MARIA TORRENS/ EL ESPECTADOR.COM
Manos de manifestantes pintadas con los colores de las banderas de (iz a der) Siria, Yemen, y Libia, durante la manifestación de miles de personas contra el regimen del presidente yemení, Alí Abdalá Saleh, en Saná, Yemen.
21 de octubre 2011- Tocará buscarle otro nombre a la Primavera Árabe: se ha extendido al otoño y promete prolongarse hasta el año que viene… o hasta que hayan caído los últimos tiranos de esa región del mundo.Primero cayó el régimen de Zine el Abidine Ben Alí en Túnez. Luego los egipcios se contagiaron de las ganas de cambio y derrocaron a Hosni Mubarak. En Libia, Muamar al Gadafi dijo que no se iría de Libia y advirtió que pensaba morir en su tierra. Y así ha sido.
Ahora se abre el periodo de apuestas: Bashar al Asad en Siria, Alí Abdalá Salé en Yemen, el rey Hamad de Bahréin… o incluso el argelino Abdelaziz Buteflika. De acuerdo, en ese país apenas ha habido protestas contrarias al régimen en estos meses. Pero nadie incluía tampoco a Gadafi en las quinielas cuando se empezó a hablar del efecto dominó tras la Revolución de los Jazmines en Túnez.
Lo que demuestra la caída del coronel de la República de Masas libia es que nada es imposible. Llevaba 42 años en el poder, tranquilamente asentado. Era un importante aliado comercial de Occidente (petróleo y armas) hasta que el llamado ‘Primer Mundo’ le empezó a hacer el vacío en vista de que los ciudadanos libios empezaban a elevar sus voces contra el que había sido aparentemente su gran líder.
Muertos y protestas continuas en Siria
“Al menos 7muertos por la represión de las fuerzas de seguridad en Siria”. Esto fue este jueves. “Mueren 16 civiles y 7 soldados sirios en Homs, principal enclave opositor”. Esto fue el miércoles. “Mueren diez personas en una nueva ofensiva del régimen en el centro y sur de Siria”. Pasó el martes. “Al menos 31 personas mueren en Siria”. Titular del lunes.
No hay día que no lleguen noticias de nuevas muertes de civiles opositores en el país que dirige y reprime Al Asad. Pero esta pesadilla siria se ha convertido en tal rutina que ya ni siquiera ocupa las portadas de los periódicos.Es ya una guerra civil, más que un cúmulo de manifestaciones: las protestas comenzaron el pasado marzo y se han cobrado la vida de más de 3.000 personas, entre ellas unos 187 menores, según las últimas cifras de la ONU.
Aún así, el Consejo de Seguridad de la ONU no da el paso. China y Rusia siguen vetando los vagos intentos del organismo para debilitar al régimen. Y una decisión de dar luz verde a una intervención aérea -como sucedió en Libia, para evitar una masacre de civiles- parece aún lejana.Los sirios quieren un régimen democrático. Y Bashar al Asad no está dispuesto a dárselo.
Heredó el régimen de su padre hace más de 10 años y el partido Baaz (nada que ver con la formación del mismo nombre que lideraba Sadam Hussein en Irak) sigue dominando el Parlamento en Damasco. Pero las noticias diarias demuestran que los opositores sirios no están dispuestos a rendirse tan fácilmente.
Yemen coge el relevo de la Libia de Gadafi
El presidente yemení hereda el dudoso honor de ser el dictador más longevo del mundo árabe tras la caída de Gadafi. Alí Abdalá Salé lleva 32 años imponiendo su ley en este país arábigo.Durante los últimos meses ha prometido por activa y por pasiva que dimitirá. Pero ese anuncio siempre va acompañado de una gran contradicción: no está dispuesto a dar paso a los rebeldes.Los ciudadanos se muestran hartos de los presuntos casos de corrupción de su dirigente a la vez que el pueblo apenas tiene para vivir. El 45% de la población vive bajo la línea de la pobreza, según los últimos datos de la CIA (2003).
El líder tribal opositor Sadeq al Ahmar se ha puesto al frente de los rebeldes mientras la comunidad internacional apenas dedica atención al conflicto. Pero las muertes en los enfrentamientos entre uno y otro bando se siguen sucediendo.
Bahréin, ese pequeño Estado olvidado
Durante unos días en febrero pasado, este pequeño país encerrado entre Qatar y Arabia Saudí se convirtió en protagonista de los medios de comunicación en todo el mundo.La monarquía suní del rey Hamad sacó los tanques a la calle para deshacerse de los molestos manifestantes acampados en la plaza principal de Manama, capital del país. Luego Bahréin obtuvo el apoyo del Ejército saudí y consiguió frenar las protestas.
El Gobierno ha admitido que cometió “violaciones de los derechos humanos”, aunque asegura que los manifestantes también lo hicieron. Publicará las conclusiones de un comité nombrado por el rey para “aclarar” los presuntos abusos cometidos a finales de este mes.
Las armas no borran el germen de la indignación y los bahreiníes cuentan con la fuerza de la unidad: “No suní, no chií, sólo bahreiní” gritaron por las calles antes de que les obligaran a recluirse en sus casas. Pero n su contra sí subsisten el apoyo de Arabia Saudí al rey Hamad, y con el apoyo de Arabia Saudí también implícitamente el de EEUU, aliado de la gran monarquía arábiga.
Otros regímenes que de momento se libranUn movimiento estudiantil en Marruecos consiguió movilizar esta primavera a miles de manifestantes que pedían una reforma constitucional sin querer derrocar a su Rey. Consiguieron arrancarle algunos compromisos a Mohamed VI y no ha vuelto a haber grandes protestas en la calle.
El rey Abdalá de Jordania -una monarquía más progresista y aliada de EEUU- también ha tenido una ligera crisis de Gobierno este año, pero su monarca obligó al cese del Ejecutivo y cedió en algunos aspectos económicos para remediar el 13% de paro en el país. Con eso los jordanos parecen haberse dado por satisfechos.
En Argelia, el efecto contagio de su vecino tunecino ha sido mínimo. Abdelaziz Buteflika reaccionó rápido y a inicios de febrero levantó el estado de emergencia que llevaba vigente 19 años.El efecto dominó no derrocará próximamente a quienes dirigen estos últimos países, pero está claro que la Primavera Árabe no ha tocado a su fin.
Los ciudadanos de esta región del mundo aún tienen muchas ganas de democracia. Y Siria tiene todas las papeletas de ganar las quinielas.
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