Egipto cumple un año de revolución inacabada

ESTELA GIRALDO/RTVE.ES

“La revolución continúa, no hay nada que celebrar”, apuntan varios activistas egipcios cuando se cumple un año del estallido de la revuelta, el 25 de enero, día en el que se iniciaron las grandes protestas en la plaza cairota de Tahrir al grito de “pan, libertad y justicia social”. Pero este miércoles volverán porque dicen que “los cambios reales no se han producido”.

Para esta jornada hay convocadas varias marchas en distintos puntos de Egipto, aunque las principales se desarrollarán en El Cairo y en Alejandría. La Junta Militar, que dirige el país desde febrero, ha declarado el día “fiesta nacional” y celebrará actos conmemorativos en un intento de dividir a la calle egipcia.

Hace justo un año, coincidiendo con el Día Nacional de la Policía, los egipcios salieron a las calles para transformar esas primeras demandas sociales en reclamos políticos que exigían el fin de 30 años de dictadura del presidente Hosni Mubarak. Pronto se organizaron en comisiones y resistieron en la plaza durante 18 días, a pesar de las cargas policiales que terminaron con la vida de 850 personas.

Finalmente, el 11 de febrero, Mubarak anunció su dimisión. Tahrir explotó en euforia, habían conseguido lo inimaginable. La Junta Militar, al mando del mariscal Tantawi (también ministro de Defensa con Mubarak) y formada por 20 miembros del antiguo régimen, tomó las riendas del país y aseguró que lo administraría por un periodo de seis meses. Su continuidad actual en el poder ha provocado el descontento y la desconfianza de algunos egipcios.

En la escena política destaca el triunfo de los islamistas en los recientes comicios legislativos. Una victoria encabezada por los Hermanos Musulmanes con cerca del 40% de los votos, y seguida por los salafistas Al Nur, con el 25%. Las elecciones presidenciales, sin embargo, no tendrán lugar hasta junio, según anunció el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, a pesar del deseo de muchos manifestantes que piden una transferencia inmediata de poder a un gobierno civil democráticamente elegido.

“Vamos a continuar”

“Nuestra lucha ahora es completar la revolución, derrotar a todo el sistema. Hemos acabado con la cabeza, pero no con el cuerpo. Repudiamos los crímenes cometidos por la cúpula militar”, explica el activista y director de cine, Basel Ramsis. Y añade: “Eso sí, hemos dado un golpe muy importante al régimen. Ahora hay una sociedad activa que milita y protesta para conseguir sus derechos”.

En la misma línea, el bloguero Tarek Shalaby se muestra decepcionado con la situación actual que atraviesa el país, pero mantiene el optimismo: “Un año después hemos logrado muy poco, pero vamos a seguir, la gente está harta e indignada. Sé que somos muchos, y al final los militares también se irán”. Además, recordarán al millar de fallecidos en las protestas. Junto con otros activistas, Tarek ha grabado un vídeo que circula en la red en el que llaman a tomar las calles este 25 de enero.

Es pronto para vaticinar las dimensiones que adquirirá la movilización ciudadana en este nuevo pulso que se jugará en Tahrir entre las tres principales fuerzas: los manifestantes, los islamistas y los militares. Este mismo martes la Junta Militar egipcia decretaba el fin del estado de emergencia (vigente desde 1981), con la intención de calmar el malestar popular. El proceso de transición egipcio sigue lleno de incógnitas.

Los derechos humanos, grandes ausentes

Importantes organizaciones internacionales, como Human Rights Watch (HRW) o Amnistía Internacional (AI), han subrayado que no se ha visibilizado “ninguna mejora en la protección de los derechos humanos en Egipto”, lo que supone una “aplastante decepción” respecto a las reformas inicialmente anunciadas.

HRW denuncia que, durante todo el año, miembros del ejército utilizaron “una fuerza excesiva para disolver manifestaciones y torturar a detenidos sin que haya existido ninguna investigación exhaustiva sobre los malos tratos practicados por parte de la policía egipcia”. A lo que hay que añadir los 12.000 juicios militares a civiles (entre ellos, menores de edad) que han tenido lugar desde febrero hasta agosto, según cifras oficiales, sin las garantías legales requeridas.

El pasado diciembre, Amnistía Internacional publicó un informe en el que acusaba a Washington de enviar munición a Egipto “a pesar de la violenta campaña de represión de las fuerzas de seguridad contra manifestantes” de los últimos meses en este país, que recibe 1.300 millones de dólares anuales de Estados Unidos.

Los derechos de la mujer también se han visto golpeados. AI asegura que desde que la Junta Militar asumió el poder “se ha sometido a mujeres a `pruebas de virginidad’ forzosas y otros tratos brutales durante las protestas, incluidas palizas y abusos sexuales”. Por ello, insta a las autoridades a que “rindan cuentas por los delitos cometidos contra las víctimas y sus familiares”. Hasta ahora no se ha dictado ninguna sentencia condenatoria.

El preludio de la revolución

Aunque el contagio de la revolución tunecina y la absolución de los policías que golpearon hasta la muerte al joven bloguero Khaled Said en junio de 2010 encendieron la mecha de la revuelta, no podemos olvidarnos del sólido movimiento obrero que desde el año 2004 lleva protagonizando importantes huelgas y paros en las fábricas egipcias reclamando mejoras laborales y subidas salariales en un país donde el 40% de la población vive bajo el umbral de la pobreza.

El punto álgido tuvo lugar en 2008, cuando aumentaron los precios de los productos básicos (el del pan se triplicó) y se celebró una multitudinaria huelga el 6 de abril de ese mismo año, que dio nombre a uno de los movimientos que funcionó como combustible de la revuelta.

Además, como señala la doctora Athina Lampridi-Kemou, coautora del libro ‘Informe sobre las revueltas árabes’, “proliferaron distintas plataformas contra el régimen, como el movimiento Kifaya (Basta ya, en árabe), que se movilizó contra la ocupación israelí y la guerra de Irak”.

Desde 2004 hasta 2010 tuvieron lugar más de 3.000 manifestaciones en Egipto. “Un análisis serio sobre la revolución egipcia no puede dejar al margen la lucha de clases, la pobreza y la injerencia extranjera como causas fundamentales del estallido de las protestas”, afirma la periodista especializada en Mundo Árabe, Olga Rodríguez.

“La república de Tahrir”

En un día como hoy resulta inevitable no echar la vista atrás y hacer memoria de aquellas imágenes que recorrieron el mundo y que mostraron a cientos de miles de ciudadanos en la toma de la plaza Tahrir. Hassan Soleiman estuvo allí: “Tengo mil recuerdos que aún no he digerido. Pero sí puedo decir que fueron días que hicieron sacar lo mejor de cada egipcio. Nos dábamos abrazos con gente que no conocíamos. Musulmanes y cristianos compartíamos juntos, todo era perfecto”.

“Tahrir fue el sueño de mi vida. Llevaba mucho tiempo sintiendo demasiada rabia por la injusticia que veía en las calles de mi pueblo. Pero por fin nos levantamos”, explica emocionado Yasser El Lessy, integrante del movimiento 6 de abril.

Uno de los blogueros más conocidos, Hossam el-Hamalawy, contaba en aquellos días la heterogeneidad de la plaza: “Hoy vi a todo el mundo. Hombres, mujeres, musulmanes, coptos, jóvenes, viejos, con velo, sin velo, salafistas con barba, jóvenes hippies con gafas y bufandas de colores. Me encontré con parientes y amigos que nunca esperaba ver en una protesta”.

“Los revolucionarios estamos dispuestos a sacrificar nuestras libertades para conseguir nuestros derechos, a pesar de que seamos una minoría dentro de una mayoría que parece que prefiere vivir bajo la dictadura militar”, dice la joven egipcia Rime Naguib, en una entrevista a RTVE.es.

Rime regresará con sus amigos este miércoles a la plaza, símbolo del despertar de una sociedad. Otros se quedarán en sus casas, siguiendo la cotidianidad de sus vidas. Nadie sabe si se repetirán las imágenes del pasado año. Mientras, algunos músicos le cantan a Tahrir porque dicen que fue allí donde “aprendieron a pelear por su derechos”.

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