NICOLÁS ROITMAN
EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO
Arthur Neville Chamberlain fue Primer Ministro del Reino Unido entre 1937 y 1940. Tristemente famoso y citado en múltiples ocasiones a lo largo de la historia debido a su errada política de “apaciguamiento” en relación a la ambición expansionista – militarista de la Alemania Nazi, que sostenía –según Chamberlain- que era mejor ceder a las exigencias de los nazis para salvaguardar la paz mundial. Sólo después de las invasiones de Hitler a Checoslovaquia y Polonia el buen Arthur se daría cuenta de lo catastróficamente equivocado que estuvo su estrategia, dimitió y fue sucedido por Winston Churchill. Lo subsecuente es historia.
Se dice que cuando se olvida la historia, se está condenado a repetirla. En este sentido, en la actualidad existen varios focos rojos alrededor del planeta que amenazan con quebrantar la de por sí débil “estabilidad” mundial, y que hacen vislumbrar algunas de las posibles futuras confrontaciones armadas en el corto – mediano plazo. Probablemente uno de esos escenarios se esté desarrollando desde hace varios años en lo que respecta a la República Islámica de Irán.
Es ya muy conocida la lucha del régimen de Mahmoud Ahmadinejad (presidente de Irán) por el desarrollo de su programa nuclear, que culminaría con la capacidad de producción de armas de destrucción masiva. Éste es el punto central de las tensiones de Irán con los Estados Unidos, Israel, Reino Unido y algunos otros países de Occidente. La sola idea de armas nucleares en poder de musulmanes radicales que han amenazado con “borrar de la faz de la tierra” a un país entero (Israel en este caso) y de quienes han sido acusados por países y organizaciones internacionales de financiar y apoyar el terrorismo alrededor del mundo, no suena como la mejor de las ideas.
Tan sólo hace unos días, autoridades iraníes declararon que, de sentirse amenazados por las continuas sanciones internacionales –que buscan detener al régimen en su carrera armamentística nuclear- cerrarían el Estrecho de Ormuz, ya que, según el diputado iraní y miembro de la Comisión de Seguridad Nacional y Política Exterior del Parlamento, Parviz Soruri, “Si el mundo quiere hacer esta región insegura, nosotros haremos inseguro al mundo”.
Entendamos las dimensiones de la reciente amenaza que Irán hizo al mundo entero: el Estrecho de Ormuz es un brazo de mar relativamente angosto (de unos 60 – 100 kms de ancho) que conecta al Golfo Pérsico con el Golfo de Omán y el Océano Índico, teniendo al norte a Irán y al Sur a Omán.
Este Estrecho es una zona obligada de paso para los tanqueros petroleros de Irak, Irán, Arabia Saudita, Bahréin y de los Emiratos Árabes Unidos, se calcula que alrededor del 40% del petróleo mundial pasa por esta ruta.
El petróleo es, desde hace décadas y seguramente lo será por varias más, sinónimo de seguridad internacional (o inseguridad, según la perspectiva que se desee usar). Amenazar la producción de éste o las rutas de suministro es una vieja táctica de presión de los principales países productores del mismo.
Desde hace varios años que países como Estados Unidos, Israel o Reino Unido están alertando al mundo sobre los peligros de un régimen iraní con armas atómicas, pareciera que en Europa y el resto del mundo olvidáramos que, ante escenarios así y con personajes radicales como los líderes de la República Islámica del Irán, estrategias como la de Chamberlain nos llevarán al mismo desenlace de 1938- 1945.
Pareciera que la guerra fría no terminó nunca, solamente se transformó y expandió. La lucha por el orden mundial continúa e Irán es un punto clave. Por un lado, se encuentra Rusia vendiéndoles armas y tecnología, China es un socio gigante comercial (especialmente en los multimillonarios contratos que involucran las vastas reservas de gas natural iraní), no quedando atrás la Venezuela de Chávez y, regionalmente hablando, se encuentra el régimen Sirio (muy ocupado actualmente masacrando a sus propios ciudadanos que exigen un cambio en el gobierno). Por el otro lado, algunos países de Occidente intentando frenar con diplomacia y sanciones, a un sarcástico Ahmadinejad que organiza, para su diversión, conferencias sobre la negación del holocausto.
El radicalismo político en Irán, en conjunto con su agresiva estrategia geopolítica acompañada por un movimiento chiíta transnacional que apoya a grupos de desestabilización en la región (Irak, Líbano, territorios palestinos, entre otros), sus bunkers subterráneos donde desarrolla su programa nuclear que son motivo de un creciente y preocupante orgullo nacional, su constante hostigamiento a Israel y su apoyo a la izquierda radical en Latinoamérica, son muestra de un régimen que no pretende pasar desapercibido en los próximos años y que busca lograrlo no combatiendo la hambruna en África, ni desarrollando alguna tecnología que le sirva a la humanidad, ni mucho menos aportando alguna nueva corriente filosófica que una más a los hombres y mujeres del planeta, sino con la obtención de un arma nuclear.
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