La nueva esperanza de Gingrish

 

CAROLINE B. GLICK/PORISRAEL.ORG

El viernes pasado, el favorito para la nominación presidencial republicana, el ex presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich, hizo algo revolucionario. Contó la verdad acerca de los palestinos. En una entrevista con el Canal Judío, Gingrich dijo que los palestinos son un pueblo “inventado”, “que de hecho son árabes.”

Su declaración acerca de los palestinos fue completamente adecuada. A finales de la década de 1920, el “pueblo palestino” fue creado artificialmente con la población árabe de “La Gran Siria”. “La Gran Siria” incluía a la Siria de nuestros días, Líbano, Israel, la Autoridad Palestina y Jordania. O sea, el pueblo palestino fue inventado 91 años atrás. Además, como destacó Gingrich, el término “pueblo palestino” sólo se volvió ampliamente aceptado después de 1977.

Como relató Daniel Pipes en un artículo de 1989 sobre el tema en el Middle East Quarterly, los árabes radicados en lo que se convirtió en Israel optaron por una identidad nacional “palestina” local en parte debido a su sensación que sus hermanos en Siria no estaban suficientemente comprometidos con la erradicación del Sionismo.

Desde que Gingrich habló el viernes, su declaración fácticamente adecuada ha estado bajo ataque desde tres direcciones. Primero, ha sido atacada por apologistas palestinos en el bando posmodernista. Hablando para CNN, Hussein Ibish de la Fuerza de Tareas Americana sobre Palestina afirmó que la declaración de Gingrich era una atrocidad debido a que si bien el estaba en lo correcto acerca que los palestinos eran un pueblo artificial, en la opinión de Ibish, los israelíes eran igual de artificiales. O sea, el igualó el nacionalismo de 91 años de los palestinos con el nacionalismo de 3500 años de los judíos.

En sus palabras, “Llamar a los palestinos ‘un pueblo inventado’ en un intento obvio por socavar su identidad nacional es atroz, especialmente ya que no hubo tal cosa como un ‘israelí’ antes de 1948”.

El disparate de Ibish es fácilmente descartado a través de una simple lectura de la Biblia hebrea. Como cualquier semi-letrado en hebreo reconoce, los israelíes no fueron creados en 1948. Tres mil años atrás, los israelíes fueron liderados por un rey llamado David. Los israelíes tenían una mancomunidad independiente en la Tierra de Israel, y su ciudad capital era Jerusalem.

El hecho que 500 años atrás el Rey James renombrara a los israelíes “israelitas” es irrelevante para la verdad básica que no hay nada nuevo o artificial acerca del pueblo israelí. Y el Sionismo, el movimiento nacional de liberación judío, no surgió en competencia con el nacionalismo árabe. El Sionismo ha sido una característica central de la identidad judía durante 3500 años.

La segunda línea de ataque contra Gingrich niega la veracidad de su afirmación. Luminarias palestinas como el no electo Primer Ministro Salam Fayyad de la Autoridad Palestina dijeron a CNN, “El pueblo palestino habitó la tierra desde el amanecer de la historia”.

La afirmación históricamente infundada de Fayyad fue más expuesta por el miembro del Consejo Revolucionario de Fatah, Dmitri Diliani en una entrevista con CNN. “El pueblo palestino descendió de la tribu canaanita de los jebuseos que habitaron el antiguo territorio de Jerusalem tan temprano como el año 3200 A.C.”, afirmó Diliani.

La Tierra de Israel tiene la mayor densidad de sitios arqueológicos en el mundo. Judea, Samaria, la Galilea, el Neguev, las Alturas del Golán, y otras áreas del país están abarrotadas de pruebas arqueológicas de las comunidades judías. En cuanto a Jerusalem, literalmente toda pulgada de la ciudad contiene pruebas físicas de los derechos históricos del pueblo judío a la ciudad.

A la fecha, ninguna prueba arqueológica o de otro tipo ha sido encontrada que vincule a los palestinos con la ciudad o con los jebuseos.

Desde una perspectiva política interna norteamericana, la tercera línea de ataque contra la declaración fáctica de Gingrich ha sido la más importante. Los ataques involucran a conservadores desde adentro de Washington, muchos de los cuales son abiertos partidarios del principal rival de Gingrich para la nominación presidencial republicana, el ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney.

A la fecha, la representante más emblemática de los atacantes ha sido la bloggera del Washington Post, Jennifer Rubin. Estos argumentan que aún cuando Gingrich dijo la verdad, fue irresponsable e impropio de un estadista que haya hecho eso.

Como lo dijo Rubin el lunes, “¿Los conservadores realmente piensan que es una buena idea que su nominado revierta décadas de política norteamericana y nieguen que hay una identidad nacional palestina?” En su opinión Gingrich es un lanzallamas irresponsable debido a que está dando su espalda a un consenso bipartidario de 30 años. Ese consenso está basado en ignorar el hecho que los palestinos son un pueblo artificial cuya identidad no surgió de ninguna experiencia histórica compartida, sino de la oposición al nacionalismo judío.

El objetivo político del consenso es establecer un estado palestino independiente al oriente del Río Jordán que vivirá en paz con Israel.

Esta política fue promovida en forma obsesiva durante la década de 1990 hasta que fracasó completamente en el 2000, cuando el dirigente palestino Yasser Arafat rechazó la oferta de estado palestino del entonces primer ministro Ehud Barak y del entonces presidente norteamericano Bill Clinton y comenzó la guerra terrorista palestina contra Israel.

Pero en lugar de reconocer que la política – y la adopción de la identidad nacional palestina en su corazón – había fracasado, y considerar otras opciones, el establishment político de Estados Unidos en Washington se aferró a él para salvar la vida. Republicanos como el mentor de Rubin, el ex vice consejero de seguridad nacional Elliot Abrams, pasaron a apoyar en forma entusiasta la retirada de Gaza por parte de Israel en el año 2005, y a presionar por la participación de Hamas en las elecciones palestinas del año 2006. Esa retirada y esas elecciones catapultaron al grupo terrorista jihadista al poder.

El consenso que rechazó a Gingrich contando la verdad acerca de la naturaleza artificial del nacionalismo palestino estuvo basado en un intento de encuadrar el apoyo popular por Israel con la predilección de la élite por el apaciguamiento. Por un lado, debido al abrumador apoyo público de una fuerte alianza norteamericana con Israel, la mayoría de los legisladores norteamericanos no se han atrevido a abandonar a Israel como aliado de Estados Unidos.

Por el otro lado, los legisladores norteamericanos han estado históricamente incómodos teniendo que defender a Israel ante sus colegas europeos contrarios a Israel y ante sus interlocutores árabes que comparten el rechazo de los palestinos del derecho de Israel a existir.

La política de buscar fundir una política de apaciguamiento árabe anti-Israel con una política anti-apaciguamiento pro-Israel fue adoptada por sucesivos gobiernos norteamericanos hasta que fue descartada en forma sumaria por el Presidente Barack Obama tres años atrás. Obama reemplazó la política de dos cabezas por una de puro apaciguamiento árabe.

Obama pudo justificar su movimiento debido a que la política de dos puntas había fracasado. No había paz entre Israel y los palestinos. El precio del petróleo se había disparado, y los intereses norteamericanos a través de la región eran cada vez más amenazados.

Por su parte, Israel estaba mucho más vulnerable al terror y la guerra que lo que había estado en años. Y su aislamiento diplomático era agudo y creciente.

Desafortunadamente tanto para Estados Unidos como para Israel, la ruptura de Obama con el consenso ha desestabilizado a la región, ha puesto en peligro a Israel y a los intereses norteamericanos en un grado mucho mayor que lo que habían estado bajo la fallida política de dos vías de sus predecesores. A través del mundo árabe, las fuerzas islamistas están en ascenso.

Irán está al borde de convertirse en una potencia nuclear.

Estados Unidos ya no es más visto como una potencia regional creíble mientras retira sus fuerzas de Irak sin victoria y paraliza sus fuerzas en Afganistán, condenándolas al desgaste y derrota, y abandona a sus aliados país tras país.

El marcado contraste entre el rechazo de Obama del consenso fallido por un lado y el rechazo de Gingrich del consenso fallido por el otro lado indica que Gingrich bien puede ser el perfecto contraste de Obama.

La voluntad de Gingrich de declarar y defender la verdad acerca de la naturaleza del conflicto palestino con Israel, es la respuesta perfecta al desastroso discurso de Obama “al mundo musulmán” en El Cairo en junio del 2009. Fue en ese discurso que Obama abandonó oficialmente el consenso bipartidario, abandonó a Israel y la verdad acerca del Sionismo y los derechos nacionales judíos, y adoptó completamente la mentira del nacionalismo y derechos nacionales palestinos.

 

Tanto Rubin como Abrams y Romney, justificaron sus ataques contra Gingrich y su defensa del consenso fallido destacando que ningún líder israelí estaba diciendo lo que Gingrich dijo. Rubin llegó tan lejos como para alegar que las palabras verdaderas de Gingrich acerca de los palestinos dañan a Israel.

Esto es por supuesto absurdo. Lo que muchos norteamericanos no reconocen es que los dirigentes israelíes no son tan libres para decir la verdad acerca de la naturaleza del conflicto como los norteamericanos. En vez de mirar a Israel como líder en este tema, los líderes norteamericanos harían bien en ver a Israel como el equivalente de Alemania Occidental durante la Guerra Fría. Con la mitad de Berlín ocupada por el Ejército Rojo y Berlín Occidental sirviendo como amortiguador para una invasión soviética de Europa Occidental, los dirigentes de Alemania Occidental no eran tan libres para decir la verdad acerca de la Unión Soviética como lo eran los dirigentes norteamericanos.

 

Hoy, con Jerusalem bajo constante amenaza política y terrorista, con toda Israel cada vez más rodeada por regímenes islamistas, y con el gobierno de Obama abandonando el apoyo norteamericano tradicional por Israel, se está volviendo menos y menos razonable esperar que Israel asuma el liderazgo retórico de contar verdades importantes y difíciles acerca de la naturaleza de sus vecinos.

Cuando Romney criticó la declaración de Gingrich como de poca ayuda para Israel, Gingrich respondió, “Yo me siento bastante confiado en que una cantidad asombrosa de israelíes encontraron agradable tener a un americano contando la verdad acerca de la guerra en medio de la que están, y de las víctimas fatales que están teniendo y de la gente alrededor de ellos que dice, ‘Ellos no tienen derecho a existir y nosotros queremos destruirlos”. Y él está absolutamente en lo correcto. Fue más que agradable.

Fue alentador.

Treinta años de mentiras norteamericanas anteriores a Obama acerca de la naturaleza del conflicto en un intento por equilibrar el apoyo a Israel con el apaciguamiento de los árabes no hicieron más seguro a Estados Unidos o más pacífico al Medio Oriente. Un retorno a esa política bajo un nuevo presidente republicano no será suficiente para restaurar la estabilidad y seguridad en la región.

Y la necesidad de tal restauración es aguda. Bajo Obama, los últimos tres años de abandono norteamericano de la verdad acerca de Israel por las mentiras palestinas han hecho menos estable a la región, a Israel más vulnerable y a Estados Unidos menos respetado y más amenazados los intereses norteamericanos.

La declaración de verdad de Gingrich no fue un acto incendiario irresponsable. Fue el inicio de un antídoto para el abandono de la verdad y la razón en favor de mentiras y apaciguamiento por parte de Obama. Y como tal, no fue una causa de enojo. Fue una causa de esperanza.

 

 

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