YERAHMIEL BARYLKA
EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO
La memoria ocupa en el judaísmo un lugar especial. Es la base de mandamientos importantes como el recuerdo del Éxodo y la liberación de la esclavitud y la redención que recordamos todos los sábados, también en Sucot y por cierto en Pesaj. Ese “recordar”, que también aparece en nuestras plegarias cotidianas, no siempre alcanza por sí solo para internalizar su mensaje.
Este sábado, tenemos la orden de recordar otro tipo de reminiscencia. Es la memoria colectiva del mal. De las personas que no temen ni a
D-os ni a sus conciencias. De aquellos que con su cinismo y su deshumanización se aprovechan de los débiles, de los agotados y de los extenuados.
“Debe haber un recordar de lo que Amaleq te hizo en el camino cuando ustedes iban saliendo de Egipto, cómo salió a tu encuentro en el camino y procedió a herir en tu zaga a todos los que venían rezagados tras de ti, mientras te hallabas agotado y fatigado; y no temió a D-os…, debes borrar la mención de Amaleq de debajo de los cielos. No debes olvidar”. (Devarim 25, 17-19)
Pero es un recuerdo distinto que aparentemente no va acompañado por la acción inmediata. Es el recuerdo del mal colectivo de un pueblo, de que es todo lo contrario a la imagen divina. De quienes se aprovechan de los más débiles, de aquellos que no pueden defenderse. La nación Amaleq no existe en sí misma más, pero su sistema de valores sigue presente también en nuestra generación.
Amaleq no tenía ninguna razón por la que podría desear atacar a Israel. Pero, se ensañó con los más débiles, los rezagados, los más vulnerables y frágiles. Su sistema de valores degradado veía a la brutalidad irracional como a un fin en sí mismo.
Quienes pensaban que ya no hay Amaleq, pueden comprobar a diario su equivocación. Lamentablemente siguen habiendo, y no uno, sino muchos Amaleq.
El borrar la presencia de Amaleq debe ir acompañado por la acción de ayudar al débil, al desventajado, al cansado, al fatigado, a todos los que no tienen fuerzas por sí mismos para elevarse de su situación. Debe ir conducido con un esfuerzo muy grande para que no haya zagas vulnerables, que no haya rezagados. En ese esfuerzo debemos dejar de lado el aura de invencibilidad que creemos poseer y el cinismo en la observación de las desgracias del otro. Debemos ser un poco más humildes, reconocer con dolor que también en nosotros hay algo de Amaleq, por mucho que nos duela.
El valor de la santidad de la vida es creer que todo ser humano tiene un alma divina y es especial, y como tal debe ser tratada con cuidado y reverencia. Un brutal asesino no valora la vida humana, y por lo tanto, como Amaleq, no puede tratar a la gente atentamente. Tampoco tiene la capacidad de creer en D-os y tener una relación con él. Nuestra filosofía de la santidad sostiene que todo lo que hacemos y vivimos es importante a Hashem. No hay ninguna acción, evento o persona que no sea importante. La santidad es el opuesto del frío cinismo amalequita de que no ve nada especial en la vida humana, que no ve nada significativo en lo que hacemos.
Es muy importante que no nos hundamos en la apatía y la frialdad hacia el sufrimiento humano. Tenemos que reaccionar frente a los trágicos acontecimientos que tienen lugar a nuestro alrededor. Cuando vemos los terribles asesinatos no podemos ser indiferentes al sufrimiento humano. La indiferencia hacia la santidad de la vida humana, es una manera de indolencia frente a D-os, sus mitzvot y Su Torá.
No olvidemos borrar la memoria de Amaleq de debajo de los cielos, ni este Shabat ni nunca.
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