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El periodista estrella del canal 2 de la televisión israelí, Yair Lapid, llenó anoche el teatro Givatain de Tel Aviv para presentar su propuesta que le puede llevar al Parlamento. telaviv.cervantes.es
Yair Lapid, periodista estrella del canal 2 de la televisión israelí, llenó anoche el teatro Givatain de Tel Aviv con un show político musical en el que, con sentido del humor y mucha empatía, vertió el contenido de su ideario, una agenda que puede llevarle muy pronto al Parlamento.
El activo magma social que está en la base de las primaveras árabes y de los movimientos antisistema que afloran en Europa y Estados Unidos, también se percibe con claridad en Israel. Lapid no es uno de estos jóvenes –tiene 48 años- pero sintoniza muy bien con ellos y con los israelíes cansados de las guerras, convencidos de que el futuro del país se decide en el frente interno de la justicia social y económica. “El peligro no está en Irán ni en Palestina, sino en los israelíes más débiles que hemos dejado atrás”, dijo ayer sobre el escenario, acompañado de dos músicos que ponían banda sonora a unas ideas de amplia base electoral.
Aún no ha anunciado su candidatura y aún no está claro si el gobierno de Beniamin Netanyahu adelantará las elecciones al año que viene, pero una encuesta ya le otorga 12 escaños en la Knesset (Parlamento). Este resultado, en una cámara tan fragmentada como la israelí, donde el partido más votado ronda los 45 escaños, le convertiría en una fuerza decisiva del centro izquierda.
Lapid rescatará el Shinui, el antiguo partido ultra laico que fundó su padre, Tommy Lapid, superviviente del Holocausto. Sus potenciales aliados son Kadima y el laborismo. Juntos podrían formar una mayoría progresista.
Presentar el noticiario del la tarde en el canal 2 le ha dado una enorme popularidad, que él explota con un show en el que hace de humorista, comentarista político, músico y cantante. “Caen los cohetes Katiuska desde Gaza y Líbano –dijo en uno de los monólogos del espectáculo- pero aún así un piso cuesta aquí mucho más que en París”.
El precio de la vivienda impulsó el movimiento de los descontentos que hace unos meses ocuparon la céntrica avenida Rothschild de Tel Aviv. No eran jóvenes anti sistema, sino el núcleo de la sociedad israelí, frustrada por el difícil acceso a la vivienda.
La economía israelí, después de haber crecido a un ritmo superior al 10% durante varios años, ahora lo hace en torno al 5%. Este despegue, basado en la tecnología de la información –no hay país con más start ups que Israel- ha dejado atrás a un 20% de la fuerza laboral, empleados del textil y otras industrias de baja cualificación. Estos son los débiles a los que se refiere Lapid, gente que pide dinero por la calle, y para los que parece que la administración conservadora de Netantahu no tiene solución. “El gobierno –dijo ayer el periodista en el teatro- no sabe que a Israel no hay que dirigirlo como una empresa privada”.
La audiencia se lo pasó en grande. Coreó los estribillos de las canciones, aplaudió, rió los chistes y en los momentos más melancólicos, de los que hubo bastantes, se recogió en la idea de que ya no se puede seguir así, con el fantasma del miedo acechando y la crisis mordiéndoles los pies. “Nuestros padres fundaron el estado de Israel –les dijo Lapid- y a nosotros nos ha tocado pagar la hipoteca”.
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