Silvia Cherem recibe el Premio de Comunicación 2012 de la Universidad Anáhuac

SUSY ANDERMAN
PERIÓDICO CDI INFORMA

Silvia Cherem será reconocida con el Premio de Comunicación 2012 que otorga la Universidad Anáhuac, el próximo jueves 16 de febrero en una ceremonia en la que se distinguirá su ejercicio académico y su calidad moral como líder, profesionista y figura emblemática, porque Silvia no sólo ha trascendido en nuestra Comunidad, también ha sido y es reconocida entre colegas y en la universidad que la formó.

No obstante su notable trayectoria, Silvia es irónica y juega con el humor al decir que está sorprendida de recibir esta medalla: “No he hecho nada para obtenerla, quizá es producto de vivir de mis glorias”.

Para la Universidad Anáhuac ha sido un lujo premiarla. El Consejo de la Universidad, según consta en actas, decidió de manera unánime reconocer “su brillante labor en los distintos campos del periodismo en nuestro país, destacando el área de la entrevista a personalidades tanto nacionales como internacionales, entre las que sobresalen las realizadas a los Premios Nobel: Octavio Paz, Shimon Peres y Elie Wiesel, así como las entrevistas de largo aliento a los fundadores del Grupo Bimbo y al Maestro Miguel Ángel Granados Chapa, entre otros”.


¿Silvia cuál consideras que ha sido la plataforma central en tu carrera periodística?

Dos cosas me han impulsado como leitmotiv desde que era niña: la curiosidad por preguntar y la necesidad de compartir aquello que iba aprendiendo. No sabía que sería periodista, pero supongo que todas las piezas se concatenaron para que lo fuera, porque tengo una necesidad continua de descubrir cosas y no soportaría quedarme sólo para mí misma aquello que disfruto, gozo y aprendo.

¿Los escritores necesitan un título académico?

No lo creo, pero sí necesitan ser grandes lectores para encontrar un discurso propio, una forma de narrar diferente, una propuesta novedosa. Las historias, en el fondo, son las mismas desde tiempos inmemoriales: aluden a las pasiones humanas – el amor, el odio, los celos, las envidias, el poder…– pero sólo un gran escritor es capaz de encontrar la forma de atrapar al lector por el cuello, provocarle cuestionamientos, atarlo a la historia para que no la abandone y, en el mejor de los casos, para que lo marque de forma definitiva.

¿Necesitas tener valor o ser valiente para ser escritor?
Valor para enfrentar la hoja en blanco y luego valor para enfrentar la tortura de la corrección, a veces inclusive destruyendo el trabajo de meses para rehacerlo por completo. Kafka decía que el arte de escribir es el arte de corregir, y es cierto. Es una labor de mucha paciencia, de trabajo, tesón y autocrítica para lograr que un texto fluya sin aliento de la primera palabra a la última.

Ahora que estoy editando libros, me doy cuenta que la mayoría de los escritores no posee fortaleza y sabiduría para cuestionarse, creen que el libro está listo porque así lo decidieron y no tienen paciencia para madurar la obra. Y, por supuesto, sin crítica no hay crecimiento. Basta leer a cualquier escritor de peso para aprender cómo han destruido una y mil veces sus novelas hasta encontrar el adjetivo preciso o la estructura novedosa. Un buen libro es un proceso, no hay musas, la única musa es la disciplina, la fortaleza para no darse por vencido, y el trabajo creativo y sin tregua.

¿Te ha puesto nerviosa el resultado de alguno de tus escritos o de tus libros?
Sin duda. El miedo es parte de la vida de cualquier periodista. Miedo para abordar inicialmente a un personaje, para romper las barreras de la intimidad. Miedo al escribir, para ser fiel a la verdad. Y miedo al publicar porque uno nunca sabe de dónde saltará la liebre. No obstante la experiencia que uno tenga, cada trabajo es nuevo y hay que partir con ingenuidad, grado de alerta y temor de principiante. Aquel que se la cree, ya perdió, sin duda se va a tropezar con más facilidad. Detrás de cada uno de mis trabajos hay una aventura, detrás del encuentro con cada personaje hay un montón de anécdotas personales que quedaron fuera de texto, historias increíbles que algún día deberé recopilar. Ha sido mucho el sufrimiento para ir creciendo, pero como dicen por ahí, lo que no mata fortalece, y todo se conjuga en aprendizaje.

Has dicho que quieres pasar del Periodismo a la Literatura…
El buen periodismo tiene que ser literario y a eso debemos apelar para que las historias sean de mayor calidad y trasciendan más allá del momento. Guardando las debidas proporciones, te diría que Gabriel García Márquez o Vargas Llosa comenzaron como periodistas. Cuando a García Márquez le encomendaron ir a entrevistar al náufrago Luis Alejandro Velasco –un tripulante de un buque militar que cayó al mar y logró sobrevivir diez días en altamar– pensó que era una historia muy manoseada, un tanto vieja porque ya había sido contada por un montón de periodistas del régimen. No obstante, su historia es tan buena que luego se publicaría como libro: Relato de un naufrago, una impactante verdad que trascendió al campo de la literatura porque uno logra oler el mar, menearse en la balsa salvavidas, padecer el sufrimiento del náufrago en cada palabra, en cada silencio.

Quizá como sucede con tu historia del tsunami, con la que obtuviste el Premio Nacional de Periodismo en 2005. ¿Cómo se logra mostrar la crudeza de un suceso sin caer en el peligro de un periodismo sensacionalista?

Hay que sopesar cada palabra, cuidar cada adjetivo, abordar los sentimientos y las aristas en un justo equilibrio y, sobre todo, mantener un incorrompible sentido de la ética. En mi caso, tengo sumo cuidado en cómo abordo cada historia, me pongo en el lugar del entrevistado y contemplo las problemáticas como si fueran propias, con el respeto con el que a mí me gustaría que me traten. Eso no quiere decir dejar de hablar de lo que se tiene que hablar, al contrario. Soy de quienes piensan que si hay verdadera voluntad de cambio, nada es vergonzoso. Sostengo que los problemas deben enfrentarse con valentía y sin temor, que esconderlos sólo es crecerlos, más vale tomar al toro por los cuernos y mirarlo de frente, desafiándolo directamente a los ojos.

Es cierto, por otra parte, que hay medios que, por vender, son capaces de sobajarse a cualquier cosa, de extender un chisme sin contextualizarlo o comprobarlo, destruyendo familias y trayectorias en un santiamén. El amarillismo sirve sólo para vender periódicos y revistas que pasado mañana nadie recuerda, es un interés inmoral basado sólo en tener jugosas ganancias económicas.

Te voy a contar una historia. Cuando me gané el Premio Nacional de Periodismo, recibí una llamada de una revista para pedirme que hiciera un relato jugoso sobre el fallecimiento del nieto de una figura muy conocida en el medio periodístico, habían hablado con la connotada abuela, ella ya me esperaba y me pagarían cuantioso. El cadáver del jovencito aún estaba tibio, tenía unos días de haber sucedido la tragedia.

Dudosa, porque detesto el amarillismo, fui a entrevistarme con la periodista, nos tocamos el corazón y descubrí una historia terrorífica detrás de la muerte de su nieto. No obstante el atractivo contrato que me ofrecían si yo publicaba una buena historia de aquel deceso –y tenía sin duda con qué ganarme las ocho columnas–, decidí que no escribiría una sola línea porque lo que descubrí hubiera destrozado a otros niños inocentes involucrados con lealtades invisibles en aquel suceso. Mejor la escuché, la consolé y le ofrecí herramientas para que pudiera enfrentar lo acontecido.

Por otra parte, si me preguntas por qué razón escribí la historia del tsunami te respondo que Karen, la joven sobreviviente, estaba lista para contar la historia, había pasado más de un año de terapias y quería hacer pública su experiencia para cerrar ese capítulo. Era, como la de García Márquez, una historia “manoseada”, pero podíamos contarla de otra forma. Reconstruimos paso a paso lo que vivió, inclusive buscando a quienes la ayudaron, gente a la que no recordaba y a quien nunca pudo agradecer. Para ella fue catártico, la posibilidad de darle vuelta a la página para poder seguir con su vida.

¿Te ha sucedido alguna otra vez que te agradezcan, que cambies la vida de tus entrevistados?
Mi oficio es una vía de dos sentidos: observar, cuestionar e involucrarse con alguien, afecta irremediablemente al observador y al observado. Por supuesto que me ha sucedido mil veces que me agradezcan, pero yo también tengo mucho que agradecer, aprendo demasiado al tener derecho a preguntar, al calzar los zapatos de otros. Hurgar en la vida de los demás permite hurgar en la vida de uno y se vuelve, además, un proceso multiplicador al compartirlo con el público, de frente, sin amarillismos, entendiendo los procesos que vive cada quien.

Un ejemplo contundente sucedió con el artista Arturo Rivera. Para entrevistarlo, tuve que exponerme a encuentros durante varias semanas entre nubes de mota, porque sólo así, fumando y empastillado, podía él concentrarse, agarrar valor para enfrentar su vida de desazón, inseguridad, intentos de suicidio, alcoholismo rampante y eterno sufrimiento. Fue tremendamente difícil darle forma a aquel trabajo, poder alejarme para hallar hilos conductores que me permitieran contar la historia. Era estar en el abismo del mal.

Finalmente quedó una joyita, un reflejo fuertísimo de Arturo, un pintor brutalmente excelso. Tras la publicación, él me confesó que al verse tan expuesto públicamente había decidido enfrentar su problema de adicciones. Nuestra entrevista y los meses de encuentros fueron un parteaguas en su vida. Durante mucho tiempo no volvió a meterse nada.

¿Qué personajes o qué entrevista han marcado tu vida?
Te diría que todos porque los vínculos que hemos generado son estrechísimos, de amistad y cariño enormes, al grado que casi todos ellos han compartido la mesa con Moy y mis hijos, y con numerosos amigos que he invitado a casa con ellos. Nos hemos enriquecido conversando con figuras como: Lorenzo Servitje, Granados Chapa, Leonora Carrington, Vicente Rojo, Juan Soriano, Manuel Felguérez, Gilberto Aceves Navarro, Teodoro González de León… Estoy segura que ello nos ha determinado no sólo a mí, también a toda mi familia, dándoles una visión de mundo más plural y amplia, una visión sin verdades únicas.

¿Eres una terca vouyerista?
Más que verme como vouyerista, pienso que soy buena oreja. Juan Soriano una vez me dedicó un libro, pintando mi cara sólo con un par de ojotes, y es cierto, observo mucho, pero también oigo con atención. He aprendido a ser muy intuitiva, leo cosas en una mirada, en un guiño, escucho el silencio, y eso me permite, de frente al personaje, saber por dónde moverme. Otro secreto en mi carrera ha sido siempre conocer a fondo la vida del entrevistado, saber de sus días más que lo que él mismo recuerda. Eso permite que la gente se abra de capa conmigo y me cuente historias sintiendo que tienen un buen interlocutor. Lo que más trabajo me ha costado es aprender a contar, pero sigo aprendiendo.

¿Qué elemento humano es el que más se distingue o el que más sobresale en todos tus entrevistados?
Cada personaje es un mundo, pareciera imposible constreñirlos. Ahora bien, si me lo preguntas, te diría que muchos de los personajes que han trascendido en el arte y la cultura, que han tenido necesidad de ser vistos, es porque en el fondo padecen una dolorosa inseguridad por haberse sentido rechazados por sus padres. Buscan un espacio, lo hacen en voz alta, y a pesar de sus éxitos la carencia no disminuye. Lo mismo se dice de los periodistas, que tenemos necesidad de demostrar que somos alguien, que cacareamos en forma ruidosa nuestros huevos porque apelamos a dejar huellas, a ser vistos.

¿En tu trabajo tienes presente ese compromiso de ser embajadora de la Comunidad Judía de México?
Es pretencioso que yo lo parafraseara de ese modo, pero sin duda me siento muy orgullosa de abrir puertas como judía mexicana, mostrando que somos muchos los judíos con valores, compromiso, dedicación. Lo que hacemos nos afecta como grupo, para bien y para mal. Sabes, justamente en un evento público don Lorenzo Servitje, quien acepta que creció imbuido en los estereotipos cristianos, señaló que un par de lecturas y tres cercanos amigos le cambiamos su manera de concebir al judío: Ari Kahan, Alfredo Achar y yo. Me hizo sentir muy honrada, me di cuenta del enorme compromiso que tenemos como grupo.

¿Qué les dirías a esas mujeres que se paralizan ante la posibilidad de crecer, que son incapaces de verse fuera del espacio del hogar? ¿Crees que has sido alguien que ha roto con ese esquema?
Sin duda rompí con muchos paradigmas. En mi caso mis papás me impulsaban a estudiar, pero quizá veían mi carrera como un pasatiempo, nunca creyeron que llegaría a ser quien soy, la verdad, ni yo misma me lo creo. Mi suerte fue tener a Moy a mi lado, alguien que siempre entendió que para estar amorosamente atados teníamos que volar ambos en libertad. Mucha gente me dice que por eso nos admira, porque ambos hemos podido alcanzar éxitos sin ahogarnos, impulsándonos en el día a día a ser mejores personas, permitiendo crecer con mayor libertad a nuestros hijos.

Por supuesto que no fue un proceso fácil –desde atreverme a viajar sola, intimar con personajes, inclusive tonterías como soportar chismes de gente de la comunidad que comenzaba a cuchichear si me veía en una mesa conversando con ¡un hombre!–, pero siempre tuve clara la mira sin importarme lo que se dijera de mí. El éxito, sin duda, es el equilibrio y hay que atreverse en la vida a seguir la propia voz. Ese ha sido mi logro y me siento feliz de alcanzarlo.

Pasamos una deliciosa tarde platicando, Silvia siempre tiene prisa, siempre un pendiente insatisfecho, siempre una hoja en blanco enfrente.

¿Quién es Silvia Cherem?

Inició la carrera periodística en el año 1994 al publicar “Chiapas, la otra versión: Lo sabíamos todo”, en la portada de Enfoque, suplemento del periódico Reforma. De entonces a la fecha ha publicado crónicas, entrevistas y reportajes de temáticas nacionales e internacionales de índole cultural, política, científica y social, en los periódicos del Grupo Reforma, pero también ha escrito para los diarios El Financiero y El Economista, así como para las revistas Expansión, Travesías, Gatopardo, Revista de la Universidad de México, Milenio y Caras.

En el año 2005, obtuvo el Premio Nacional de Periodismo en la categoría de Crónica con el texto seriado: “Yo sobreviví al tsunami”. En tres ocasiones ha sido semifinalista del Premio CEMEX+FNPI, convocado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano presidida por Gabriel García Márquez. Su entrevista a Octavio Paz está incluida en el tomo 15 de las obras completas del Nobel de Literatura.

Desde que inició ha mantenido un compromiso absoluto con la Comunidad Judía y además de publicar entrevistas y hacer reportajes a políticos, científicos y creadores israelíes que vienen a México –a Shimon Peres y Lea Rabin los entrevistó largo y tendido–, Silvia es una voz crítica y sobresaliente que es reconocida por cuestionar fanáticos y mantener una postura frontal para analizar y proponer soluciones a asuntos comunitarios de interés. Afanosa de ver los dos lados de la moneda, tuvo la valentía de infiltrarse a la Margen Occidental, en Palestina, y visitar la Mukata de Arafat en la semana de su deceso y escribir un reportaje de lo que ahí vio.

Es autora de cinco libros: Entre la historia y la memoria, Trazos y revelaciones. Entrevistas a diez artistas plásticos, Una vida por la palabra. Entrevista a Sergio Ramírez, Al grano. Vida y visión de los fundadores de Bimbo y Por la izquierda. Medio siglo de historias en el periodismo mexicano contadas por Granados Chapa.

Entre sus pasiones está la lectura, viajar, visitar los grandes museos, conversar y, por sobre de todo, cuidar la armonía de su familia impulsando a cada uno de quienes la conforman a alcanzar sus sueños.

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Enrique Rivera: Posterior a un título de periodismo y comunicación, cursa estudios de maestría en la Universidad Hebrea de Jerusalem, ampliando su carrera a técnicas fotográficas. Ya en México labora en varias instituciones judías y tanto sus artículos como fotografías, han sido utilizados en casi todos los medios escritos judíos de México. Ha sido galardonado en premios literarios en el CDI y ha montado varias exposiciones fotográficas como el Centro de Arquitectura y Urbanismo de la ciudad de México, FES-Acatlán y la Kehilá Ashkenazí.