LUIS MELÉNDEZ PASQUÍN/LA RAZÓN.ES
En agosto de 2006 se produjo un alto el fuego en la guerra que enfrentaba, al sur del Líbano, al ejército israelí y a componentes del partido Hizbolá. Hostilidades desatadas en respuesta al ataque a una patrulla israelita y posterior secuestro de dos soldados. La Resolución 1701 de las NNUU exigía el despliegue de más de 5.000 militares de la Organización en la zona antes del 15 de septiembre, como condición para que Israel abandonara los territorios ocupados.
A finales de agosto se confirma la participación española que aporta 1.100 efectivos. Se decide que la Infantería de Marina actúe como «Fuerza de Entrada Inicial», mientras se da tiempo a que otras unidades del ejército español se preparen para relevarla a corto plazo. Recibimos la noticia de nuestra participación el día 1 de septiembre. Quinientos infantes de marina desplegados antes del 15. Teniendo en cuenta que el tiempo para llegar a la zona era de 7 días, dejaba otros 7 para los preparativos iniciales.
No hay palabras para describir esta fase, la definiría como de locura controlada. Locura, por todo lo que hay que hacer para alistar una fuerza, preparar el equipamiento, seleccionar el personal, hacer los reconocimientos médicos, determinar necesidades logísticas, planear el embarque, etc., y controlada porque esta es una de nuestras mejores armas. Una unidad enfocada hacia la «Disponibilidad» no permanece nunca de brazos caídos y está siempre preparada para cualquier incidencia. Fue este afán de preparación el que, en plenas vacaciones, nos permitió reaccionar de manera rápida y eficaz.
En el muelle de la Base Naval de Rota tomé conciencia de lo que se nos echaba encima. Nuestra misión no era fácil, sabíamos que la zona donde desplegaríamos había sido la más castigada durante la guerra y las noticias acerca de la situación y de las amenazas eran confusas, lo que no ayudaba a transmitir tranquilidad a mis subordinados y a sus familias.
Por fin, la mañana del 15, avistamos las playas del Líbano en las proximidades de Tiro, a 45 kilómetros de nuestra futura base. No es fácil transmitir los sentimientos personales que percibí al llegar. La zona era inhóspita, lo que nos obligó a hacer un esfuerzo extraordinario para levantar y acondicionar la base. Aunque hubo una participación generalizada de los componentes de la Fuerza, quiero hacer especial mención a mi Sección de Zapadores. Todavía sueño con ellos, daba miedo verlos. Hubo un momento que pensé que no serían capaces de aguantar el ritmo de trabajo que se habían impuesto. Al tercer día ya estábamos patrullando nuestra zona de responsabilidad. Nuestras relaciones con la población y con el ejército libanés fueron buenas, lo que facilitó considerablemente la misión. No creo que nuestro éxito haya sido casual. Pienso que es el resultado de una exigente preparación, que ha quedado patente en la eficacia conseguida, en el espíritu de sacrificio demostrado, que para mi no es más que una manifestación del amor que se tiene a este Cuerpo de «Valientes por Tierra y por Mar».
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