UNIVISIÓN
La emoción provocada en Israel por las discriminaciones contra las mujeres, perpetradas por judíos religiosos extremistas, demuestra la exasperación creciente de una mayoría de israelíes con respecto a una población ultra-ortodoxa en plena expansión.
Bet Shemesh, una ciudad reciente de 80.000 habitantes al oeste de Jerusalén, poblada en su mayoría por judíos ortodoxos, fue hace poco teatro de violencias entre policías y extremistas religiosos que reclaman una separación estricta entre hombres y mujeres.
Estos incidentes se produjeron en un ambiente de tensión creciente con los laicos que denuncian la segregación impuesta por los ultra-ortodoxos en los lugares públicos, en particular en algunas líneas de autobuses.
“Aún cuando la tensión entre los haredim (“los que temen a Dios”) y los otros israelíes es latente, no se puede negar que ésta alcanzó un nuevo punto culminante”, estimó Menahem Friedman, profesor emérito de sociología de la universidad de Bar-Ilan. Los ultra-ortodoxos de Bet Shemesh han instalado carteles en el barrio donde viven que llaman a la separación entre hombres y mujeres en la calle.
En un incidente, del cual los medios reflejaron la conmoción que provocó, uno de estos extremistas escupió a una niña de 8 años acusándola de estar vestida de manera impúdica. Según las proyecciones de los demógrafos, los “haredim”, que representan hoy más o menos un 10% de la población, podrían llegar al 20% de aquí 20 o 30 años.
La radicalización de una parte de los ultra-ortodoxos no debe llevar a una generalización abusiva, estimó sin embargo Daniel Haik, jefe de redacción jefe del semanario ultra-ortodoxo Hamodia. “La mayoría de los ultra-ortodoxos no se identifican con la violencia de los ‘sicarios’ de Bet Shemesh, que sólo cuentan con una decena de miembros”, afirmó.
Llamados así en referencia a un grupo de judíos zelotes del siglo I, los “sicarios” tienen sus orígenes en un grupo de antisionistas radicales, estimados en 1.500 personas, que representant 2% de la población ultra-ortodoxa total. Entre estos grupos, los Neturei Karta, particularmente virulentos en su oposición al sionismo y al Estado judío, son los más conocidos.
Según Friedman, el escándalo provocado por la segregación de los sexos impuesta por estos extremistas es el símbolo de una antipatía más profunda de una mayoría de los israelíes que se preocupan por la expansión demográfica vertiginosa de la comunidad ultra-ortodoxa, ampliamente dependiente de los subsidios del Estado.
Las mujeres ultra-ortodoxas tienen como promedio 7,5 hijos, más del doble que el promedio nacional. En Jerusalén, la mitad de los niños asisten a escuelas primarias dirigidas por los “haredim”.
Los “haredim” están exentos del servicio militar, la mayoría de ellos no trabaja ni paga impuestos. Sus intereses son defendidos en la Knesset (Parlamento) por partidos políticos que, debido al sistema electoral proporcional y de la inestabilidad de las coaliciones, tienen una influencia bien superior en relación al número de sus diputados (18 de los 120).
“Para vivir, los haredim dependen de los subsidios del Estado, lo que provoca la cólera del resto de la población israelí que trabaja, hace el servicio militar y paga sus impuestos”, explicó Friedman. “Lo israelíes están cada vez más preocupados frente al crecimiento de este segmento inactivo de la sociedad que, a término, podría provocar el derrumbe económico del país”.
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