SALOMÓN LEWY EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO
En los lejanos días de mi juventud primera, toda aquella institución que tuviera por objeto la unión de los países en beneficio de las mejores causas de la Humanidad y que representara el ideal de paz y concordia necesarias para la convivencia de los diferentes grupos sociales, era exhibida en todos los ámbitos periodísticos, escolares y familiares como la expresión más acabada de la concordia y el desarrollo en el mundo.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, derivada de la antigua Liga de las Naciones, nació la Organización de las Naciones Unidas, la famosa O.N.U., con su Asamblea General como autoridad máxima y cuyos miembros más fuertes se organizaron en un cuerpo de la mayor jerarquía que impusiera orden y concierto entre los diversos intereses: el Consejo de Seguridad.
Eran los tiempos en los que las secuelas de la terrible guerra requerían decisiones fuertes, buenas y positivas. Dag Hammarsjold y Trigvie Lee, como secretarios generales, eran considerados seres ejemplares y de todo respeto.
La creación del Estado de Israel, basada en decisiones de la Liga de las Naciones y otros importantes establecimientos, fue producto de la legitimidad de las ideas y los acuerdos.
Paulatinamente fueron emanando entidades específicas de acuerdo con los distintos intereses y necesidades. Unos de estos, educación, ciencia y cultura, fueron enmarcados en la U.N.E.S.C.O., con la finalidad de impulsar y responder a las necesidades de desarrollo de los pueblos en esos rubros.
Recuerdo con nostalgia mi época de escolapio y las lecciones de Civismo, en las cuales se sostenía la importancia de UNESCO en la vida intelectual de las naciones, incluyendo monografías y otras aportaciones a nuestras calificaciones escolares.
Mirábamos a la UNESCO como catedral del conocimiento, ejemplo de lo que la Humanidad podría conseguir en beneficio de este mundo, subrayando sus decisiones como las de establecer valores especiales, “patrimonio de la humanidad”, a ciudades, lugares y monumentos, o ensalzando logros científicos y culturales; reconociendo etnias distintivas, otorgando valores y reconocimientos a individuos o grupos destacados y coadyuvando con la educación de quienes se quedaban estancados.
A pesar de las diferencias ideológicas entre las naciones, la UNESCO prosiguió con sus labores. Todos contribuían en la medida de sus posibilidades con la labor del organismo. Por sus valores establecidos, Estados Unidos aportó siempre un 70% de los requerimientos económicos.
Pero el mundo es lo que es y, paulatinamente, la política fue incrustándose en la vida de la UNESCO de la misma manera que lo hizo en la Asamblea, de tal modo que las decisiones respondían ya a cuestiones de conveniencia estratégica diferentes a las metas originales, llegando el organismo a ser utilizado como arma política al extremo del chantaje y la manipulación.
Un ejemplo de esto es Kever Yosef, que por estar ubicado en una zona de supuesto conflicto, provoca la irrespetuosa manipulación de su importancia espiritual para millones de judíos del mundo.
Puedo hacer una lista larga de casos similares en otras latitudes y entre otros intereses. Puedo hablar de la tragedia en la Cambodia de Pol-Pot, así como de Somalia, Eritrea, de las dictaduras habidas y existentes, etc. El espacio no me lo permite, mas la UNESCO no sólo ha desviado gran parte de su trascendente papel original. Hoy está sirviendo como cabeza de playa, como llave para abrir otras cajas de Pandora y crear, como carambola de tres bandas, el acceso a otros de los derivados de la O.N.U. El ejemplo claro es el caso de la cuestión palestina.
La OLP, encabezada por el antiguo terrorista, Mahmud Abbas, alias Abu Mazen, asesino de criaturas indefensas en Ma’alot, Israel, solicitó la membresía de su organización bajo el nombre de Palestina ante la Asamblea General. Al no haber resolución inmediata a su favor, la UNESCO se presta a servir de llave para que la maniobra de Abu Mazen integre a los palestinos como miembros de pleno derecho a ese organismo. Es claro que de ahí vendrá el salto hacia los demás órganos de la ONU.
Nosotros, ilusos, creíamos que la ONU y sus derivados servirían para allanar conflictos o, por lo menos, a coadyuvar en las causas justas, pero no contábamos con la astucia de los bloques de votantes en mayoría. La política que invade las decisiones de la ONU y sus órganos, es hoy en día lo que las rige.
UNESCO abre la puerta a un conflicto mayor, más grande de lo que de suyo ya era. Lo que podía haber sido el establecimiento de un país palestino conforme a las reglas territoriales, económicas y políticas por medio del intercambio y la conjugación de intereses, se volvió una maniobra para inducir voluntades e imponer intereses por la puerta de atrás, subrepticiamente.
La ONU y sus derivados han mostrado con hechos lo que aquí expongo. Un pequeño ejemplo es la infame reunión periódica de Durban, instituida con la idea de combatir el cambio climático, entre otras buenas razones. Hoy llega la Durban III, que, como las dos anteriores, ha dedicado sus esfuerzos a denostar al Estado de Israel hasta calificarlo de autor y promotor del discriminatorio “apartheid”. De la alteración del clima: cero resoluciones.
Sí, hay países que, aunque son fuertes y rechazan públicamente su participación, son minoría y no asisten a ese cónclave de guión preparado y de juicios elaborados previamente.
Estos son los hechos. Vamos a las alternativas, y de ahí, las reacciones de quienes de una manera u otra se sienten involucrados. Escucho y leo diversas de ellas:
Israel debe renunciar a pertenecer la ONU y sus organismos; los EUA deben de detener sus contribuciones económicas; el edificio de la ONU en Nueva York debe utilizarse para albergar entidades positivas, no para servir de marco a quienes atacan a los norteamericanos y sus aliados; no se debe permitir el acceso y la tribuna a los enemigos de la democracia; suma y sigue, por una parte.
Por la otra: las naciones tienen el derecho de otorgar legitimidad a quienes consideren conveniente; debemos reivindicar el sacrificio de los desplazados; la ocupación de tierras debe ser combatida por quienes defendemos los derechos de los seres oprimidos, etc.
¿Nuestra tesis?
La O.N.U. es hoy una suerte de Corte de los Milagros (perdón, Víctor Hugo) en la que cunde el desorden en medio del conflicto, manejado por los más fuertes, ya sea en número o en potencia, y sus miembros recurren a todo tipo de engañifas y estrategias para salir con algo, aunque sea un mendrugo de pertenencia.
La UNESCO, su derivada, está en la misma condición, excepto que la diferencia estriba en una mano de barniz cultural.
¿Quién no recuerda aquella escena de Yasir Arafat con barba, pistola al cinto, balbuceando incoherencias desde el podio de la Asamblea General?
¿Quién no sabe de un “jefe de estado” iraní declarando la próxima destrucción del Estado Judío y denominando gran Satán a los EUA desde ese mismo podio?
En esta lamentable fecha, en la que la UNESCO se prostituye, en que es utilizada como llave para ese malhadado portón del conflicto mayor, todos los ideales del escolapio quedan sepultados bajo los intereses políticos.
¿Qué debe – qué puede – hacer el Estado de Israel?
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