Observadores en Siria, un fiasco

EXCÉLSIOR.Decepcionante ha sido hasta el momento la función que ha cumplido la misión de observadores enviada por la Liga Árabe a Siria para presionar y verificar el cumplimiento de un acuerdo por el cual el gobierno de Bashar al-Assad debía retirar a su ejército de las calles, liberar prisioneros políticos y entrar en negociaciones para satisfacer las demandas populares emergidas a raíz de las protestas ciudadanas iniciadas en marzo del 2011. El envío de los monitores se sumaba a la expulsión de Siria de la Liga y a la imposición de sanciones económicas diversas con objeto de detener las masacres perpetradas por el régimen que han cobrado la vida de más de cinco mil sirios. Sin embargo, todo indica que la presencia de los casi 200 monitores que integran la misión no sólo no ha sido eficaz sino que incluso está siendo utilizada por el gobierno sirio en beneficio de sus intereses.

El indicio más claro del fracaso de la misión se presentó hace unos días cuando uno de sus miembros, el argelino Anwar Malek, renunció a ella, declarando a la cadena Al-Jazeera que su deserción obedecía a que se encontró a sí mismo sirviendo al régimen y no como parte de un grupo investigador realmente independiente, por lo cual describía a la empresa como “farsa”.  Advirtió, asimismo, que el país se hunde en una “devastadora guerra sectaria” y que dentro de ésta las autoridades incluso están matando a algunos de sus partidarios con objeto de engañar a los monitores enviados por la Liga Árabe. Textualmente declaró: “Lo que vi fue un desastre humanitario…el régimen no está cometiendo un crimen de guerra sino una serie de crímenes contra su pueblo porque incluso niños son asesinados, hambreados y aterrorizados”.
La otra importante denuncia de Malek se dio en torno a la figura a la que la Liga encomendó la jefatura de la misión: el sudanés Mohamed al-Dabi, ya que este personaje ha encabezado diversos órganos de seguridad en Sudán acusados de ser responsables de numerosos arrestos arbitrarios, lo mismo que de desapariciones, torturas y maltratos a disidentes. Malek expresó al respecto que al-Dabi está funcionando en Siria de manera complaciente con el régimen de Assad, razón por la cual la delegación de observadores ha sido fuertemente criticada por la oposición siria que no ve ninguna utilidad en su presencia en el país sino todo lo contrario.

La situación conduce necesariamente a cuestionar el funcionamiento de la Liga Árabe que con tanta torpeza (o cálculos interesados) ha designado al equipo de observadores. Y es que no hay que olvidar que a pesar de representar a los 22 Estados miembros del mundo árabe, desde su fundación en 1945 la Liga ha sido un organismo por demás ineficiente e incapaz de superar los intereses contradictorios de sus miembros. En sus más de 65 años de vida la Liga ha sido prácticamente inoperante para resolver problemas y conflictos y se ha mantenido en una inercia burocrática al servicio del mantenimiento del status quo que beneficiaba a dictadores y sátrapas de diversa naturaleza.

Las turbulencias producidas por la llamada “primavera árabe” han caído así sobre la Liga como un desafío inesperado ante el cual le es difícil actuar con congruencia y eficacia. A fin de cuentas, en la Liga están representados muchos de los gobiernos que actualmente siguen estando en jaque por las protestas populares o que han sido recientemente establecidos a partir del derrocamiento de las dictaduras en Túnez, Egipto y Libia. ¿Cómo cumplir con el objetivo de detener las brutales acciones del gobierno de Assad si al mismo tiempo cada uno de los miembros de la Liga Árabe tiene que cuidar sus propias espaldas ante sus respectivos movimientos de protesta? Es en buena parte por esos motivos que no cabe esperar mucho de este organismo en lo que se refiere a la detención de la brutalidad del régimen de Damasco.