DANIEL FAINSTEIN* / REVISTA JADASHOT**
Janucá, tal vez más que ninguna otra festividad judía, refleja como un caleidoscopio en movimiento múltiples perspectivas y visiones acerca de lo que significa ser judío. Esto se debe entre otras razones a que es una festividad tardía, no aparece en el Tanaj y las fuentes sobre su origen y sentido son variadas y diversas.
La respuesta más popular sobre el porqué de su observancia radica en el milagro del aceite, tal como lo relata el Talmud: “Cuando ingresaron los griegos al santuario del Templo impurificaron todos los aceites. Cuando el reinado de la casa de los Hasmoneos, los vencieron y triunfaron sobre ellos, buscaron y no encontraron sino un solo recipiente que estaba con el sello del sumo sacerdote. Este recipiente no alcanzaba más que para encender por un sólo día. Se produjo un milagro, lo encendieron y duró ocho días. Para los años siguientes establecieron que esos días serían festivos con alabanzas y alabanzas a D-os.” (Tratado de Shabat 21b, Talmud de Babilonia, siglo IV, etc.)
Lo interesante de esta explicación es que por una parte es muy tardía —más de cuatro siglos después de los acontecimientos históricos, ocurridos hacia el año 168, a.e.c. La mayoría de las otras fuentes, más cercanas al momento de los hechos, mencionan otras razones para esta celebración.
En el Sidur, nuestro querido libro de oraciones se incorpora en Janucá el siguiente texto, al recitar en silencio la Amidá: “Te agradecemos, D-os nuestro por la milagrosa liberación que concediste a nuestros padres en tiempos pasados, en esta fecha. En los días de Matatías, hijo de Yohanan, Sumo Sacerdote Hasmonaita, el tiránico poder de Grecia se levantó contra tu pueblo para que abandonasen la Torá y la violase. Mas Tú, con Tu bondad, los sostuviste durante su angustia, asumiste su defensa y vindicaste su causa. Entregaste a los fuertes en mano de los débiles, a los numerosos en manos de pocos, a los malos en manos de los buenos, y a los arrogantes en manos de los que manan y practican tu Torá. La salvación de Israel vieron las naciones, el mundo presenció Tu grandeza. Después encontraron tus hijos al santuario y lo restauraron, encendieron luminarias en los atrios de Tu morada y consagraron los ochos días de Janucá, para cantar Tu grandeza y agradecer Tu salvación.”
Aquí no se menciona el milagro del aceite sino el milagro de la supervivencia del pueblo judío y el constante apoyo del Divino, en su lucha contra los gobernante seléucidas. Las fuentes más cercanas a los acontecimientos son los libros de los Macabeos, dos de los cuales fueron incorporados en las biblias católicas como parte del llamado Antiguo Testamento, pero fueron excluidos del Tanaj, o Biblia Hebrea. Los motivos de esta exclusión son complejos pero podemos mencionar su dotación tardía, cuando casi todo el canon Bíblico ya estaba en proceso de formación y la oposición de los rabinos a la dinastía de los Hasmoneos, es decir a los sucesores de los Macabeos.
Bajo el dominio romano, un libro que exaltará la lucha contra el gobernante pagano, era considerado como ‘subversivo’ y peligroso, por las trágicas consecuencias que los grupos judíos extremistas causaron en los levantamientos contra Roma en el año 68 y que culminaría en la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 y la rebelión de Bar Kojbá en los años 135-138 de nuestra era.
De todas formas en estos libros se comenta el porqué de la celebración de Janucá sin mencionar el milagro del aceite: “Judas y hermanos dijeron: Nuestros enemigos están vencidos; subamos pues, a purificar el lugar santo y a celebrar su dedicación. Se reunió el ejército y subieron al monte Sión. Cuando vieron al santuario desolado, al altar profanado, las puertas quemadas… rasgaron sus vestidos, dieron muestra de gran dolor y pusieron cenizas sobre sus cabezas… Deliberaron sobre lo que había que hacerse con el altar de los sacrificios que estaba profanando. Con buen parecer acordaron demolerlo… Tomaron luego piedras sin labrar y construyeron un nuevo altar como el anterior… El día 25 del noveno mes llamado Kislev, del año 148 (diciembre de 164) se levantaron al romper el alba y ofrecieron sacrificios sobre el nuevo altar… El pueblo entero se postró en tierra y adoró y bendijo al Cielo que los había conducido al triunfo. Durante ocho días celebraron la dedicación del altar y ofrecieron con alegría holocaustos y el sacrificio de comunión y acción de gracias… Hubo grandísima alegría en el pueblo y el ultraje inferido por los gentiles quedó borrado.” (Libro de los Macabeos I 4:36-39 – 44-47; 52-58).
En el libro de los Macabeos II, se da otra razón del porqué de esta celebración: “Y ahora les escribimos para que celebren los días de la festividad de Sucot (desde el 2 al día 25) en el mes de Kislev del año 188… Aconteció que el mismo día en que el Templo había sido profanado por los extranjeros, es decir, el 25 del mismo mes que es Kislev, tuvo lugar la purificación del templo. Lo celebraron con alegría como en la Fiesta de Sucot, recordando cómo, poco tiempo antes, por la fiesta de Sucot, estaban cobijados como fieras en montañas y cavernas. Por ello, llevando ramas hermosas y palmas entonando himnos hacia Aquél que había llevado a buen término la purificación de Su lugar de residencia. Por público decreto y con el consenso de todos, prescribieron que toda la nación de los judíos celebrase anualmente aquellos mismos días.” (Macabeos II, cap 1: 9 y 10: 6-9).
Es decir, que los judíos celebraron en el mes de Kislev la festividad de Sucot que no pudieron celebrar el mes de Tishrei, porque estaban ocupados peleando contra el enemigo.
El Talmud nos da una explicación adicional: “Enseñaron nuestros sabios: Cuando vio el primer ser humano (Adam) que el día se hace cada vez más corto y disminuía la luz, se dijo: “iPobre de mí que por haber sido incapaz y haberme comportado mal (o por descomponerse mi cuerpo) el mundo se obscurece para mí y retorna al caos. Ésta es una muerte que se decreta desde el cielo!” Permaneció ocho días en ayuno y oración. Cuando vino el mes de Tevet y vio que los días comenzaron a hacerse más largos se dijo: “Así es la forma en que se maneja regularmente el universo.” Fué y celebró ocho días. En los próximos años convirtió a éstos en festivos. Fueron instaurados para el cielo y para el culto de los astros.” (Tratado de Avodá Zará 8a, Talmud de Babilonia).
En esta fuente rabínica es el temor al caos primigenio y la obscuridad lo que promueve una ceremonia de encendido de luces, en la cercanía al día más corto del año. Con el desarrollo del movimiento sionista se enfatizó el heroísmo de los Macabeos como precursores de los Jalutzim, los pioneros que llegaron a Eretz Israel a “construir la tierra y a reconstruirse”. En sus canciones y celebraciones se minimizaba la intervención divina y se exaltaba el factor humano como agente y motor de la historia.
¿Cuál es la verdadera razón de la observancia de la Janucá? La memoria colectiva judía nos presenta diversas alternativas y argumentos que pueden integrarse en un marco armónico o pueden solucionarse alternativamente como “la razón” fundamental.
Lo que no puede faltar si queremos preservar nuestro legado es el encendido de las velas en familia, con su magia y simbolismo que nos convocan a incluirnos en la fascinante historia del pueblo de Israel.
Presentamos algunas de las fuentes de Janucá, para mostrar la riqueza de la tradición espiritual de Israel, que no se agota en explicaciones simplistas, sino que incluye una multiplicidad de sentidos para celebrar el triunfo del espíritu del pueblo judío en el mundo y su constante fidelidad a D-os.
La lucha por sustentar el orden cósmico y la luz como símbolo de dicha celebración son claros e inspiradores. El milagro es un fundamento de la fe y el estudio de las diversas fuentes de Janucá nos señala que existen numerosos milagros para celebrar, en las noches más largas del año, por medio de la luz de nuestra esperanza.
*El Dr. Daniel Fainstein es Rector de la Universidad Hebráica de México.
** (Año 5, número 23, diciembre 2011, págs 16-17).
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