BECKY RUBINSTEIN F EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO
Bárbara Rush, ejemplar escritora y cuentacuentos norteamericana, nos regala, esa es la palabra, un espléndido libro sobre Janukiot –de lámparas para la Fiesta de Januká, cada una de ellas ejemplo de imaginación y esplendor. Sesenta son las asombrosas janukiot procedentes de catorce países, de tres continentes -y se dice fácil, con una historia de nueve siglos.
Imaginamos a Bárbara –quien ha viajado por el mundo, conmoviendo a sus escuchas con sus historias en sinagogas, bibliotecas, teatros y festivales. De seguro, ha relatado historias de Januká, La Fiesta de las Luminarias, de su propia invención.
O tal vez, prestadas por insignes escritores idish, como Isaac Bashevis Singer, quien gozaba desde tierna edad, de la única fiesta judía dirigida a los niños; gozada por los niños y recordadas en la edad adulta.Y entre que son latkes o sufganiot, es decir, los manjares propios de la festividad- pasamos las hojas del magnífico libro de colección en un viaje por el tiempo, con la voz de Bárbara Rush como guía. Su plática introductoria se remite a tiempos del Talmud, cuando la janukiá era de barro cocido, redonda o abombada y con ocho orificios para el aceite.
Durante la Edad Media , según palabras de nuestra guía, el arte de confeccionar janukiot floreció como nunca antes .En tiempo de persecución, Cruzadas y expulsiones el goce de una fiesta de libertad y paz –como la celebrada año tras año el día 25 del mes de Kislev-era remanso seguro para el judío diaspórico.Por centurias –se nos dice- la janukiá reflejó y sigue reflejando la cultura -opulenta o de carencias- de sus judíos., y el ambiente en que fueron creadas.
Una de ellas, verbigracia, nos remite al mundo del libro de Las mil y una noches: el shamash-la vela que enciende, noche tras noche, a sus velas hermanas- es nada más ni nada menos, que una lámpara como la del cuento de “Aladino y la lámpara maravillosa”. Y para rematar, cada luminaria presume piedras preciosas y semipreciosa en sus brazos de puro argento: un verdadero agasajo para la vista es esta janukya creada en Hungría en los albores del siglo veinte.
De la Italia del siglo XIV, fabricada en bronce, es una lámpara inspirada – de acuerdo a una leyenda- en el altar sustraído del Primer Templo y guardada por los macabeos. Dos leones , símbolos de fuerza, y protección divina, cuidan la intensa flama que nace de un pebetero. De Francia o de España, también del siglo XIV, es la janukiá de bronce de reminiscencia española la que, en asombroso sincretismo, refleja los rosetones de la arquitectura cristiana del siglo XIII, como la de Chartres. De Venecia y del siglo XII – XVIII –prosigue Bárbara Rush- proviene una janukiá que reproduce en bronce una góndola.
Entonces, cuenta la cuentacuentos, cantores en góndolas viajeras se detenían en los hogares iluminadas por las lámparas festivas, quienes inspirados, les regalaban las más bellas canciones de su repertorio.Del siglo XVIII , continúa Rush, hallamos un ejemplo de janukia que nos conmueve más por su simbolismo que por su belleza. Se trata de un espécimen en bronce que rescata el acto heroico de Judith, joven y atractiva viuda, quien vengó a su pueblo a través de la muerte, más bien de la decapitación, de Holofernes, capitán de las huestes babilónicas, siglos antes de la saga macabea.
El mensaje es claro –agrega nuestra guía: “Januká es una fiesta para la mujer”.
Del norte de África y del mismo siglo, es la janukiá de bronce martelinado con una estrella de David en el centro, símbolo mágico durante la Edad Media cuando se creía en sus poderes protectores, de ahí que apareciera en amuletos, por ejemplo, en Marruecos donde la Kábala floreció de manera peculiar. De Ukrania, y de la misma centurias, es la maravillosa lámpara de filigrana , mitad plata , mitad dorada, según nos cuenta nuestra incansable guía, típica en aquellos lares. Por otra parte, posee no uno, sino dos shamashim, como las fabricadas en Alepo en Siria: donde, por un lado, se agradecía al Cielo haber salido sin daño de España durante la expulsión, y por el otro, haber llegado sin daño alguno a puerto seguro.
De Irak, del siglo XVIII, es la janukiá de bronce y vidrio verde bandera que reproduce a los lados y en la parte del centro, el jamsa tradicional, o sea la mano expuesta, que representa la letra hei del alfabeto hebreo: es decir, el número cinco, una manera de representar –acota nuestra experta guía- al nombre de Dios. La presencia de la mano extendida, garantiza protección contra el mal de ojo. Entre otras cosas, en Siria, además de la janukia, se encendían velas en forma de jamsa. De Alemania y también del siglo XVIII es la janukia de plata pura en forma de animales míticos de protección, como el pavo real, del cual emergen ocho cabezas, es decir, los ocho brazos de esta espléndida e ingeniosa obra de arte.
De Polonia y del siglo XVIII es la janukia en plata que representa al árbol de la vida. Los judíos de Polonia –se nos explica- lograron alcances supremos en la fabricación de artículos litúrgicos, como la menorá de nueve candelas. Encomiable la finura de sus brazos; detallados, las bestias rescatadas de los bosques de Europa del este.De Ucrania, ahora del siglo XIX , es una janukia de plata toda de filigrana floral con un elemento que la distingue: una corona real en el centro, asociada, al poder divino. Y de Alemania, una singular pieza elaborada en pewter y bronce compuesta por ocho sillas de la época, con una silla en medio, a la manera de shamash. Por supuesto que incluyen un orificio para sus correspondientes velas.
Esta janukiá, igual que muchas de Persia y Afganistán, se distinguen por su no alineación. Es decir, cada una de las figuras están en su sitio y en paz.Dentro de dicha rica y maravillosa colección las hay de cerámica vitrea, como la fabricada en Viena en el siglo XIX, y de Alemania, pero del siglo XX, es la janukiá de cerámica vitrea en verde que simboliza un tronco de árbol fragmentado en dos: una sección dirigida al oeste, la otra al oeste, epítome de la Alemania dividida en oriental y occidental por el Muro de Berlín.
Y, sin agotar el tema, Barbara Rush, nos muestra una interesante janukiá de 1974 fabricada con madera, tela y plástico. Ocho son las estatuas de la libertad que sostienen en la mano derecha una antorcha que guía a los desprotegidos, a los sin hogar, a los Estados Unidos de Norteamérica. La singular janukia, además de reproducir estatuas libertarias, multiplica el azul, el rojo, el blanco y las estrellas de la bandera de los confederados.
La obra creada por Mae Shafter Rockland –que se asocia, de algún modo a la saga macabea,- puede admirarse en el Museo judío de Nueva York. Y lo llamativo, fue donada por su autora.Nuestra guía concluye con una pertinente aclaración: “Esta lámpara festiva, a diferencia de las anteriores, no es anónima, esabiertamente personalizada. Sin embargo, no claudica en lo esencial: en la lucha del pueblo judío –o de cualquier pueblo del orbe- en aras de la libertad.
Rush, Bárbara, The lights of Hanukkah, ed. Stewart Tabori & Chang, New York, 2003.
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