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jueves 26 de diciembre de 2024

Una historia no revelada

ALICIA GOJMAN DE BACKAL
EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

La historia de los judíos en Rusia, es una historia de penurias y tragedias. Fue una historia de sufrimientos y logros, de esperanza y decepción. La vida cotidiana de muchos millones de personas, en muchas ocasiones enfrentados a situaciones de tremenda pobreza o de inseguridad, no es del todo conocida. A pesar de grandes matanzas y pogromos, los judíos de Rusia preservaron sus instintos humanitarios, su amor al estudio, y su esperanza de un mundo mejor.

En busca de fuentes para una historia de los judíos de Zitomir, pueblo cercano a Kiev, localicé en el Centro de Documentación e Investigación de la Comunidad Ashkenazí de México, un pequeño libro escrito por el gran historiador Martin Gilbert, titulado: Los judíos de Rusia, su historia en mapas y fotografías, publicado por Merton College, en Oxford en el año de 1976.

En dicho libro Martin Gilbert nos presenta un panorama de la vida de los judíos rusos en 26 mapas y 96 fotografías. Era la primera vez que aparecían estos mapas y sobre todo las fotografías que nunca antes se habían publicado. La lista de los mapas fue elaborada con la participación de un grupo importante de estudiosos, que además con el conocimiento del historiador, presentan en pequeños cuadros una síntesis de esta historia tan conmovedora.

Al revisar cuidadosamente la lista de los mapas presentados pude constatar el gran valor histórico que estos tenían, ya que inician con la presentación de la dispersión de los judíos en tiempos antiguos, y así continúan a través de la historia con la matanza de los cosacos entre 1648 y 1651, el establecimiento del área restringida entre 1835 y 1917, la emigración a los Estados Unidos y a Palestina en los años de 1880 a 1917, la posibilidad de establecerse en Crimea, en Birobidjan, la Segunda Guerra Mundial y las matanzas nazis en el territorio del área restringida, 1941-1945, el antisemitismo soviético en los años de 1961 a 1963, los prisioneros de Zion a partir de 1968 así como un mapa donde Gilbert señala a aquellos llamados “refusniks”, que no les era permitido obtener una visa para reunirse con sus familias en Israel.

Mi sorpresa fue realmente indescriptible al leer con cuidado los nombres de aquellos científicos que por ser considerados tesoros de la nación, les era prohibido solicitar una visa para viajar a Israel. Aquellos que se habían atrevido a hacer dicha solicitud de inmediato fueron separados de sus trabajos y considerados parásitos de la sociedad.

Es por ello que en ese año de 1976 para Gilbert era importante señalar los lugares de nacimiento de estos investigadores a los cuales les había sido negada la visa, además de señalar su profesión y quienes de sus familiares ya se encontraban en Israel.

En ese año mi familia y yo viajamos en un barco en compañía de un grupo de amigos mexicanos a San Petersburgo, en donde permanecimos durante varios días, visitando la ciudad y sus lugares históricos. Los tiempos eran difíciles ya que constantemente los turistas eran vigilados para que no se dispersaran o quisieran visitar otras áreas de la ciudad. Yo tenía el conocimiento de lo que estaba sucediendo con los “refusniks” y deseaba poder ayudar de alguna forma. Llevaba en mi cartera el teléfono de varios de ellos para poder contactarlos y ofrecerles nuestro apoyo y conocer las condiciones que imponía el gobierno para otorgarles la visa.

“La juventud no mide el peligro”, y decidida a hacer algunas llamadas telefónicas me instalé en una de las casetas que se encontraban afuera del restaurante donde nos había llevado la guía para comer. De las primeras llamadas me llevé una gran decepción, ya que al escuchar mi voz en un idioma que no era el ruso, de inmediato me colgaban la bocina. Por lo tanto en un segundo intento, decidí pedir ayuda a mi padre (q.e.p.d), que hablaba el ruso y que al contarle mis intenciones accedió de inmediato a ser mi intérprete.

Después de varias llamadas sin éxito, por fin una persona contestó y escuchó lo que mi padre y posteriormente yo en inglés le comentamos. Aceptó encontrarnos en el siguiente punto de nuestro itinerario y ver la manera de platicar unos minutos. Nos íbamos a identificar mediante sus lentes negros y mi mascada roja.

Ese encuentro se dio en la tienda para turistas en donde gran cantidad de autobuses de turismo se estacionaban y de ellos bajaban muchas personas. Mi hija mayor valientemente decidió que ella era la que debía estar en la entrada con la mascada roja y que yo lo esperaría al fondo del establecimiento.

Sucedió como lo planeamos, Sasha, llegó a la hora exacta, vio a mi hija y con ella entró a la tienda hasta que nos encontramos. Nos sentamos encima de las alfombras y tuvimos media hora para intercambiar ideas. El había sido el Director del Instituto de Investigaciones Científicas de San Petersburgo hasta que solicitó su visa de salida a Israel, porque su esposa e hija ya se encontraban allí desde hacía dos años. Entonces fue despedido de su puesto y encargado de barrer las calles. A pesar de todos los obstáculos seguía con sus investigaciones de química y las enviaba a través de la embajada de Holanda.

Platicamos acerca de la forma de ayudarlo y me comentó que solamente pagando al gobierno lo que ellos consideraban que habían sido sus estudios, que si yo podría reunir el dinero que le pedían que enviara una cantidad mensual dirigida a él y que de ella solo le darían el 25%.

Era muy inteligente y sensible y su inglés perfecto. Le ofrecí comprarle alguna cosa y solamente aceptó un libro de arte. En la travesía de regreso les comenté a mis amigos lo que había hecho y por supuesto que decidieron apoyar el proyecto.

Durante un año y medio recibí algunas cartas, al final del año 1977 un telegrama que decía:
“Gracias a tí y a tus amigos tengo la visa para viajar a Israel.”

El Instituto Weizman en Rehovot lo recibió como investigador. Así fue como el primer nombre de la lista de “refusniks” mencionado por Martín Gilbert había alcanzado su sueño.

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