MUJER Y JUDAÍSMO
Siempre me pregunté por qué Esav no fue finalmente nuestro patriarca ¿Qué hizo para no merecerlo? La Torá no da demasiadas razones para entender que Esav era realmente un malvado como se presenta posteriormente en la literatura rabínica. ¿Entonces? Yo encontré una clave en el episodio de las lentejas.
Esav había ido a cazar al campo, vuelve cansado, hambriento y su hermano Iaakov, que se encargaba de las tareas de la casa, estaba cocinando un suculento plato de comida.
Este es el diálogo entre ellos:
וַיָּזֶד יַעֲקֹב, נָזִיד; וַיָּבֹא עֵשָׂו מִן-הַשָּׂדֶה, וְהוּא עָיֵף. וַיֹּאמֶר עֵשָׂו אֶל-יַעֲקֹב, הַלְעִיטֵנִי נָא מִן-הָאָדֹם הָאָדֹם הַזֶּה–כִּי עָיֵף, אָנֹכִי; עַל-כֵּן קָרָא-שְׁמוֹ, אֱדוֹם. וַיֹּאמֶר, יַעֲקֹב: מִכְרָה כַיּוֹם אֶת-בְּכֹרָתְךָ, לִי. וַיֹּאמֶר עֵשָׂו, הִנֵּה אָנֹכִי הוֹלֵךְ לָמוּת; וְלָמָּה-זֶּה לִי, בְּכֹרָה. וַיֹּאמֶר יַעֲקֹב, הִשָּׁבְעָה לִּי כַּיּוֹם, וַיִּשָּׁבַע, לוֹ; וַיִּמְכֹּר אֶת-בְּכֹרָתוֹ, לְיַעֲקֹב. וְיַעֲקֹב נָתַן לְעֵשָׂו, לֶחֶם וּנְזִיד עֲדָשִׁים, וַיֹּאכַל וַיֵּשְׁתְּ, וַיָּקָם וַיֵּלַךְ; וַיִּבֶז עֵשָׂו, אֶת-הַבְּכֹרָה
“Y guisó Iaakov un potaje; y volviendo Esav del campo, cansado, dijo a Iaakov: Te ruego que me des a comer de eso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom.
Y Iaakov respondió: Véndeme en este día tu primogenitura.
Entonces dijo Esav: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?
Y dijo Iaakov: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Iaakov su primogenitura.
Entonces Iaakov dio a Esav pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esav la primogenitura.”
Bereshit-Génesis 25:29-34
Una historia difícil de “digerir” a simple vista. ¿Acaso no era lógico que Esav reclame su parte después de correr peligros para traer comida a su casa? ¿Acaso no correspondía que Iaakov le diera de comer? Era su hermano…
Mucho se escribió sobre la falta de Esav, de no valorar la importancia de ser el continuador de la fe de su padre, por estar ligado a la vida real, concreta, “ensangrentada” de la subsistencia terrenal. Es posible… Sin embargo poco hay escrito críticamente acerca de la actitud de su hermano mellizo Iaakov, de su provocación, del acorralamiento en el que pone a su hermano, de su estrategia premeditada. Casi nada…
¿Cuál fue realmente el error de Esav, por el cual perdió la posibilidad de ser nombrado patriarca en nuestro pueblo? Porque, de hecho, era fuerte, valiente, preocupado por los de su casa, arriesgaba su vida cada vez que salía de caza, era hijo de Itzjak, nieto de Abraham, hijo de Rivká, nieto de Sará…
Volvamos al texto:
“Entonces dijo Esav: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?”
Aquí Esav abandonó el tren de la historia. Es aquí donde mostró que por más fortaleza física que tuviera y por más comida que trajera a su casa le faltaba algo imprescindible para formar parte de los que fundaron la historia de nuestro pueblo –luchaba para los otros y rápidamente estaba dispuesto a abandonar la lucha por sí mismo–.
Esav, a pesar de su tamaño y fuerza física, se mostró débil a la hora de pelear por lo que creía correcto, por lo que sabía que era suyo. Ante la primera dificultad –la frase de su hermano– no vacila en renunciar. No da pelea. No se defiende. No confía en él. No se quiere. Supo mirar sólo hasta donde le llegaba su vista: el plato de lentejas. No sabía mirar más allá. No lo preocupaba la trascendencia. No pudo defender sus derechos.
Y quizás para ser patriarca, haya que empezar por uno mismo. Conocer sus límites y sus derechos. Jugarse por lo que se cree justo, enfrentar a quienes pretenden quebrarnos –sin tapujos– porque sabemos lo que nos corresponde.
El corto plazo del guiso de lentejas muchas veces nos pone en la misma situación en la que estuvo Esav. A veces por satisfacer lo que nos urge –que se transforma en todo nuestro universo– perdemos de vista que tenemos en nuestras manos la posibilidad de trascender y multiplicarnos, de ser primogénitos, no en la herencia sino en la capacidad de seguir escribiendo la historia.
Cada uno de nosotros se habrá enfrentado muchas veces a guisos apetitosos que nos hicieron perder de vista el sentido de profundo de la existencia.
Revisemos nuestras historias y nuestros propios pactos entre lo inmediato y lo trascendente. Miremos si defendimos lo que creíamos justo o si nos dejamos tentar por la satisfacción inmediata que le quita a la vida su verdadero sentido, el de ver más allá y ser más allá.
Todos tenemos un poco de Esav y un poco de Iaakov en nuestras vidas. Esta semana nos toca preguntarnos quién de ellos es el que tiene supremacía en nuestras actuales elecciones.
Shabat Shalom!
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