Juntos venceremos
domingo 22 de diciembre de 2024

Sobre asentamientos, colonización israelí y otros pretextos

IRVING GATELL
EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Yo soy de los pocos judíos sureños. Actualmente vivo en la Unidad Habitacional Villa Coapa, oficialmente llamada Unidad Habitacional Narciso Mendoza, pero mejor conocida fuera de sus límites como El Bronx.

Es un lugar fascinante. Construida en el olímpico año de 1968, tenía que haber sido la primera de varias Unidades Habitacionales idénticas diseñadas con los conceptos más modernos para la época: gas natural, cableado telefónico subterráneo, y un nuevo tipo de pavimento de mayor resistencia al que hasta entonces se usaba (naturalmente, no se le dio continuidad al proyecto gracias a las veleidosas políticas sexenales).

Se inauguró en la época de las Olimpiadas, y en su Manzana no. 1 se instaló a los periodistas extranjeros que no alcanzaron cupo en la Villa Olímpica. En el transcurso de 1969, sus siete Manzanas empezaron a poblarse con gente llegada de lugares muy disímiles. En ese entonces, Villa Coapa era el punto final de la Ciudad hacia el sur, y para llegar a Xochimilco había que tomar -literalmente- carretera.

No había establecimientos comerciales o bancarios en las inmediaciones. Apenas una gasolinería. Si uno requería de servicios más especializados, había que viajar hasta Huipulco -junto al Estadio Azteca, también reciente en esas épocas-. Las compras cotidianas podían hacerse en el Mercado (por entonces ubicado en lo que hoy es División del Norte), y se podía conseguir leche recién ordeñada (con todo y natas) en la zona de establos que estaba casi llegando al Periférico.

Todo empezó a cambiar en 1979. En ese año se inauguró el Sanborns de Miramontes y Acoxpa, y fue el ingreso de Coapa a la civilización.

Para entonces, en contraesquina ya existía una tienda de autoservicio de infame memoria: el Centro Mercantil. Y en su esquina se había construido el primer Bancomer del rumbo.

Luego, en el inmenso terreno baldío que quedaba frente al Sanborns se construyó una tienda Aurrerá, cuya mejor organización e higiene sentenció a muerte al Centro Mercantil, que pronto fue cerrado y en su lugar se abrió otra tienda no menos mala: el Sardinero (que al paso de los años se convirtió en una Bodega Aurrerá, hasta la fecha).

Poco a poco, la zona se fue poblando. Los terrenos baldíos que circundaban la Unidad Habitacional pasaron a ser zonas residenciales, y el gran éxito del lugar empezó cuando se cerró el corralón de autos que se ubicaba en Calzada del Hueso y Miramontes, y en su lugar se construyó la primera versión del Bazar Pericoapa.

Las posibilidades comerciales del rumbo no pasaron desapercibidas a muchos inversionistas, y así empezaron a llegar nuevas plazas. En la actualidad, Coapa es una zona que parece copiada de Los Ángeles, California: tráfico insoportable, tiendas por todos lados, centros escolares que saturan el tráfico en las horas de entrada y salida de los alumnos, y el prestigio de ser la última parte “decente” de la Ciudad (más al sur, Xochimilco, Tláhuac y Tulyuehualco tienen la mala fortuna de ser considerados “pueblos” tragados por la mancha urbana). ¿Queréis pasar una tarde del demonio? Venid a Coapa en horas comerciales entre el 12 de diciembre y el 6 de enero.

En medio de todo este caos post-moderno, la Unidad Habitacional ha venido a convertirse en una especia de oasis. Sus departamentos entran en el rubro de “interés social”, pero fueron construidos cuando eso no significaba un espacio de 45 m2 estratégicamente organizado para tener sala, comedor, dos recámaras, baño, cocina y tendedero (alquimia pura). Otro factor jugó a favor de esta zona de andadores con casas solas, casas dúplex y edificios: la masificación comercial hizo que la plusvalía habitacional se elevara. Para ser una Unidad Habitacional, Villa Coapa no es barata. Sus rentas oscilan alrededor de los 5 y los 7 mil pesos al mes, por lo que la regla es que sus habitantes pertenezcan a una clase media con ingresos promedios de 18 a 20 mil pesos al mes (algo nada frecuente en otras Unidades Habitacionales de la Ciudad).

Es un rumbo tranquilo. En otras épocas, tuvo la triste fama de tener los más altos índices de robo de autos o autopartes, pero el reforzamiento de la vigilancia logró que las cosas regresaran a un nivel promedio. Uno puede caminar sin problemas por su calles a eso de la 1 o 2 de la mañana, e incluso hacer sus compras a esas horas en el Wal Mart (el antiguo Aurrerá) que ya abre las 24 horas. Los abundantes Oxxos y las varias vinaterías del rumbo hacen que sea una zona perfecta para la vida bohemia: se pueden conseguir cervezas durante toda la noche, y en la esquina de Miramontes y Acoxpa hay puestos de comida abiertos hasta las 7 de la mañana (y eso, sólo cierran una hora para limpiar; a las 8 regresan a sus actividades para ofrecer de desayunar a las decenas de miles de personas que estudian y trabajan en el rumbo).

La Unidad Habitacional es bastante grande. Al ser construida, sólo Tlatelolco era más grande. Y, a la fecha, no estoy enterado de que se haya construido otra Unidad Habitacional más grande, salvo la de Fuentes Brotantes.

La zona es una suerte de trapezoide de algo más de un kilómetro cuadrado, y tiene un total de 83 andadores y casi 60 edificios.

¿Cuántas viviendas y habitantes implica eso? Hagamos cálculos modestos: cada andador tiene un promedio mínimo de cinco casas solas y cuatro dúplex, que -a su vez- tienen cuatro departamentos. Eso nos da un total de 19 viviendas por andador, lo que implica un total ligeramente superior a los 1,500 departamentos o casas en los andadores.

Por su parte, la gran mayoría de los edificios tiene 50 departamentos (muy pocos tienen sólo 40), lo que da un total de un poco más de 2,600 en total. Es decir: haciendo cálculos muy moderados, la Unidad Habitacional Villa Coapa tiene un poco más de 4,000 viviendas. Si ponemos un modesto promedio de 3 personas por vivienda, estamos hablando de unos 12,000 habitantes sólo en la Unidad Habitacional (cálculo muy moderado; en realidad, somos entre 15 y 20 mil).

¿Cuántas veces habré recorrido cada Manzana, cada andador, cada calle de esta Unidad Habitacional? No sé. Me encanta caminar, y me encantan los recovecos del Bronx Coapense. Conozco cada lugar, conozco sus accesos, y hasta puedo jactarme de ser de los pocos que pueden explicar la surrealista lógica con la que se diseñó la numeración de los andadores, las casas, los dúples y los edificios (algo nada fácil, amable lector; os lo aseguro, y debo presumir que no fue información que consiguiese en un libro, sino observando los números de las casas en mis muchas y largas caminatas).

¿A qué viene toda esta jerigonza?

A que por el conocimiento práctico que tengo de las distancias que implica una Unidad Habitacional de más de 4 mil viviendas y más de 15 mil habitantes, me muero de la risa cada vez que los palestinos, las izquierdas europeas y montones de ONGs chillan y hacen berrinches de proporciones míticas cuando Israel anuncia que va a construir 300 VIVIENDAS en Jerusalén, como parte de un hipotético plan de “colonización” para hacer desaparecer a Palestina.
Es una ridiculez.

Caramba, los portugueses del siglo XVII tenían mejores planes colonizadores. Ni qué decir de los ingleses del siglo XIX.
Simplemente, la cuadra donde yo vivo -una de las más pequeñas del Bronx; un peatón se toma un par de minutos en atravezarla de extremo a extremo; acaso, diez minutos a paso lento para rodearla- tiene cuatro andadores y dos edificios. Eso significa que hay unas 170 viviendas. Eso significa que para imaginarme el monstruoso proyecto “colonizador” israelí de 300 casas, tengo que imaginarme un espacio que puedo recorrer de extremo a extremo en pocos minutos, y que puedo rodear en no más de media hora a paso cómodo.

¿Cuántos pobladores hay en los asentamientos o colonias judías en Cisjordania? Imaginemos un asentamiento de 1,500 habitantes. Bien: es un 10% de Villa Coapa. Imaginemos uno de 30,000 habitantes. Sería el doble que Villa Coapa. En este último caso, estaríamos hablando de un lugar pequeño. En el primero, de un lugar pequeñísimo.

Imaginemos lo que imaginemos, la realidad sobre el terreno es que la supuesta “colonización” israelí no está invadiendo grandes porciones de territorio.

En realidad, nada que no se pueda negociar. De hecho, si acepto que el gobierno israelí tiene un plan “colonizador”, debo avergonzarme de que los judíos hayamos desarrollado el plan colonizador más ridículo de toda la historia. Eso, sin mencionar que vez tras vez el gobierno israelí ha declarado que cada metro cuadrado que tenga que incorporar a Israel bajo una simple lógica demográfica, será compensado para que los palestinos no pierdan territorio.

Si estuviéramos hablando de miles y miles de kilómetros cuadrados, sería comprensible que hubiera una notoria oposición.

Pero cuando regreso a mi fiel Guía Roji y reviso el mapa de Villa Coapa, y -como niño chiquito- vuelvo a ubicar el punto exacto desde donde escribo estas líneas, y luego visualizo cada andador, calle y edificio que me rodean, me convenzo más y más de que los palestinos sólo están buscando pretextos para no negociar.

De paso, me convenzo de la grotesca imbecilidad o hipocresía del resto del mundo, que hacen un drama con cada anuncio de que el gobierno de Jerusalén aprobó la construcción de 100, 200 o 300 viviendas (apenas hubo uno de 2 mil, pero me siguen pareciendo pocas; mi querido Bronx es mucho más grande que eso).

Y vamos al fondo del asunto, porque podríamos ponernos “abstractos” y decir que el problema no son las medidas del terreno “colonizado”, sino la “actitud” israelí. Bien: si los palestinos se hubieran sentado a negociar ANTES y se hubieran establecido fronteras definitivas desde ANTES, lo cierto es que ésto no estaría pasando.

Pero no lo han hecho. Y lo más irracional del caso es que no parecen querer hacerlo. Y la sensacional lógica de la izquierda mundial o de las ONGs (valga la redundancia) es que Israel, un país entero, debe detenerse por completo sólo porque los palestinos no se deciden (y ni siquiera quieren) a regresar a la negociación.

De poco sirve que Israel diga que construir 300 viviendas es una cuestión de simple atención a las demandas de su población. Para la lógica mundial, Israel es el único país que no tiene derecho a hacer eso.
Y el asunto se poner peor si, además de lo ya referido, nos ponemos a investigar en dónde se están construyendo esas viviendas. En el caso de Jerusalén, los proyectos se están haciendo dentro de la ciudad, por lo que resulta improcedente hablar de una “expansión colonialista”.

Sin embargo, la prensa lo presenta como si estuviésemos viendo al nuevo Hernán Cortés cabalgando en su nuevo caballo por los nuevos territorios descubiertos, planeando la construcción de un nuevo imperio en donde no se ponga el sol, cuando la prosaica realidad es que Israel sigue siendo uno de los países más pequeños del mundo, y sin la intención de dejar de serlo.

Al final del día, lo único que reclamamos es el derecho a vivir tranquilos en NUESTRA tierra.

Pero está claro que el plan palestino es negarnos todo, aunque para eso tengan que hacer sus absurdos berrinches, inflados por la irracional propaganda internacional que hace creer al lector que Israel está tragándose todo el planeta. Mientras, la realidad es tan simple como pequeñas son las zonas de construcción de nuevas viviendas en Jerusalén.

Mucho más pequeñas que ese Bronx de Villa Coapa que puedo recorrer en no más de tres horas, y eso a paso lento, cómodo, sabroso, deteniéndome en alguna de las muchas tiendas para conseguir un refresco, y luego volver a ver cada ángulo que me guste, cada árbol que me encante, cada jardín que embellezca los andadores.

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