COMUNIDAD JUDÍA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS
La desafección de los judíos franceses de hoy en día con la izquierda francesa es un fenómeno que la “sociología espontánea” que se practica en los cafés no deja de señalar o de lamentar, o, al contrario, de regocijarse. ¿Qué pasó con los grandes batallones de judíos comunistas lectores antaño de la Naïe Presse en yiddish? ¿Qué pasó con los “Bundistas” de la rue René Boulanger (el Bund era un partido no sionista, de izquierdas y favorable a una autonomía cultural judía, ubicado en Polonia) y del círculo Gaston Crémieux? Ciertamente, la UEJF, el Círculo de Bernard Lazare y el Hashomer Hatzair todavía existen como lugar de encuentro de la izquierda sionista francesa, pero no supone ninguna injuria constatar su considerable pérdida de influencia dentro de la comunidad judía, y que ellos actualmente ya no representan más que a una especie de reliquia de un pasado floreciente.
Cuando se tiene la curiosidad de consultar los estudios sociológicos sobre este tema, descubrimos que el comportamiento político de los judíos en Francia es en gran parte determinada por su estatus social. Básicamente, los ricos votan a la derecha y el resto a la izquierda, en todo caso, hasta hace poco. Dominique Schnapper y Hélene Strudel lo han demostrado brillantemente en un notable artículo sobre el “voto judío” publicado en 1983.
Un pequeño retroceso histórico: cuando en la primera mitad del siglo XX los judíos de la Europa oriental huyendo de la pobreza y de la persecución se refugiaron en Francia, no se instalaron directamente en el distrito XVI. Esa pequeña nación de trabajadores y artesanos se podían encontrar mezclada con el París más popular, el que votaba en “rojo” y vomitaba sobre la burguesía, y se centraba en Belleville o Menilmontant. ¿Por qué deberían haber adoptado un comportamiento electoral distinto al de sus vecinos, sobre todo cuando el antisemitismo en esa época estaba tan abrumadoramente presente en la “gente de bien”?
En cuanto a los “judíos propiamente franceses”, excepto algunos intelectuales judíos de los cuales Lucien Herr y León Blum son los ejemplos más emblemáticos, se comportaron como sus equivalentes de la burguesía “goy”, con la diferencia de que manifestaron un republicanismo intransigente por lealtad a aquellos a quienes debían su emancipación.
¿Y hoy? Los hijos de los proletarios judíos polacos se han convertido en maestros, abogados y empresarios, y la comunidad judía francesa ha sido profundamente influenciada por la afluencia de judíos del norte de África a principios de los años 60. Estos últimos no se adhirieron espontáneamente, muy lejos de ello, a una izquierda culpable, junto con De Gaulle, de la “liquidación” de la Argelia francesa. Pero poco a poco, su comportamiento electoral se normalizó y se unió al del conjunto de la población, con la notable excepción de los votos al Frente Nacional, inclusive si existen algunos judíos que han perdido la razón, y esa confusión tiende a ser más pronunciada desde el traspaso de poder del padre a la hija (los Le Pen).
La sobrerrepresentación de los judíos en los círculos intelectuales franceses: universidad, prensa, edición, artes, tradicionalmente les orientó principalmente hacia la izquierda, e indujo a un análisis perverso que fomentó la impresión de que los judíos franceses escapaban al determinismo de clase a la hora de adoptar un comportamiento político y unos valores, en su mayoría a la izquierda. Esta ilusión se reforzó por su “sobrerrepresentación” en las propias instituciones judías, incluyendo el CRIF (poco “representativo” de la realidad judía sobre el terreno, sobre el “pueblo judío de Francia”).
Además, existe una radicalización izquierdista de esos judíos denominados “antisionistas”, que se ubican en el PC, en los Verdes, o incluso en la UJFP o en EuroPalestine, esos a los que Shmuel Trigano denominado con razón, el “alterjuifs”. Ellos son ultraminoritarios a pesar del ruido que producen, y es que su continua presencia en los medios de comunicación es inversamente proporcional a su influencia real en la comunidad judía. De hecho, ellos son los “niños mimados” de los medios de comunicación que quieran escuchar como un “judío” dice aquello que ellos no se atreven a decir directamente [N.P.: ambos se retroalimentan, cada uno sabe lo que tiene que decir y lo que quiere oír]. Entre ellos y el conjunto del pueblo judío de Francia, visceralmente unido a Israel, no hay ningún vínculo.
Pero todo esto no invalida globalmente los resultados obtenidos por los diferentes estudios sociológicos: el voto judío no es uno, a excepción de algunos momentos delicados.
En Israel, donde hay casi 200.000 binacionales haciendo cola delante de los consulados en cada elección presidencial, hay una especial sensibilidad con respecto a la política exterior de Francia, y esto se refleja muy claramente en las encuestas. En 1981, el 75% votó a François Mitterrand frente a Giscard d’Estaing. En 2007, fueron más del 80% los que prefirieron a Nicolas Sarkozy frente a Segolene Royal. No necesitamos ir muy lejos para encontrar las motivaciones de dichas predilecciones, pero podría ser revelador de un fenómeno nuevo, y que se contagia a la metrópoli y refleja una cierta ansiedad.
El incremento del antisemitismo desde la década de 2000, el distanciamiento del Partido Socialista de la comunidad judía francesa y de Israel, de hecho, han cambiado la situación.
Desde la Segunda Guerra Mundial, y notablemente al lado del SFIO (precedente del Partido Socialista), la comunidad judía de Francia ha mantenido una comunidad de intereses con la izquierda. Numerosos miembros de esta comunidad han ejercido puestos de responsabilidad dentro del Partido Socialista, Partido Comunista y los sindicatos. Pero he aquí que hace diez años atrás, un teórico y asesor del Partido Socialista, Pascal Boniface, puso en marcha una controversia que ha conseguido envenenar las relaciones entre el Partido Socialista y la comunidad judía de Francia.
Los dirigentes socialistas de origen judío tuvieron que demostrar imaginación a fin de “probar” su “no lealtad a Israel”, despegándose de toda posición que podría ser considerada como ambigua, e incluso, a veces, tomar posiciones más radicales que sus “camaradas goy”.
El Partido Socialista, originalmente muy pro-Israel, ha tomado sus distancias con respecto a esa política para llegar a posiciones muy cercanas a las de algunos radicales anti-Israel. Esto fue aún más fácil al ser un sentimiento muy extendido entre la sociedad y en los medios franceses.
Pero lo que aún es más grave es lo que ha sucedido esta semana: la puesta en práctica por el Partido Socialista, representado por la señora Aubry (y ya conocemos sus amistades pro-árabes) de la “Directiva Boniface”: la política de las “cuotas étnicas” en las nominaciones de candidatos.
Se podrá decir lo que se quiera, pero la decisión de “desinvertir” en tres diputados socialistas “de origen judío”, como tanto gusta decir, a favor de otros candidatos antisionistas notorios, no es nada trivial. !! Sobre cuatro diputados parisinos de “origen judío”, ¡tres han sido eliminados! En la Ile de France, cinco candidatos de origen judío deberán ceder su lugar a los “verdes”. Ustedes conocen la probabilidad de ganar el euromillion, donde se deben acertar cinco números de un total de cincuenta, entonces se pueden imaginar la posibilidad de que se trate de una mera “casualidad” el “despido” de cinco posibles candidatos judíos sobre unos 577. !! ¡No puede ser una coincidencia!
En las acertadas palabras de Richard Prasquier (presidente del CRIF): “El efecto de la publicación de los nombres de los relegados es desastroso… La situación interna de cada uno de ellos es diferente, como lo son también sus vínculos con el judaísmo, con los organismos comunitarios o con el Estado de Israel. Lo que sí sé, sin embargo, es que muchos de estos “desplazados” son garantes, en su asumida historia personal y familiar, de la memoria de la persecución y de otras luchas comunes, y que no podemos aceptar que sólo sean requeridos cuando se quiera “honrar” retóricamente esa “memoria y esas luchas de boquilla”.
Si esto no es antisemitismo, se parece mucho a él, y lo mejor es que sería fruto del oportunismo de la doctrina Boniface, muy similar a la política de “cuotas” a la que la Unión Soviética nos tenía acostumbrados. Y no son las denegaciones de los principales interesados, prisioneros del sistema, los que cambiarán la impresión. Este sentimiento refleja una triste realidad.
El Partido Socialista muestra su deseo de restablecer para los judíos el triste y famoso “numerus clausus” en sus candidaturas, así pues le toca a él desmentirlo con los hechos.
Este paso en falso de Martine Aubry no puede dejar indiferente a Francois Hollande y a su equipo presidencial con respecto a sus responsabilidades, deben condenar tales métodos.
Todos los intentos de explicación no nos han satisfecho, y nos vemos obligados a tomar por nuestra cuenta esta fase de Bertrand Delanoë: “Realmente me toman por tonto y quieren tomarme el pelo“.
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