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El periodista asturiano Diego Carcedo (Sobrecueva, Cangas de Onís, 1940), acaba de publicar “Entre bestias y héroes. Los españoles que plantaron cara al holocausto”, un libro editado por Planeta y con el que ganó el premio Espasa de Ensayo en su XXVIII edición. Presidente de la Asociación de Periodistas Europeos, Carcedo es un profesional con una dilatada trayectoria. En 1974 ingresó en Televisión Española y participó en el mítico programa Los Reporteros. Después ejerció como corresponsal en Lisboa y Nueva York, antes de ocupar la dirección de Informativos. También fue director de Radio Nacional de España.
¿Cómo acoge este galardón?
Primero con sorpresa. No lo esperaba. Y no estoy seguro de merecerlo. El título de Premio de Ensayo tengo la impresión de que me queda grande. Pero, claro, la respuesta no puede ser más que buena. Realmente me emocionó.
¿Qué le llevó a presentarse al premio Espasa de Ensayo?
Respondió a una sugerencia de amigos. Pero lo hice sin esperanza. Sabía muy bien que es un premio muy serio, con una tradición admirable y proporcionado por un jurado de un altísimo nivel intelectual y fama de riguroso y hasta bastante picajoso en sus apreciaciones.
Pues el jurado se decantó por su obra de forma unánime.
Eso me dijeron. Y eso me satisface un poco más, como me satisface saber que competía con trabajos muy interesantes que estoy deseando leer.
¿Había cultivado usted antes el género ensayístico?
Poco. El libro Entre bestias y héroes es una investigación y una recopilación histórica pero tiene la componente ensayística de aprovechar los hechos que se narran en el contexto en que se desarrollaron, tanto el escenario donde se perpetró el Holocausto — Alemania y países ocupados — como en España. Esta contextualización aporta creó un panorama que permite recordar y encuadrar aquellos años dramáticos en su espacio, en su tiempo en las circunstancias que lo fueron determinando.
¿Por qué vuelve a un tema que ya abordó antes cuando le dedicó un libro al Schindler español?
Me interesa desde hace mucho tiempo. Llevo años recopilando datos e información sobre el holocausto. Unos descubrimientos y unos contactos llevan a otro. Escribí Un Español frente al Holocausto, del que no se conocía prácticamente nada y el libro tuvo mucho éxito. Luego se hizo una película, El Ángel de Budapest , que pronto se estrenará en TVE, y las editoriales y revistas de historia me siguieron reclamando nuevos trabajos. Estamos, por decirlo de algún modo, recuperando el tiempo perdido. En España estos asuntos permanecieron en el olvido durante décadas. Creo que es importante que se conozca y me estimula contribuir a hacerlo el comprobar a diario que despierta interés. Estos días, por ejemplo, estoy sorprendido del éxito mediático que ha despertado “Entre bestias y héroes” y, por lo que me cuentan, la buena acogida que está teniendo en las librerías.
Esos españoles que ayudaron a los judíos, ¿actuaban al margen del régimen franquista, afín al nazismo?
Sin duda. El Franquismo no hizo casi nada y podía haber hecho mucho para salvar vidas. Luego intentó capitalizar lo que hicieron algunos de sus diplomáticos muchas veces por su cuenta. Incluso lo que hicieron algunos diplomáticos fue castigado cuando se supo en el Ministerio de Exteriores, particularmente en los tiempos de Ramón Serrano Súñer, un declarado antisemita, como ministro. Los particulares que ayudaron a judíos lo hicieron a escondidas y sabiendo lo que se jugaban. Alguno tuvo que huir de España. Y entre los que lo hicieron desde fuera, desde el exilio, alguno acabó pagando con su vida. Fue el caso del anarquista asturiano, de Oviedo, Francisco Ponzán Vidal.
¿Cuál fue su historia?
Desde su exilio en Francia montó una red clandestina para ayudar a los judíos a pasar a través de los Pirineos a España. Cuando fue descubierto fue detenido, fusilado por los nazis y sus restos quemados en el incendio intencionado del bosque donde se llevó a cambio la ejecución. Ponzán había nacido en Asturias pero estudió Magisterio en Huesca, donde había ejercido de maestro. En Aragón le rindieron homenajes. Le consideran un héroe. En Asturias sin embargo, hasta donde yo sé, se ignora su existencia.
¿A cuántos judíos consiguieron salvar esos españoles?
No hay manera de precisar el número. Utilizando cifras de algunos investigadores, que yo no me atrevo ni a rechazar ni a aceptar, entre 30.000 y 60.000. Pero podrían haber sido muchas más si el Régimen no se hubiese mostrado tan proclive y tan amigo de Hitler. Claro que Franco tenía muchas razones para estarle agradecido.
¿Cuál fue la actuación de la Iglesia en esta obra humanitaria?
El nacionalcatolicismo reinante colaboró poco, muy poco, casi nada. Antes al contrario, muchos obispos y curas dedicaron muchos sermones y homilías a atacar a los judíos de forma despiadada e injusta. Lo menos que les atribuían era haber matado a Jesucristo. Las hemerotecas están llenas de testimonios bochornosos de sacerdotes y prelados. Pero siempre hay excepciones muy honrosas como las de un fraile de Jaca que ocultaba a los judíos que llegaban en la sacristía o la historia del fraile que enseñaba idiomas en Valencia y acabó siendo fusilado por la Gestapo, víctima en buena medida de su bondad e ingenuidad. Pero, no era español, era austríaco.
¿Es usted un periodista reconvertido en historiador?
En mis libros cuento historias que deberían haber sido noticias y procuro contarlas no con la densidad que a menudo requiere la investigación histórica, si no de forma sencilla, es decir, periodística. Procuro que lo que cuento pueda ser leído y entendido por todos, incluida mi madre que tiene 94 años.
¿Su libro también es un ejercicio de memoria histórica?
Por supuesto. Son recuerdos convertidos en historia. Recuerdos quizá pequeños o menores de un hecho terrible, el hecho más terrible que la memoria nos recuerda todos los días: el holocausto. En España se intentó hacer olvidar por decreto hechos que ocurrieron y que no deben ser olvidados. No para reverdecer odios, desde luego, ni para estimular ajustes de cuentas. Deben ser recordados para que las futuras generaciones e incluso las presenten, eviten volver a repetirlos, aunque eso lo veo difícil. La Historia enseña, pero con poco éxito. La monstruosidad del holocausto ya la hemos revivido en tiempos más próximos en países como Camboya o Ruanda; y la sociedad mundial hizo muy poco o nada por evitarlo.
En clave asturiana, ¿qué piensa de un posible cierre de la TPA?
Pues lamentable, qué voy a decir. Ahogar a un medio de comunicación de todos, con un prestigio bien ganado, no me parece que sea la mejor manera de encarrilar a una región con tanta personalidad como Asturias hacia un futuro de modernidad y progreso. Espero y deseo que los asturianos, empezando por sus representantes parlamentarios y por la renuncia a los efectos de un calentón político de los precarios gobernantes del momento, encuentren fórmulas para evitarlo.
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