SERGIO VILLA/LA VANGUARDIA.COM
La escritora Francine Prose relata en “Ana Frank. La creación de una obra maestra”, las vicisitudes de uno de los libros más conmovedores y más leídos del siglo XX.
Se ha dicho de Ana Frank que fue “la víctima individual más reconocida y reconocible del antisemitismo nazi, o de cualquier otro genocidio anterior o posterior”. Su Diario, escrito entre 1942 y 1944 -de los trece a los quince años- y publicado póstumamente en 1947, es una obra de gran fuerza y uno de los libros más leídos del siglo XX. Retrata la convivencia de Ana, sus padres y su hermana, con otras cuatro personas, también judías, en un refugio clandestino durante la ocupación nazi de Holanda. Y acaba tres días antes de su detención por miembros de las SS y holandeses colaboracionistas en agosto de 1944.
Ana y su hermana Margot murieron de tifus en el campo de Bergen-Belsen, y de los demás ocupantes solo quedó vivo Otto Frank (a quien Ana adoraba) quien de vuelta a Amsterdam recuperó los papeles de su hija. El ´Diario´ recoge la convergencia de tres tensiones: la de Ana, en su paso de la niñez a la adolescencia; la del grupo de personas encerradas durante dos años, en un entorno pavoroso, y la cuenta atrás que el lector conoce, pero la narradora no, hacia el trágico fin que le espera.
Varias versiones
Todos los libros míticos tienen una historia. Francine Prose nos resume en Ana Frank. La creación de una obra maestra (Duomo ediciones) algunas cosas ya sabidas, y profundiza en otras menos conocidas.
Contra lo que a menudo se ha dicho, el Diario no es un producto espontáneo ni un documento ingenuo. Ana Frank se consideraba a sí misma una verdadera escritora y quería que sus anotaciones formaran parte de la memoria documental holandesa sobre esos años siniestros.
Hizo dos redacciones del diario: la llamada versión “a”, con su primera escritura, y la “b”, revisión a fondo de los textos iniciales, realizada en los meses previos a su detención.
Sin embargo, la versión del diario más difundida es la llamada “c”, elaborada por su padre después de la guerra, combinando elementos de la “a” y la “b”. En su versión, Otto Frank eliminó o dulcificó párrafos relativos a la sexualidad de la joven y a la (mala) relación de sus padres; Francine Prose relativiza esta censura y elogia en cambio su trabajo para dotar de ritmo al libro. Otto pidió a su amigo, el dramaturgo Albert Cauvern, que lo revisara, realzando su calidad.
La llamada edición crítica, publicada en 1986 por el Instituto Holandés para la Documentación de la Guerra, coteja en columnas paralelas las tres versiones.
Banalización
El Diario se publicó primero en holandés (con seis reediciones en tres años); en 1950 apareció en alemán -aligerado de alusiones antialemanas- y finalmente fue publicada en EE.UU. por Doubleday, con un prólogo de Eleanor Rossevelt. Constituyó rápidamente un gran best seller que cosechó ofertas de adaptación a otros medios. Primero al teatro: tras declinar la oferta Lilian Hellman y Carson Mc Cullers, se encargaron de realizarla Frances Goodrich y Albert Hackett, guionistas profesionales de exitosos melodramas y comedias. La obra, protagonizada por Susan Strasberg, arrasó en Broadway.
Para Francine Prose esta versión teatral banaliza tremendamente a Ana, convirtiéndola en una teen ager a la americana de la generación de Elvis Presley, y en su afán de universalizarla reduce al mínimo el componente judío de su tragedia. Algo mejor le parece la adaptación cinematográfica de George Stevens, realizador que había acompañado a las tropas norteamericanas en la liberación de los primeros campos de concentración, y la había grabado.
En cualquier caso, adaptación teatral y versión cinematográfica contribuyeron decisivamente a que el testimonio de la adolescente judía llegara a ser conocido en todo el mundo. Y sigue siendo una lectura obligada: tan solo en España, en edición de bolsillo, el Diario fue uno de los libros más vendidos de no-ficción entre 1975 y el 2000, superando el millón de ejemplares.
Como reflejo de la infamia nazi, el Diario es más digerible que otros documentos, terribles de principio a fin. Aquí hay notas de humor y costumbrismo, y la acción se detiene exactamente donde el verdadero horror empieza. Aún así, Prose muestra que sucesivas suavizaciones fueron inseparables de su impacto. Pero con o sin ellas sostiene también, y estoy de acuerdo, que la obra de Ana Frank tiene todo el poder de las obras maestras.
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