Juntos venceremos
sábado 16 de noviembre de 2024

El valor de la vida


SAMUEL DALAWEY EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

A pesar de la meteórica y avanzada evolución de nuestra tecnológica era, aún persiste el gran secreto de descubrir cómo es que funciona el cerebro humano; ¿cómo es posible que eventualmente olvidemos lo que hemos desayunado ese día pero recordamos muy detalladamente hechos que sucedieron tiempo atrás, incluso hace años?

En mis tiempos de joven universitario, tuve oportunidad de escuchar una conferencia acerca de la memoria colectiva de un pueblo. El argumento del conferencista era que los  irregulares acontecimientos que sucedían en nuestra vida como pueblo, nos forman y nos unen alrededor de ellos. Un buen ejemplo de memoria colectiva sucedió en el año 586 antes de nuestra era. Me refiero al primer asesinato político en la vida del pueblo judío. Ese año fue destruido el Primer Templo, construido  por el Rey Salomón con el fin de que fuera el Tabernáculo para D’s. Después de la destrucción del mismo, de la expulsión al exilio y de la huída del resto que logró hacerlo, aún permaneció en  Eretz Israel, un pequeño grupo de judíos bajo el mando de Gdaliá  Ben- Ajikam, nombrado por el rey Nabucodonosor de Babilonia  para atender a sus soldados estacionados  en Eretz Israel; sin embargo, el verdadero propósito de Gdaliá de permanecer ahí e inclusive de servir al ejército invasor, era vivir y subsistir para no dejar la tierra libre de judíos.

Este arreglo disgustó tanto a Ishmael Ben-Netanyá,  ya que él se veía a sí mismo como líder del pueblo, que tomó la decisión de asesinar a Gdaliá Ben-Ajikam. Este asesinato político provocó, en los pocos judíos restantes en Eretz Israel, un gran temor a las posibles represalias que como venganza tomaría el imperio Babilonio.  Este asesinato dejó a Eretz Israel totalmente libre de judíos hasta la época conocida como “Shivat Tizón”, “el regreso a la tierra de Sión”, a la tierra de nuestros ancestros. La conmoción provocada por este asesinato fue insufrible. El pueblo que fue desgarradoramente separado de la Tierra Prometida; el pueblo que estuvo involucrado en discusiones que lograron dividirlo a la hora del sitio de Jerusalén,  el pueblo que conoció el odio entre hermanos, se vio coronado por el vil y despreciable asesinato político de Gdaliá Ben-Ajikam.  Los ecos de este suceso aún resuenan entre las páginas de la historia y entre los muros de las casas del pueblo judío. Cada año, el día tres del mes de Tishrei, el pueblo judío se envuelve en ropa de duelo y ayuna en memoria de aquél vil asesinato de un inocente que atentó contra la autoridad y además afectó la vida de los que habían permanecido en Tzión.

Transcurrieron y pasaron muchos años, casi 2600. Tuvimos oportunidad de reconstruir el Templo por segunda vez, también logramos ayudar en su  segunda destrucción gracias al odio entre hermanos; salimos al exilio, pasamos el Holocausto y regresamos a Eretz Israel, la Tierra de nuestros antepasados. Surgieron y cayeron gobiernos, luchamos en guerras contra nuestros enemigos y con lágrimas en los ojos a nuestros muertos enterramos.  Discutimos por cualquier cosa o tema y  nos enojamos unos contra otros, pero siempre supimos guardar y dejarnos acompañar por el icono judío del ser humano que es, el respeto al prójimo y tener conciencia de que no tenemos la  obligación de vivir pero que si  tenemos el derecho a la vida.

En el año de 1995, otra vez cayó el rayo en Israel. Una persona  que no estaba de acuerdo con las ideas políticas del entonces Primer Ministro Yitzhak Rabin, Z”L,  y decidió asesinarlo a sangre fría.  El  04.11.1995 durante la convención en la ciudad de Tel- Aviv, que proclamaba con orgullo el lema: “No a la violencia si a la Paz”, el judío llamado Yigal Amir asesinó a Rabin, Z”L quien era el líder legítimo del pueblo judío; todo esto, solamente por su desacuerdo en la vía política del gobernante. El estremecimiento fue profundo. Íbamos desde el polo en el cual era imposible pensar que un judío le quitara la vida a otro solamente por desavenencias políticas, y hasta el otro extremo en el cual nos preguntábamos ¿Qué nos ha sucedido como pueblo? ¿Dónde hemos llegado?  ¿Hasta el asesinato del Primer Ministro en funciones?

El triste asesinato de Rabin, Z”L, al igual que el de Gdaliá Ben-Ajikam,  es señalado dentro de nuestro pueblo, con ceremonias y paneles,  con el fin de tratar de esclarecer qué fue lo que sucedió en esa noche maldita (abominable) en la cual nos convertimos en un pueblo como todos los demás, que asesinan a sus líderes por desacuerdos políticos.  Si en este tipo de sucesos colectivos, recordamos todos y cada uno de los detalles a la perfección, es normal, que después lleguen en forma natural la apertura y el examen de conciencia.  Además de esto, cada uno  de nosotros tiene diferentes grados de introspección, especialmente nos cuestionamos acerca del por qué estamos tan alterados y conmovidos. Mi conclusión es que el asesinato del Primer Ministro es un ataque personal contra cada uno de nosotros ya que el atentado se llevó a cabo contra la democracia  que nos esforzamos por mantener y cuidar día con día; agredieron a las autoridades judiciales cuya función es cuidarnos y defendernos además quebrantaron el precepto de la Torá acerca de preservar la santidad de la vida.

La santidad de la vida nos ha acompañado a lo largo de muchísimos años, es un valor que es necesario cuidar y preservar para las futuras generaciones.; si hay algo que nos han enseñado desde el preescolar es el enunciado que dice: “la conservación de la vida posterga el Shabat”.  Hashem  creó el mundo en seis días y nos ordenó descansar el séptimo lo cual incluye muchas prohibiciones, tales como no encender fuego, no trabajar, no viajar, etc.; sin embargo si la vida de una persona corre peligro, tales preceptos dejan de tener efecto en la práctica.  La santidad del Shabat, que hasta ahora era lo más importante, le deja el paso al deseo de otorgar la vida a pesar de ser profanada.

No puedo decir que no hay asesinos judíos. Desgraciadamente aún hay entre nosotros gente mala que asesina; no obstante, el asesinato político de un líder judío adquiere una  dimensión y un significado especial y particular. Este asesinato es explicado como un atentado contra las instituciones del pueblo judío, contra la democracia, léase, contra el gobierno, contra el tribunal, y por supuesto contra los valores judíos que ya en el pasado, fueron quebrantados al grado, que en recuerdo del asesinato político de Gdaliá Ben-Ajikam, se ha declarado un día de ayuno nacional, para todas las generaciones venideras.

Albert Einstein definió al mundo como peligroso, no por los malhechores que hacen de las suyas, sino por las muchas personas alrededor que no hacen nada por impedírselos. Para componer el mundo debemos cuidar nuestros derechos, la democracia y sus leyes, y por ende, también a nuestros dirigentes quienes son imprescindibles en la realidad que vivimos.

Todo esto debe ser así para que no volvamos a aquéllos días en los que reinaba la anarquía y de los que se decía:”en eso días no había rey en Israel, cada quien hacía lo que le parecía correcto con la esperanza de que podamos vivir la vida y no únicamente sobrevivir en el mundo.

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