MAURICIO MESCHOULAM/ EL UNIVERSAL BLOGS
El problema no es tanto Wikileaks, como la lectura que de sus revelaciones hacemos.
“Osama Bin Laden no fue arrojado al mar como sostuvo el gobierno de Estados Unidos sino que fue trasladado a una base militar de Delaware”. Punto. Así inicia la narrativa reproducida por decenas de medios. Más adelante se indica que esta información se desprende de los mails del think tank Stratfor, que fueron hackeados por Anonymus durante diciembre y que fueron compartidos a Wikileaks y divulgados hace unos días. Pero el lector, cuando se le presenta semejante discurso, usualmente no se detiene a verificar si esto se apega o no a la realidad, sino que concluye que estas revelaciones, tal cual, son ciertas.
La versión es por supuesto atractiva mediáticamente. Obama, habría mentido a su gente y al mundo entero por razones que habría que deducir o clarificar. El llevar el cadáver a territorio norteamericano sería, según esta narrativa, el paso más lógico a seguir para poder examinarlo, aplicarle las pruebas de DNA, y determinar si efectivamente se trataba del cuerpo en cuestión. ¿Para qué, entonces, ocultarlo al público? En esta lógica, la respuesta obvia sería que existieron algunas dudas acerca de la identidad real de la persona muerta y quizás hubiere sido necesario disiparlas sin que la opinión pública estorbara, o bien, había que ocultar las circunstancias bajo las que Bin Laden fue muerto por los Seals. Por ello, el relato (de acuerdo con toda esta trama, inventado) del cuerpo arrojado al mar según la tradición musulmana, sonaría encantador.
Todo eso está muy bien y comencemos por aceptar que es posible que así haya ocurrido. El problema no es ese, sino el tratamiento que estamos dando a la información y el peso que estamos asignando a las fuentes de donde la obtenemos.
De entrada, Anonymus hackea los archivos de Stratfor, y de acuerdo con lo que se nos dice, comparte estos archivos para que a través de Wikileaks se difundan. La primera presunción es que lo que Wikileaks divulga son en su totalidad correos legítimos, íntegros, y que fueron escritos por quienes se nos dice que los escribieron. Stratfor ha afirmado en varias ocasiones que mientras que muchos de estos correos son reales y completos, otros pueden haber sido alterados. Personalmente puedo dudarlo o no, pero asumir, sin verificar triangulando fuentes y métodos, que estos correos son 100% precisos, carece del rigor que un caso como el de Bin Laden ameritaría. En otras palabras, los correos en cuestión pueden estar arrojando indicios, sin duda, de que algo cercano a lo que se menciona pudo haber ocurrido. Pero la imaginación de quienes decidieran elaborar una investigación seria, les debería llevar a otro tipo de fuentes para poder contrastar, verificar, y corroborar la autenticidad de los correos que llegan al público en general, así como a identificar el contexto y el complemento de la información que los correos no dicen. Ya tuve comunicación con una persona aludida en algunos correos de Stratfor divulgados la semana pasada, a quien en lo particular las conclusiones apresuradas y no verificadas, han costado enormemente en su nombre y prestigio.
Segundo, asumimos que Stratfor es infalible o que sus fuentes son absolutamente certeras, y que por tanto, el intercambio de mails entre George Friedman y Fred Burton revela lo acontecido con precisión total. La conversación entre ambos, de hecho inicia con un “se dice ” por parte de Burton y a partir de ahí, suponemos que todo lo que conversan ambos personajes es indiscutiblemente un relato de la verdad pura y absoluta. De nuevo, en lo personal usted puede aceptarlo o puede dudar de ello, es su derecho. Pero cuando se trata de rigor en la investigación, los dichos e intercambios de correos entre dos personajes aludidos, deben ser contrastados y triangulados con otro tipo de fuentes antes de iniciar, como muchos medios lo hacen, con la certeza de que Osama no fue arrojado al mar.
No, Stratfor no es infalible y sus fuentes pueden estar equivocadas. Muchos de quienes hacen análisis estratégico así lo han establecido desde hace tiempo: “Stratfor es una broma, y Wikileaks también por tomar a Stratfor en serio”, dice Max Fisher de The Atlantic, un medio muy serio y respetado en temas internacionales, “Stratfor es simplemente The Economist, sólo que una semana más tarde y cientos de veces más caro”. Fisher cuestiona duramente no sólo a los analistas de Stratfor sino a sus fuentes. Podemos coincidir con él o no; a mí me parece que en Stratfor hay algunos análisis atinados y otros tienen errores de estimación. Con Wikileaks, plataforma fuertemente descalificada también por Fisher sucede algo similar, algunas de sus revelaciones son de mucho interés, y otras dicen mucho menos de lo que aparentan decir, o hablan de situaciones que eran ya ampliamente conocidas. Pero ese no es el punto, sino cómo leemos el intercambio de comunicaciones entre dos personas, que en muchos casos ni siquiera confirman los acontecimientos entre ellos mismos.
En pocas palabras, lo que reflejan los dos analistas de Stratfor, asumiendo que estos correos sean auténticos, nos puede llevar, sin lugar a dudas, a sospechar ciertas cosas, pero no a afirmarlas con absoluta contundencia. Cuestionar sus fuentes o sus estimaciones, como lo hace Fisher, me parece un ejercicio sano. No olvidemos que en su momento, también se puso en duda el mismo hecho de que Bin Laden hubiese sido localizado o muerto, salvo que pocos días después, Al Qaeda salió a reconocerlo y a prometer la venganza. Y claro, si una vez que las sospechas han sido levantadas, la investigación seria nos llevara a descubrir que Obama mintió, seguramente ello le costará caro, sobre todo en tiempos electorales.
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