ETGAR KERET/MFA.GOB.IL
Etgar Keret, escritor israelí, estará en México la primera semana de diciembre, en el CDI. Éste es uno de sus cuentos.
Rabin murió ayer por la noche. Lo atropelló una motoneta Vespa con un sidecar. Rabin murió en el acto. El conductor de la Vespa sufrió heridas graves y perdió el conocimiento. Una ambulancia lo llevó al hospital. A Rabin no le prestaron la menor atención, ya que era evidente que estaba muerto y que nada se podía hacer. De modo que yo y Tirán lo llevamos, a enterrar en mi patio. Luego lloré y Tirán prendió un cigarrillo y me dijo que dejara de llorar, ya que verme llorar lo pone nervioso; pero yo no paré y al cabo de un instante también él sollozaba, ya que si mi amor a Rabin era grande, él lo amaba aún más. Después nos fuimos a la casa de Tirán y en los escalones de la entrada lo esperaba un policía que quería detenerlo, pues el conductor de la Vespa, que ya había recuperado el conocimiento, denunció a Tirán a los médicos del hospital, acusándolo de haberlo golpeado en el casco con una palanca de hierro. El policía le preguntó a Tirán porqué lloraba y Tirán le dijo “quién llora?, policía fascista-maníaco!” El agente le largó un manotazo y el padre de Tirán salió y le pidió los datos, que éste se negó a dar, y en pocos minutos acudieron quizá unas treinta personas. El policía les pidió que se calmaran, a lo que contestaron que él se tranquilizara, empezaron los empujones y casi llegaron otra vez a los golpes. Por último el policía se marchó y el padre de Tirán nos sentó a los dos en el salón de su casa, nos dio Sprite y le pidió a Tirán que le explicara con rapidez lo que ocurrió, antes de que el policía regresara con refuerzos. Tirán le dijo que había golpeado a alguien con una palanca de hierro, pero era porque se lo merecía y que éste lo había delatado a la policía. Y el padre de Tirán preguntó por qué lo merecía y ya vi que se estaba enojando. Entonces le expliqué que el de la Vespa había empezado, que primero había atropellado con el sidecar de su moto a Rabin y después nos insultó y también me dio una trompada. Y el padre de Tirán le preguntó si era cierto. Y Tirán no contestó, pero asintió con la cabeza. Vi que se moría por un cigarrillo, pero le daba miedo fumar delante de su padre.
A Rabin lo encontramos en la plaza. Apenas bajamos del ómnibus lo vimos. Era entonces todavía tan chiquito y temblaba de frío. Yo, Tirán y otra muchacha de los Niños Exploradores de Tzahala que encontramos allí, fuimos a buscarle leche. Pero en el Expresso Bar no nos quisieron dar y en el Burger Ranch no tenían, porque cuidan las reglas de la comida kasher. Por fin encontramos un mini-market en la calle Frishman, donde nos dieron una bolsa de leche y también una caja vacía de queso cottage, a la que echamos la leche y se la tomó de un trago. Y la niña bien que estaba con nosotros y se llamaba Avishag, dijo que debíamos llamarlo Shalom, pues Rabin murió por la paz y Tirán asintió con la cabeza y le pidió su teléfono, y la muchacha le dijo que él era muy mono pero que ella tiene un amigo soldado. Después de que se marchó Tirán acarició al gatito y dijo que en la vida lo llamaríamos Shalom, porque es nombre de yemenita, que lo llamaríamos Rabin y que aquélla puede irse a fregar con su soldado, que puede ser que su cara sea bonita pero su cuerpo es bien torcido.
El padre de Tirán le dijo que tenía la suerte de ser un menor, pero que a lo mejor ni eso le ayudaría esta vez, porque golpear con un hierro no es como robar un chicle en la tienda y Tirán seguía callado. Sentí que iba a llorar otra vez. Entonces le dije al padre de Tirán que todo fue por mi culpa, porque cuando lo atropellaron a Rabin lo llamé a Tirán y le conté lo que pasó y el de la Vespa, que al principio hasta fue simpático y dijo que lo lamentaba, me preguntó por qué gritaba. Y solamente cuando le expliqué que al gato lo llamaban Rabin, sólo entonces se puso nervioso y me dio una cachetada. Y Tirán le dijo a su papá “el tipo no paró su moto ante el Alto, nos atropelló al gato y encima lo cacheteó a Sinai. qué querías, que me quede callado y se lo deje pasar?”. Y el padre de Tirán no contestó, prendió un cigarrillo y sin más, le prendió a Tirán otro. Y Tirán dijo que lo mejor que yo podía hacer es largarme a mi casa ya, antes de que vengan los policías, así que al menos no estaré mezclado en el lío. Le dije que no me parecía, pero también su padre se encaprichó.
Antes de subir a mi casa, me paré un momento al lado de la tumba de Rabin y pensé qué hubiera sucedido si no lo hubiéramos encontrado y qué cara tendría su vida entonces. A lo mejor estaría muerto de frío, pero es casi seguro que alguien se lo habría llevado a su casa y entonces tampoco lo habrían atropellado. Todo en la vida es cuestión de suerte. Hasta el propio Itzjak Rabin, si después de cantar la canción a la paz, en lugar de descender del escenario hubiera esperado un poco y terminado su cigarrillo, estaría vivo hoy y en su lugar le habrían disparado a Peres. Al menos eso es lo que dijeron en la televisión. O si la muchacha de la plaza no tuviera un amigo soldado y le hubiera dado el teléfono a Tirán y le hubiéramos puesto a Rabin el nombre de Shalom, de todos modos habría sido atropellado, pero por lo menos la cosa no habría acabado a los golpes.
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