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jueves 14 de noviembre de 2024

¿La sinagoga salvó al judaísmo?

PAUL V.M. FLESHER – THE  BIBLE AND INTERPRETATION

COMUNIDAD JUDÍA DEL PRINCIPDO DE ASTURIAS

Durante casi todo el primer milenio A. C. el judaísmo adoraba a Dios ofreciendo sacrificios en el Templo de Jerusalén. En esto estaba en armonía con la Torah, que contiene los libros más antiguos de la Biblia Hebrea. El rey Herodes pensó que el Templo era tan importante que lo reconstruyó para rivalizar con los santuarios religiosos que César construyó en Roma. Jesús, sus discípulos, y Pablo también adoraron la maravilla arquitectónica de Herodes.

Pero en el siglo I D. C los romanos comenzaron a demostrar a menudo su falta de respeto por el Templo de Jerusalén y por las creencias “monoteístas de los judíos”. Después de décadas de provocaciones, los judíos se rebelaron contra el Imperio en el año 66 D. C. Cuatro años más tarde, el ejército romano destruyó Jerusalén y su Templo. Después de dos generaciones sin el Templo, un nuevo grupo de patriotas rebeldes judíos trataron de recuperar Jerusalén bajo el liderazgo de Simón Bar Kojba (“Simón, el hijo de la Estrella”). Los romanos aplastaron la rebelión en el año 135 y prohibieron a los judíos no sólo la entrada en Jerusalén, sino vivir en el territorio circundante de Judea.

Desde entonces, el judaísmo no ha tenido ningún Templo y, hasta el siglo XX, no tuvo acceso a Jerusalén – como religión institucionalizada -. Así pues, esa religión debería haber muerto. Todas las demás religiones que a lo largo del Mediterráneo basaban su culto en sus respectivos templos desaparecieron. De hecho, el judaísmo es la única religión del Mediterráneo que practicándose en el 50 a. C. todavía florecía en el 500 d. C.

¿Cómo se les apañó el judaísmo no sólo para sobrevivir sino para prosperar? La respuesta está en la institución religiosa que sustituyó al Templo, la sinagoga. En lugar de un Templo único hacia el cual todos los judíos convergían (la mayoría desde lejos, incluso desde la diáspora), las sinagogas surgieron en pueblos y ciudades, en todas partes donde vivieron los suficientes judíos para apoyarlas. Antiguas sinagogas son conocidas en todo el mundo mediterráneo, así como en Europa, en las tierras alrededor del mar Negro, e incluso en el Irak actual. Pero son las sinagogas palestinas, principalmente las de Galilea, las que proporcionan la evidencia principal de esta transformación del judaísmo de una religión sacrificial basada en el Templo en una fe orientada espiritualmente y basada en el respeto por sus creencias y prácticas religiosas y en el conocimiento de sus textos sagrados.

Antes de la destrucción de Jerusalén y de su Templo en el 70 a. C., la sinagoga no parecía ser la candidata más probable en devenir la institución central del judaísmo. Los restos arqueológicos hallados en las sinagogas del siglo I d. C. en los pueblos de la Tierra de Israel resultan más bien monótonos. En Gamla, Qiryat Sefer, Magdala y Modiin, hay restos de edificios públicos que han sido identificados como sinagogas. Son más grandes que las viviendas privadas, con un interior abierto y con techos sostenidos por dos filas de pilares. En su interior, una sala rectangular o cuadrada suele estar rodeada de bancos de piedra adosados a los muros.

Lo más frustrante de estas estructuras desde nuestro punto de vista actual, es que no poseen símbolos de identificación. No solamente está ausente la imaginería religiosa, sino que también lo están los propios símbolos judíos. Si no estuvieran ubicadas en antiguas villas y aldeas judías, los arqueólogos ni siquiera podrían identificarlas como sinagogas judías.

El historiador judío del siglo I d. C., Flavio Josefo, menciona ocasionalmente las sinagogas alabando la manera en que ayudan a los judíos a conocer sus textos sagrados. Él afirma que “Moisés, nuestro líder, hizo de la Ley [es decir, la Torah] la norma y la regla, para que podamos vivir bajo ella como con un padre y maestro, y no ser así culpables de ningún pecado provocado por nuestra obstinación o ignorancia”. En otra parte, observa:

“Respecto a su ignorancia, [Moisés] no consentía ningún pretexto. Nombró a la Ley [es decir, la Torah] como la forma más excelente y necesaria de enseñanza y ordenamiento, y no debía ser escuchada [solamente] una vez, o dos veces o en algunas ocasiones, sino que todos los hombres semanalmente deberían abandonar sus otras ocupaciones y reunirse para escuchar la Ley, y así obtener un conocimiento profundo y preciso de ella…”

Las sinagogas del siglo I excavadas por los arqueólogos no revelan ningún vínculo con la Torah o con su lectura pública. No hay nada específico en sus estructuras que indiquen la importancia de la Torah o su utilización en el culto. Por supuesto, el centro de la habitación, orientada hacia las personas sentadas en los bancos, podría haberse utilizado para la lectura de la Torah, pero sería igual de fácil que se hubiera utilizado para que debatieran los diversos portavoces de ámbito local sobre cualquier otra cuestión. La sinagoga del siglo I no presagia la importancia de esta institución en el judaísmo post-Templo.

La destrucción del Templo marcó el comienzo de lo que Lee Levine ha denominado un hiato de unos doscientos años en lo referente a la existencia de vestigios o restos de sinagogas. Cuando Levine escribió esto en el año 2000, no había evidencia pública de cualquier sinagoga del siglo II (hablaremos más adelante sobre las nuevas evidencias relativas a esa brecha de 200 años). En efecto, en el año 2.000, los primeros restos conocidos de una sinagoga en la Palestina posterior al año 70 d. C. pertenecían a una de finales del siglo III. La mayoría de los restos de sinagogas procedían de los siglos IV y VI, y la mayoría de ellas se hallaban en Galilea, aunque algunas otras aparecían en el valle del Jordán y la Judea meridional.

Casi todos los restos de estas sinagogas tardías tienen unas características que nos indican que la lectura de los textos sagrados constituía una parte importante del culto en la sinagoga. Disponen de un ábside, un nicho o un santuario en un extremo de la sala principal para realizar la lectura, exponer o guardar los rollos de la Torah. En la sinagoga del siglo IV de Hammat Tiberias, esa estructura toma la forma de una gran y elevada plataforma, construida como un gran espacio semicircular ubicado en el muro situado enfrente de la entrada monumental. En una sinagoga del siglo III, en Nabratein, los arqueólogos encontraron una estructura elevada cuyo techo coronaba una gran piedra del santuario de la Torah. Si bien la sinagoga del siglo IV de Cafarnaum carece de esta característica, los arqueólogos encontraron una piedra arquitectural esculpida que mostraba una especie de santuario de madera rodante para la Torah.

Muchas de estas sinagogas también tenían como característica una bemah, una plataforma elevada donde los rollos de las escrituras podían ser desplegados o leídos.

Estas nuevas características estructurales de las sinagogas nos enseñan que a final del último tercio del siglo IV la Torah se había convertido en un elemento importante dentro del culto en las sinagogas. De hecho, era lo suficientemente importante como para alterar el diseño arquitectónico de la sinagoga tal como estaba diseñada durante el siglo I.

Pero el siglo IV proporciona aún mejores y mayores evidencias de esta transformación. Comenzando por la sinagoga Hammat Tiberias, hay más de una docena de sinagogas excavadas que poseen unos pisos decorados con mosaicos. Aquí se incluyen las sinagogas de Beth Alpha, Séforis, Susiya Horvat, Shean Bet, Naarán y Gader Hammat. La mayoría de estos pisos disponen de un panel en la parte delantera, cerca del ábside, que muestra una estructura en forma de caja.

La caja, como objeto, varía en sus detalles, pero por lo general se parece a un rectángulo de cierta altura, con dos o tres columnas y dos puertas cerradas. A menudo, una cortina estaba asociada con dicho objeto. La caja está coronada por un triángulo en el que aparece una pechina con decoración acanalada (a menudo como una concha marina), a veces acompañada por una lámpara colgante. En algunos mosaicos, esta imagen está asociada a los leones, supuestamente un símbolo del judaísmo (desde el León de Judá).

Este conjunto tiene una doble interpretación. Por un lado, se puede contemplar como un santuario de la Torah, cuyas puertas se abren para revelar los rollos almacenados en su interior. De hecho, es probable que se pareciera al santuario de la Torah ante el que se encuentra. Aunque no hay restos físicos de estos santuarios de la Torah en las sinagogas donde se halló el piso decorado con mosaicos, un gran fragmento de un altar encontrado en la sinagoga Nabratein se ajusta a esta imagen. Por otro lado, la imagen de la caja simboliza el Templo de Jerusalén. Los pilares y las puertas representan la fachada de un templo monumental, mientras que la imagen de la pechina es un símbolo muy extendido de la presencia sagrada en la antigüedad. La lámpara recuerda la llama eterna del Templo que indicaba la presencia de Dios.

La imagen del Templo/Santuario de la Torah es acompañada sobre el panel del mosaico por una serie de objetos utilizados en el culto judío, como el lulab, el etrog, una paleta de incienso, el shofar hecho de cuerno de carnero, y dos de los candelabros de siete brazos, conocido como menorah. Estos objetos formaban parte originalmente de las festividades del Templo o, en el caso de la menorah, del mobiliario permanente del Templo. En el siglo IV, estos objetos se han convertido en parte integrante del culto en las sinagogas, con la excepción de las palas del incienso.

Así que queda claro que en el siglo IV la sinagoga, tan poco prometedora como pudo haber sido en el siglo I, se ha convertido en el centro que relaciona la Torah con el ausente Templo. Sin querer entrar en más detalles en este breve ensayo, quiero observar que los mosaicos “que proceden a identificar y relacionar la Torah y el Templo, funcionan como un símbolo de la forma en que la lectura, veneración, estudio y observancia de la Torah, se identifican con el Templo”. Por el intermedio de la sinagoga, la Torah proporciona un reemplazo al culto que en el pasado tenía como objeto el Templo. Así pues, y en este sentido, la sinagoga “salvó” al judaísmo después de la destrucción del Templo, proporcionando un lugar para una nueva vida y la posibilidad de una regeneración de la religión.

Podríamos terminar este ensayo con esta conclusión, pero es importante abordar brevemente el problema de esa brecha de 200 años en los restos de las sinagogas.

¿Por qué hay una brecha tan grande? Levine enuncia tres explicaciones para responder a esta cuestión:

– La primera es que fueron destruidas por los terremotos, las conversiones a templos paganos, o las guerras de los años 70 y 135.

– Una segunda explicación, y la favorita de Levine, consiste en la evidencia de que fueron destruidas durante los proyectos de (re)construcción de los siglos III, IV y posteriores. Ciertamente, algunas sinagogas tienen restos de estructuras anteriores debajo de ellas, pero pocos estudiosos parecen tratar de aseverar que podrían tratarse de sinagogas. Cafarnaún es un ejemplo de esto.

– La tercera explicación argumenta que las sinagogas consistieron en centros de reunión al aire libre o en casas particulares, por lo que no dejarían restos arqueológicos. Esta idea ha sido promovida por Howard Clark Kee.

Me parece que estas explicaciones pasan por alto el obvio impacto humano de la destrucción de Jerusalén en el 70 d. C. y el destierro de la población judía de Judea en el 135. Dicho de otro modo, habría existido un problema masivo de refugiados después de 135 (después del 70 d. C., la mayoría de los presos de Jerusalén fueron vendidos como esclavos). En el mundo actual tenemos organismos gubernamentales y no gubernamentales que trabajan para alimentar a los refugiados, darles cobijo y facilitar su reasentamiento. No había ese tipo de organizaciones en la antigüedad. Las perturbaciones y la pobreza resultante a causa de esta crisis de refugiados se debió prolongar durante décadas después del año 135. Esta observación apunta también hacia una variante de la tercera explicación, ya que habrían existido pocos recursos para construir sinagogas.

En segundo lugar, desde la publicación del estudio de Levine en el año 2000, las excavaciones han identificado dos sinagogas que pueden haber surgido a partir del siglo II. ¿Indican algún tipo de tendencia o desarrollo que las relacione con la sinagoga del siglo IV y sus vínculos con la Torah? La primera de ellas es Ethri Horvat, situada en la Sefela Judea y excavada bajo la dirección de Booz Zissu. Parece haberse construido en las décadas siguientes al 70 d. C. y haber sido destruida durante la rebelión de Bar Kojba. Aunque los resultados de las excavaciones todavía no se han publicado, esta sinagoga parece ser similar a las sinagogas sin adornos del siglo I, aunque carece de bancadas en las paredes o muros. Quizás esto se debiera a las dificultades económicas existentes tras la primera rebelión judía contra Roma. No muestra por lo tanto elementos arquitectónicos que la vinculan con la lectura de la Torah.

La segunda sinagoga excavada es la primera etapa de la sinagoga Nabratein, ubicada en la Alta Galilea, en el noroeste del Mar de Galilea. Fue excavada por un equipo dirigido por Eric Meyers y los resultados publicados en el 2009. Meyers fecha esta primera etapa de la sinagoga en la primera mitad del siglo II. En general, se parece a las otras sinagogas del siglo I, ya que al igual que ellas no tiene adornos, el edificio es de planta rectangular, público, con columnas que sostienen el techo y con bancos de piedra adosados a los muros. Sin embargo, en el extremo sur, en vez de bancos se encuentran los restos de dos plataformas elevadas. Meyers interpreta estas plataformas como bemas, lo que sugiere que fueron utilizadas para la lectura de la Torah y para su visualización. Si esto es correcto, entonces nos proporcionaría la primera señal arqueológica de la importante especial de la Torah en las sinagogas post-Templo. Esto supondría que los cambios en la arquitectura de las sinagogas relacionados con la Torah, y que se detectan solamente a partir del siglo III, se producen casi un siglo antes.

Por lo tanto, la sinagoga como institución ayudó a transformar al judaísmo en una “religión sin templo”, haciendo hincapié en la importancia de la Biblia hebrea, y ligándose en última instancia con el Templo ahora ausente. Esta transformación sin duda se puede observar a partir del mediados del siglo III, y adquiere su forma más completa en los mosaicos del siglo IV y posteriores. Si Eric Meyers acierta en su interpretación de las excavaciones en Nabratein, la transformación comenzó a surgir poco después de que el Templo fuera destruido, sin duda una generación o dos después.

 

 

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