estudio controlado de la interacción entre los dos factores de poder y estátus. Se han llevado a cabo, en cambio, muchos estudios sobre el efecto social de el poder en la gente, y una similar cantidad sobre el efecto del estátus en el comportamiento; sin embargo, el combinarlos de esta manera, con grupos de control para contrastarlos, sugiere que este puede ser un primer paso para una investigación más profunda e innovadora en este el ámbito social/psicológico. Eventualmente se podrían realizar cambios importantes dentro del el ámbito laboral, lo cual podría tener un verdadero potencial de mejorar la interacción interlaboral y por ende la productividad en la oficina.

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