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El 20 de enero de 1942 15 hombres se sentaron a debatir sobre el método más óptimo, rentable y eficaz de acabar con la vida de 11 millones de judíos. Han pasado 70 años y Alemania recuerda uno de los capítulos más tenebrosos de su historia: la conferencia de Wannsee.
Berlín, 25 de enero de 1942
Me ha sido encomendada la tarea de ejecutar los preparativos necesarios relacionados con la organización y los aspectos prácticos y materiales para conseguir una solución global de la cuestión judía en las esferas de influencia alemana de Europa.
Las operaciones preparatorias han sido iniciadas.
Heydrich
En Berlín, 15 hombres fueron convocados para “una reunión con desayuno” y una sala con vistas al espejo de agua de Wannsee. “El carnicero de Praga” no tardó en convencer a sus invitados para que adoptaran una decisión que los convertiría en cómplices del mayor genocidio de la historia.
Institucionalizar una masacre en 90 minutos fue la mejor demostración del talento organizador de Reinhard Heydrich, jefe del servicio de seguridad de las SS.
La muerte a tiros de pequeños grupos era una tarea demasiado cansada para sus hombres. Había asistido a ese tipo de asesinatos y había tomado las notas pertinentes para elaborar un exhaustivo informe sobre el perfeccionamiento de su eficacia: deshacerse de los restos, rapidez, número de víctimas y tiempo estimado de su desaparición. Estaba orgulloso de su estudio optimizador.
En una rigurosísima discusión, los principales representantes de las SS, del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán y varios ministros del Reich comenzaron a debatir el mejor sistema de organizar la “solución final de la cuestión judía”.
Los líderes reunidos parecían coincidir en que métodos como los camiones fantasma, unos furgones que asfixiaban con gas Cyclon a sus ocupantes, suponían una solución poco rentable para alcanzar el sueño de una “Europa sin judíos”.
Nadie pareció titubear ante la primera aportación de Reinhard Heydrich, quien les comunicó que sustentándose en una autorización del Führer se iba a proceder a la deportación de todos los judíos europeos hacia el este. Una realidad que ya había comenzado a darse en Bielorusia, el Báltico y Ucrania. Todos los allí reunidos se mostraron abiertamente dispuestos a colaborar.
La mayor controversia vino de la mano de los mischling (personas de padres o abuelos judíos) y los mischehe (matrimonios mixtos entre judíos y personas de “sangre alemana”). Heydrich insistió vehementemente en incluirlos entre el listado de deportados pero no alcanzó el consenso adecuado. La discusión se aplazó, por cuestiones burocráticas, para próximas reuniones.
En el mapa que se elaboró la noche de aquel 20 de enero “11 millones de judíos entraban en consideración” dentro del marco de la solución final junto con una relación de los territorios conquistados y aquellos por conquistar. Como broche, mediante cruces y líneas, la dirección nacionalsocialista daba por sentado la dominación de toda Europa en un futuro muy próximo.
A partir de entonces, Heydrich consolidó su legitimidad para llevar a cabo el plan exterminador del Führer quien, a través del director general de las SS, había dado orden de que las aniquilaciones locales de judíos a pequeña escala pasaran a un segundo nivel.
Todos los invitados a la conferencia recibieron una copia de la autorización Heydrich para capitanear “la resolución total de la cuestión judía” y él mismo se encargó de enviar circulares idénticas a las direcciones regionales de cada uno de los cuerpos del régimen.
Al final del escrito, una sutil alusión sellaba la importancia histórica de la conferencia de Wannsee con una fria y escalofriante frase: “Se han puesto en marcha los trabajos preparatorios. Heil Hitler”.
Para conocer más detalles sobre la historia de Wannsee recomendamos visitar la página oficial de la casa y ver la película La solución final, protagonizada por Kenneth Branagh y Colin Firth.
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