D i e z p o r c i e n t o

SALOMÓN LEWY EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Al Pueblo Judío no le sobran preceptos. Los básicos son 613. ¿Por qué? No me pregunten, pues soy un verdadero ignorante. Eso sí, tengo,
afortunadamente, muchos amigos que saben más que yo y eventualmente me atrevo a preguntarles el significado, la relación, la trascendencia de las decisiones.

El escozor viene desde siempre. ¿Por qué rayos tenemos tantos conflictos entre nosotros? Shamis y Halebis, polacos y “yeques”, religiosos y laicos, sionistas y redentoristas, etc.

¿Acaso no nos faltan agresores y tenemos que estar batallando entre nosotros mismos? No sólo ocupamos primeras planas por nuestros logros, sino mas bien por nuestra conducta – o por lo que se quiere interpretar de ella.
La Historia, esa amorosa abuela que se convierte en la madrastra pérfida cuando no la atendemos, describe las migraciones de Europa hacia América. Esa nuestra gente tenía un solo conflicto: sobrevivir.

Lo lograron y con creces. En miles de rincones y ciudades del Continente Americano encontraron la continuación de sus vidas y en muchos casos, el éxito. Se incorporaron, ajustaron costumbres y cinturones. ¿Prehistoria?
Puede ser, pero está aquí.

¡Cuán lejos están 1948 y 1967! Esos años los medios nos consentían, nos arrullaban con sus elogios; la Independencia de Israel y la Guerra de los Seis Días nos hacían como al “muchacho de la película”. El Pueblo, nuestra gente, había resurgido de entre las cenizas – estas sí, verdaderas – y había establecido una nación. Este mismo pueblo demostró al mundo poco después que el tamaño de los enemigos no era óbice para hacerles frente y derrotarlos. Esos judíos…

Nada hace que un grupo humano, cualquiera que sean sus características o logros, sea superior a otro, mas el hombre en su deficiencia pierde el piso. Eso es lo que pensé durante la celebración de la Independencia de Israel en 1973. La ceremonia oficial, bañada en triunfalismo, no vio venir el ciclón. Ahí se fraguó la base de los conflictos que hoy conocemos como el problema palestino. Para qué molestar a la abuela Historia y sus cuentos.

Seguimos caminando. El pueblo continuó sus tareas, formó nuevas alianzas, creció hacia adentro y hacia fuera. La Diáspora fue entendida como una extensión de lo nuestro. El Estado de Israel incorporó a millones más y se fortaleció; la economía y la ciencia se tomaron de la mano y caminaron juntas como hasta hoy.

¡Ah, pero el carácter judío! Lo reflejan personajes que van desde el laureado Premio Nobel Amos Oz hasta el Ministro israelí del Interior Eli Yishai; desde el intelectual establecido en Florencia hasta el habitante de Meah Shearim; desde el que quiere dividir Jerusalén hasta el que patrocina el Gran Israel de la religión.
-¿Fundamentalistas uno y otro? No, espérate. Sólo los religiosos son fundamentalistas, como en el Islam -.
– ¿Y cómo me explicas que un admirado intelectual rechace todo culto religioso judío y tenga el cinismo de declarar que Israel debe partirse a modo y beneficio de otros? –
– Mira: la tierra de Israel es nuestra, de nadie más y particularmente la Ciudad de David. Por otra parte, estamos obligados (613, ¿remember?) a ceder el diez por ciento de nuestras ganancias para ayudar – mantener – a quienes de entre nosotros lo requieren.
– Sí, pero ellos no quieren cumplir con sus obligaciones básicas. Quieren que nosotros los mantengamos y muchos de ellos, inclusive, no reconocen las leyes del Estado de Israel -.

La discusión, por supuesto, podría extenderse ad infinitum, pero ¿hacia dónde vamos? Unos y otros sostienen tener la razón. Sus argumentos pueden ser buenos, mas las posiciones son extremas y por tanto, inaceptables.

Unos, invalidando la existencia de quienes, con todo en contra – agresiones, inquisición, Holocausto – han sostenido la tradición judía y otros, escupiendo y discriminando a quienes no se asemejan a su práctica de vida.

Sólo preguntas. No hay soluciones, pero hay frases y hechos que la abuela nos ha enseñado. Una de ellas: Tus derechos terminan donde empiezan los míos. ¿Es tan difícil entenderlo y aceptarlo?

¿No bastan las deferencias raciales – las que nosotros mismos hemos establecido – y tenemos que ver nuestras diferencias religiosas e ideológicas a la luz del conflicto eterno?

El Pueblo Judío tiene problemas. En Israel no se ha podido – y dudamos que se pueda – definir quién es judío. La pugna entre leyes civiles y religiosas está a tope. En los Estados Unidos, la mitad de los matrimonios son “mixtos”. (Menciono ambos países porque la mayoría de los judíos del mundo se encuentran en ellos).

Israel y la Diáspora deben de recordar que somos un solo Pueblo. Lo que afecta o atañe a uno influye en el otro.
¿Cómo es posible que una mujercita sea agredida en pleno Israel por una horda de radicales religiosos?
¿Cómo es posible que los “laicos” no difundamos los valores religiosos de nuestro Pueblo?

Recordamos a nuestros padres. Tenían dificultades, pero eran económicas, no sociales ni religiosas. ¿Qué ha cambiado, qué nos ha transformado?
¿Ya tan pronto descartamos 613 mandatos?

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