MOISÉS NAÍM/EL PAÍS
12 de febrero_Probablemente usted nunca haya oído hablar de Daniel Davis. Es teniente coronel del Ejército de Estados Unidos, actualmente trabaja en el Pentágono y ha participado en las dos guerras contra Irak y en Afganistán, donde también sirvió en dos oportunidades. Después de regresar de su última misión en ese país, escribió un informe que comienza así: “En sus comunicaciones al Congreso y al pueblo americano los militares de más alto rango han distorsionado tanto los hechos sobre la situación real en Afganistán que la verdad se ha hecho irreconocible. Este engaño ha dañado la credibilidad del país frente a aliados y enemigos, limitando así severamente nuestra capacidad para lograr una solución política en Afganistán. Ha costado miles de millones de dólares que, de haberse sabido la verdad, el Congreso nunca hubiese aprobado; esta conducta de nuestros principales líderes militares seguramente ha alargado la duración de la guerra. Pero el mayor castigo que ha sufrido nuestra nación a raíz del engaño son las decenas de miles de militares heridos, mutilados o muertos cuyo sacrificio ha rendido poco o ningún beneficio al país”.
Y esta es tan solo la versión pública del informe de Davis. También produjo una versión confidencial que solo entregó a algunos diputados y senadores autorizados a conocer informes secretos de inteligencia. No satisfecho con esto, el Coronel Davis publicó días atrás un explosivo artículo en el Armed Forces Journal, la más antigua y respetada publicación independiente sobre temas militares de EE UU. En ese artículo, Verdad, Mentiras y Afganistán, Davis escribe: “He sido testigo de la ausencia de éxito a todo nivel…¿cuántos más deben morir en aras de una misión que no está teniendo éxito?”.
Davis me dijo que más de 800.000 personas han leído ese artículo. Y fue solo después de producir y distribuir su informe a miembros del Congreso, publicar el articulo y dar algunas entrevistas, que Davis informó a sus superiores. Esta parece la conducta de alguien a quien no parece importarle el ser expulsado de las fuerzas armadas -o hasta ser sometido a juicio-, le dije. “Nada de eso” me contestó Davis. “Esta es mi vida y mi carrera y quiero seguir en esto mientras pueda servir a mi país”. También rechaza enfáticamente las acusaciones de sus críticos acerca de que su conducta se debe a cálculos políticos, que sus conclusiones se basan en anécdotas y no en la información rigurosa que manejan quienes dirigen la guerra. Michael Hastings, el corresponsal militar de la revista Rolling Stone, quien obtuvo y colgó en la red la copia del informe no confidencial de Davis, sostiene que “este es uno de los documentos mas importantes que ha publicado un oficial activo en los últimos diez años”.
¿Cuáles son las implicaciones de todo esto? Que la guerra en Afganistán va muy mal no es sorpresa para nadie. La sorpresa es que, según Davis, va aún peor de lo que se cree y mucho peor de lo que concluyen los ya poco alentadores informes de militares estadounidenses. Naturalmente, la otra sorpresa es que un oficial en activo haya decidido correr el riesgo de contravenir todas las reglas y diseminar ampliamente su devastadora evaluación de la situación y denunciar lo que, según él, es la mendacidad de los más altos cargos del Pentágono. Más sorprendente aún es que Davis todavía no haya sido castigado por violar las reglas.
Un portavoz del Pentágono se apresuró a refutar la noticia de la cadena NBC de que se habría abierto una investigación penal contra Davis. Una posibilidad es que el coronel cuenta con el apoyo -y la protección- de sus superiores y es, en cierta forma, su vocero -esto Davis lo niega-. La otra posibilidad es que el Pentágono teme que una represalia contra Davis podría generar una fuerte protesta y aumentar aún más la visibilidad e influencia de los puntos de vista del coronel. Finalmente, otra sorpresa es que el coronel Davis no cree que EE UU deban retirar su tropas de Afganistán en 2014 tal como ha prometido el presidente Obama. Para Davis la estrategia debe ser dejar fuertes bastiones militares en algunas localidades estratégicas de Afganistán y cambiar la misión. Según él, dichas las tropas deben dedicarse primordialmente a capturar -o matar- a los terroristas que puedan usar ese país como base de operaciones. Es una cruda manera de decir que no hay ninguna esperanza de que EE UU pueda contribuir a que en Afganistán se desarrolle una nación pacifica, próspera y democrática.
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