ENRIQUE KRAUZE/REFORMA
Para José Manuel Valverde Garcés.
¿Por qué la reprobación en las doctrinas ha de cambiarse en odio a las personas?
Melchor Ocampo, “Reflexiones sobre la tolerancia”.
La primera acepción de la palabra “cómplice” que da el Diccionario de la Real Academia Española es ésta: “Que manifiesta o siente solidaridad o camaradería”. Es un uso común y corriente en la prensa mexicana. Es el mismo que emplea con frecuencia La Jornada para señalar a quienes critica o denuncia. En una rápida busca en Google encontré varias columnas editoriales de La Jornada donde se utiliza la fórmula “cómplice de” para denunciar (sobre temas como la criminalidad, la pederastia, la violación de derechos humanos, las guerras, etcétera) a entidades como el Gobierno, el Senado, el Congreso, el PRI, el Tribunal Federal Electoral, el Cisen, Estados miembros de la comunidad internacional, etcétera.
Fernando García Ramírez escribió el artículo “Cómplices del terror” en Letras Libres (marzo de 2004) para señalar críticamente (con testimonios del juez Baltasar Garzón y de Fernando Savater, y otras evidencias) la solidaridad de La Jornada por la organización terrorista ETA. Su uso de la fórmula “cómplice de” no fue distinto del que ha empleado La Jornada. Sintiéndose calumniada, la señora Carmen Lira, directora de La Jornada, ejerció su derecho de réplica en Letras Libres, que publicó su reclamación (abril de 2004), pero no conforme con ello quiso meter a la cárcel a García Ramírez, a quien también demandó por la vía civil junto con Letras Libres.
En los siete años que transcurrieron desde el inicio del conflicto hasta el fallo de la Suprema Corte en favor de Letras Libres, el diario La Jornada mencionó mi nombre sólo para hacerme objeto de denuestos, descalificaciones, infundios, o para señalar (con una carga de antisemitismo que no se veía en México desde los tiempos de Salvador Borrego) el hecho de que soy judío. Me pareció lamentable, pero nunca los demandé.
A partir del 18 de noviembre pasado, tras conocer del proyecto de la sentencia elaborado por el ministro Arturo Zaldívar, La Jornada -en el mejor estilo estalinista- comenzó a acusarme en sus páginas de ser agente de todas las fuerzas antipopulares, antinacionales, antimexicanas del mundo: la Mossad, la CIA, el terrorismo cubano de Miami, etc… Con humor, un amigo me escribió que La Jornada rompió el récord Guinness de ataques a una sola persona en un mismo día. Pero en línea la cosa era más seria: algunos lectores escribieron “Muerte a los traidores”.
Por encima de todo esto, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha negado a La Jornada el amparo que interpuso ante la resolución del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal que le fue adversa. Quienes hacemos Letras Libres tenemos la firme convicción de que la resolución es un triunfo de la libertad de expresión y por tanto de la democracia.
En su sentencia, el ministro Zaldívar hizo una exposición sobre el sentido de la libertad de expresión en las sociedades democráticas y fundamentó “la posición preferencial” que esa libertad debe gozar en ellas. “El valor constitucional de una opinión” -dice el texto- “no depende de la conciencia de jueces y tribunales” sino de su “competencia con otras ideas” en lo que se ha denominado “el mercado de ideas”. Es esa competencia y el consecuente “debate de ideas” que ella genera lo que “conduce a la verdad y a la plenitud de la vida democrática”. El razonamiento concluye así:
El debate en temas de interés público debe ser desinhibido, robusto y abierto, pudiendo incluir ataques vehementes, cáusticos y desagradablemente mordaces sobre personajes públicos o, en general, ideas que puedan ser recibidas desfavorablemente por sus destinatarios y la opinión pública en general… Estas son las demandas de una sociedad plural, tolerante y abierta, sin la cual no existe una verdadera democracia.
A partir de estas premisas, la Corte inscribió el comentario editorial dentro de un debate de ideas y posiciones ideológicas, y no como una imputación de terrorismo. Si expresiones críticas como las que empleó García Ramírez se volviesen materia judicial, tendríamos un tsunami de demandas en los tribunales. La primera afectada con esa restricción hubiera sido La Jornada, que usa con frecuencia esas expresiones y otras similares. Por eso, semanas antes de morir Miguel Ángel Granados Chapa -el mayor periodista de izquierda del último cuarto de siglo XX y principios del XXI- defendió la posición de Letras Libres recordando la máxima de Francisco Zarco, el mayor periodista liberal del siglo XIX: “La prensa se combate con la prensa”.
Para La Jornada, este combate de ideas es la “ley de la selva”. El león cree que todos son de su condición. Cualquier lector joven de La Jornada, cualquier lector histórico de La Jornada, conoce la inclinación radical del periódico. Señalar críticamente esa postura es un acto legítimo, no un acto salvaje. Contestar con una andanada de insultos, eso sí es la ley de la selva.
La izquierda intelectual de México, la de Narciso Bassols, Heberto Castillo y Jesús Silva Herzog, la de la generación de El Espectador y la de los líderes del 68, era sumamente crítica pero se identificaba con la tradición liberal. La izquierda mexicana debe recobrar su tradición liberal, que es inseparable de las convicciones firmes pero también de la tolerancia. Una amplia franja de la izquierda intelectual de hoy -dispersa en otros periódicos- lo ha comprendido y actúa en consecuencia. Nada le haría mejor al país que esa franja se consolidara.
La izquierda política de México, que ha dado grandes batallas en la era moderna, tiene un líder indiscutido: Andrés Manuel López Obrador. Siempre he sostenido que es un hombre honrado con una profunda y probada vocación social, pero critiqué también -de manera franca y abierta, como él mismo hace- su perfil redentorista. Ahora ese líder ha hablado de establecer una “República amorosa”. Enhorabuena. Para comenzar, bastará que con su ascendiente moral influya para desterrar el odio del periodismo de La Jornada.
Por lo que hace a Letras Libres, tras el fallo inapelable y final de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, deseamos pasar la página y reiteramos nuestra franca y abierta disposición para el debate de ideas.
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