GORDON HABER/FORWARD/ TRADUCCIÓN MAY SAMRA
Los traumas de muchos niños judíos quienes, siendo adoptados por familias cristianas, escaparon del Holocausto, descubriendo más tarde su verdadera identidad.
Los “niños ocultos”, aquellos que sobrevivieron al Holocausto haciéndose pasar por cristianos son quienes más sufren al descubrir su pasado judío.
En 1939, aproximadamente 1,6 millones de niños judíos vivían en las zonas que serían ocupados por la Alemania nazi y sus aliados. Aunque los estudiosos difieren en los números, parece seguro decir que entre 100.000 y 500.000 de estos niños sobrevivieron.
Muchos de estos sobrevivientes fueron ocultos, cuando niños, en áticos o sótanos; otros vivieron abiertamente, con familias cristianas.
Joanna Michlic es el directora de Familias y Proyecto del Holocausto en el Instituto Hadassah-Brandeis. Dijo que los niños que sobrevivieron al Holocausto como cristianos, viviendo con familias adoptivas, experimentaron “dos rupturas masivas” que afectaron su sentido de identidad.
La primera se produjo a raíz de la separación de sus familias biológicas. Los padres judíos ocultaron a sus hijos en hogares cristianos o conventos, donde los niños tenían que aprender a esconder su identidad.
La segunda ruptura fue cuando los niños se encontraron con la noticia de ser judíos y tuvieron que abandonar su vida cristiana.
Muchos niños judíos habían sido escondidos en su más tierna infancia y, por tanto, no tenían ningún recuerdo de su origen judío. Después de la guerra, los padres o familiares sobrevivientes estaban ansiosos de recuperar a los niños, pero en muchos casos los niños se habían convertido y estaban cómodos en hogares o instituciones cristianos. Algunos se mostraron reacios a retomar una identidad que tenían consecuencias peligrosas para ellos.
La investigación de Michlic en las biografías de niños judíos durante la guerra pone de relieve las historias de jóvenes vulnerables que sufrieron traumas repetidos y dislocaciones, incluyendo batallas por la custodia entre familiares judíos y rescatadores cristianos. Incluso sin batallas de custodia, muchos niños sintieron una interrupción significativa al salir de la sensación de seguridad asociada con sus padres adoptivos; algunos fueron enviados a parientes judíos en los Estados Unidos o en Palestina.
A veces, sin embargo, la reconexión de un niño escondido con su pasado fue un alivio.
Miriam Magall nació en 1941 y fue adoptada poco después de nacer por una mujer soltera no judía.
Educada en lo que se convirtió en República Federal de Alemania, Magall fue frustrada en su deseo realizar estudios y sufrió abusos sexuales a manos del compañero de su madre, un zapatero.
A los 18 años, Magall decidió actuar por su cuenta. Encontró un trabajo en Suiza. Una noche antes de irse, la mujer que la crió le reveló la verdad sobre su pasado.
Magall nació en Polonia, en un pabellón de caza en el campo; allí, una familia judía se escondía de los nazis. Su madre murió poco después del parto. Su tía materna convenció al padre para dar al niño a la mujer que había sido su empleada doméstica en Varsovia. Pagaron a la criada para mantener al bebé seguro hasta después de la guerra.
De acuerdo con Magall, pocos días después del intercambio, la criada escuchó a soldados de la SS “presumiendo que habían encontrado a unos judíos en un pabellón de caza, que habían violado a la mujer y quemado vivos a ambos.”
Entre 1963 y 1969, Magall trabajó en Suiza y en Londres, y luego obtuvo una licenciatura en idiomas en la Universidad de Sarrebrucken. Magall dijo que, en Londres, mientras trabajaba para una familia israelita, “aprendió a ser judía”.
En 1969, emigró a Israel, donde se convirtió en traductora y empresaria exitosa. Se casó y dio a luz a un hijo, Yair, quien ahora tiene 30 años. En 1988, después de un divorcio, regresó a Alemania, donde sentía que las leyes de custodia eran más favorables a las madres solteras.
Magall ahora vive en Berlín, donde come Kosher y observa el Shabat. Publicó un libro en alemán sobre su familia “El pan de la aflicción, la historia de una niña judía escondida” También da charlas acerca de la vida judía y de su propia historia.
“Cada vez que hablo acerca de mi familia asesinada”, dice, “pongo un pedrusco más sobre su tumba.”
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