CIDIPAL
13 de febrero, 2012- Declaraciones del Embajador Ron Prosor, Representante Permanente de Israel ante Naciones Unidas, durante la Asamblea General de Naciones Unidas en relación a Siria
Muchas gracias, Señor Presidente, por convocar a este importante debate que debería haberse hecho o hace tiempo.
Mientras observo cómo se desarrolla esta cuestión, las imágenes que vi durante el fin de semana perduran en mi mente. Hoy recuerdo los retratos de niños y jóvenes de Baba Amr del vecindario de Homs. Están heridos, cubiertos de vendajes y aterrorizados más allá de lo creíble. Ellos miran a las cámaras con ojos suplicantes, desesperados por ayuda. Del único modo que ellos conocen, estos niños están tratando de llegar al mundo. Están pidiendo al mundo que le tiendan una mano.
Ningún ser humano decente puede ignorar imágenes como éstas. No importa de dónde provengan o a qué fe pertenezcan o qué política prediquen. Esas imágenes de indefensión en el rostro de la muerte sirven como un llamado moral a cada persona y cada nación del mundo. Ningún lugar es el más adecuado para esta convocatoria que las Naciones Unidas, que fueron fundadas primordialmente para salvaguardar los principios de derechos humanos, dignidad y vida.
Estos niños en Siria no son víctimas indiscriminadas de un desastre natural. No son víctimas fatales de la hambruna. No son víctimas accidentales de guerra. Ellos son blancos deliberados de un brutal régimen que cometerá cualquier crimen y cruzará cualquier línea para aferrarse al poder.
Señor Presidente,
Todos sabemos que las consecuencias de la inacción serán horrorosas.
Winston Churchill dijo una vez, “cuanto más atrás miremos, más adelante podemos ver”. Si quieren comprender el propósito de este régimen, pues miren sus antecedentes.
Hace exactamente 30 años, este mismo gobierno masacró a diez mil personas de su propio pueblo en Hama, en una sola campaña. Nada cambió.
Bashar al-Assad está asesinando sistemáticamente a civiles. Sus tanques están pisoteando los derechos de manifestantes pacíficos. Sus fuerzas están violando y torturando hombres, mujeres y niños.
Assad no tiene autoridad moral para gobernar.
Con cada hogar que es destruido con un mortero, con cada joven que es alcanzado por una bala de un francotirador, con cada persona que es torturada, la retorcida moral de este régimen se convierte en un mayor centro de atención.
Bashar al-Assad pudo haberse formado como oftalmólogo pero, en la práctica, sólo trata de enceguecer a la comunidad internacional de los crímenes de su régimen. La comunidad internacional ya no puede permitirse ver esta situación en Siria con menos de una visión 20/20.
Más de 6000 personas fueron, desde el comienzo de la revuelta, asesinadas. ¿Cuántos inocentes más deben morir antes de que el mundo actúe?
A medida que crece el número de víctimas también crece la obligación moral. Nuestra humanidad común nos mantiene unidos. Y estos lazos ahora son puestos a prueba.
Es hora que la comunidad internacional deje de mantenerse al margen observando crimen tras crimen. Es hora de que las voces de las víctimas se unan finalmente a la voz del mundo entero contra el tirano de Damasco.
Debería ser obvio que tanto Assad como su régimen no tienen autoridad moral para gobernar.
Y ya va siendo la hora de que esta organización comience a hacer algo elocuente para detenerlo y que deje de asesinar a su propio pueblo.
Los niños de Siria – desde Homs a Hama – nos lo piden a gritos. Su destino está en nuestras manos.
Muchas gracias, Señor Presidente.
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