RABINO MARCELO RITTNER
Hay un extraño estado de ánimo en nuestros corazones y en los corazones del pueblo de Israel hoy. Después de más de cinco años y medio, 1936 interminables días, la noticia que Gilad Shalit está cerca de volver a casa me conmovió. A los 25 años, ya había perdido gran parte de su vida: su servicio militar, la oportunidad de viajar como muchos jóvenes israelíes hacen cuando terminan su servicio militar, de vivir sus primeros años en la universidad. Imagina todo lo que algunos de nuestros hijos hicieron entre los 20 y 25 años. Y no es muy difícil imaginar el drama de su vida.
Sus padres han movido cielo y tierra para traerlo de regreso. Los que han estado en Jerusalén deben haber pasado por una Sucá que se instaló en Rejov Aza, muy cerca de la casa del Primer Ministro en Jerusalén, para que todos y cada uno que entrara o saliera recordara que Gilad seguía prisionero en Gaza.
Había un retrato de Gilad y un número que representa la cantidad de su tiempo en cautiverio. Y había voluntarios.
¿Te imaginas lo que debe significar ser padre o madre de un prisionero de guerra? ¿Vivir con la incertidumbre si tu hijo esta vivo o muerto? Pero, gracias a D-os, parece que pronto, en unos días se reunirán y la Sucá de la calle Aza, desaparecerá.
Digo parece, porque esa es la fuente de mi temor. ¿Cumplirá Hamas con el acuerdo? ¿Qué pasará con estos más de 1000 terroristas que volverán a ser libres? ¿Será que nuestro Halel, los salmos de alabanzas que rezamos estos días se volverán un Kadish para otras familias israelíes?
Sheila Raviv es una querida amiga que desde Yerushalaim escribió: “Todos queremos a Gilad en casa, cada madre lloró al finalmente ver la sonrisa en el rostro de Aviva, todos estamos orgullosos de que por fin se logró… pero Dios mío, estamos llenos de temor. Un temor es, ¿que nos van a devolver? ¿Cuál será el parecido entre el joven que secuestraron y el hombre que regresa más de 5 años después”?… Y también está la ira cuando pienso en todas esas organizaciones llamadas “humanitarias”, cuya humanidad se perdió a la hora de exigir una sola visita en todos esos largos días y noches sin fin. Amnistía no, la Cruz Roja, nadie obligó a Hamas a permitir una sola visita. Nada. Gilad estaba solo porque estamos solos”.
Que difícil, ¿verdad? No puedo dejar de preguntarme, si el precio no fue demasiado alto. ¿Cómo estarán aquellos que fueron víctimas de estos terroristas que estarán en el intercambio? De hecho, ayer ya hubo una reacción. Un hombre que perdió a sus padres y tres hermanos en el bombazo de Sbarro en Yerushalaim, cometió un acto de vandalismo en el memorial de Rabin al saber que dos de los asesinos de su familia saldrán en libertad. ¡Qué difícil!
Durante siglos, nuestra tradición ha debatido acerca de cuales deben ser los límites de la ley de Pidión Shevuyim, de redimir cautivos, lo que alimenta este sentimiento encontrado. Por un lado mandamos un mensaje que estamos dispuestos a negociar la vida de jóvenes israelíes, lo que es un estímulo a repetir esta acción de secuestros. Por otro lado, una vida es un mundo. Para que entiendan lo profundo de la mitzvá de rescatar rehenes, no solamente se nos permite sino que se nos exige vender, un Sefer Torá, para poder reunir los recursos necesarios.
Por lo tanto, a juzgar por esta ley, se podría decir que el judaísmo enseña que sin importar el costo, sea cual sea el precio que hay que pagar, el gobierno israelí cumplió la mitzvá de Pidión Shvuim. Ellos demostraron el valor judío de la compasión y se envió un mensaje a todos los jóvenes soldados, que, si alguna vez son capturados, D-os no lo permita, no serán olvidados o abandonados.
Entonces, les pregunto: ¿quién tiene la razón?
¿Aquellos que lucharon para rescatar a Gilad Shalit a cualquier precio, o aquellos que creen que ceder a las demandas de los asesinos es alentarlos a continuar con estos actos? Mi respuesta: No sé.
¿Cómo atreverse a asumir la responsabilidad de tomar una decisión tan importante?
Estamos celebrando Sucot, y dos símbolos de este Iom Tov son el Lulav y el Etrog, que los juntamos en el momento de rezar las brajot. El Lulav representa la fuerza, tiene la forma de una espina dorsal. Y el Etrog, que tiene la forma de un corazón, representa la compasión. Y creo que unirlos a la hora de la bendición es expresar el deseo de poder lograr ser capaces de vivir con valor y con compasión, con justicia y misericordia.
Y ese es hoy nuestro dilema. La fuerza declara que este trato es una tontería sentimental.
¿Estás dispuesto a permitir que asesinos en libertad pongan en peligro a cada persona en Israel? Y la compasión que declara: ¿Permitirás que un hombre joven, un soldado secuestrado muera sin vivir? ¿Permitirás el interminable sufrimiento y angustia de sus padres, hermanos, de toda su familia?
El intenso debate continúa: ¿Qué hacer cuando la fuerza y la compasión están en conflicto? ¿Qué hacer cuando el Lulav y Etrog no pueden estar juntos?
Yo creo que es en estos casos cuando aprendemos la difícil y dolorosa lección que hay situaciones en la vida cuando simplemente no hay un respuesta correcta. Que hay momentos en que simplemente hay que tomar una decisión y esperas que a pesar de todos los riesgos sea la correcta.
Rezas para que la decisión de salvar la vida de Gilad Shalit sea una bendición para él, para su familia, para todos los soldados de saber que su gobierno nunca los abandonará, y para el pueblo de Israel. Alegrémonos con su regreso, sintámonos orgullosos que Israel se inclinó por el lado de la compasión. Que Israel nos enseña el valor de cada vida humana.
Y vamos a rezar para que en este Zman SImjateinu, este tiempo de alegría, Gilad vuelva a casa y que la misericordia triunfe sobre la fuerza.
Shabat Shalom, Jag Sameaj.
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