SARA SEFCHOVICH/EL UNIVERSAL
En uno de sus programas matutinos recientes, Víctor Trujillo, mejor conocido como Brozo, se refirió a la pederastia. Con su manera de ser franca y burlona habló del tema y dejó muy claro que para él se trata de una enfermedad y de un delito que merece castigo. Sin embargo, alguien del público no lo entendió así y se lo hizo saber, acusándolo incluso de apoyar esa conducta.
Quiero referirme a la reacción de Brozo frente a esa opinión. Lo que hizo el conductor fue lo que podríamos llamar lo políticamente (yo preferiría decir culturalmente) correcto. Aunque fue obvio que se desconcertó y hasta se molestó por lo que le dijeron, nunca perdió la compostura. Una y otra vez le reiteró a la persona en cuestión que tenía todo el derecho a expresar su opinión y cada vez que se dirigía a él para responder a las imputaciones, insistía en poner antes la expresión “con todo respeto.”
¿Por qué tenía Brozo que permitirle a esa persona expresar esas falsedades y además manifestarle respeto? ¿Por qué hoy es correcto aceptar que se digan cosas que nos resultan inadmisibles, en aras de un supuesto que afirma que la libertad de expresión es más importante que lo que se expresa?
La máxima de Voltaire no puede ser vigente cuando, como bien ha dicho Fernando Escalante Gonzalbo, nos obliga a tolerar aquello que es intolerable.
Y es que la paradoja de respetar todas las opiniones es que eso podría terminar por regresarnos a momentos oscuros de la humanidad. O como escribió el filósofo Isaiah Berlin: “¿Puedo aceptar lo que dices aún siendo que es irreconciliable con los fines a los que yo he dedicado mi vida?” Tiene razón.
El sueño del respeto a todo y a todos, tan impecable desde un punto de vista teórico, tan difícil de rebatir desde una perspectiva moderna, ilustrada, tan de moda como afirma Amartya Sen, es uno de esos callejones sin salida a que conduce el modo de pensar occidental liberal, que cree que es posible construir un mundo ideal, “el reino de la felicidad, la verdad y la virtud”.
Pero no es así. La triste verdad es que con esta actitud se respeta a cualquiera y eso es demasiado peligroso. Por eso Ayaan Hirsi Ali la famosa activista, dice en un articulo reciente: “La tolerancia es para todos excepto para los intolerantes”.
Ahora bien ¿cuál es la línea que separa lo tolerable de lo intolerable, lo respetable de lo no respetable, lo que podemos permitir de lo que no podemos permitir?
La respuesta va así: es intolerable todo lo que atenta contra el derecho a la vida, a la integridad física, a la libertad y a la dignidad las personas, en una palabra, la definición clásica de lo que son los derechos humanos. Y punto. Es intolerable levantar falsos, mentir, atribuir dichos o acciones que no fueron tales. Y punto. Sin demasiadas vueltas porque este mundo es imperfecto. Y una cosa es la teoría y otra la realidad.
El filósofo Jamie Whyte explica así la falacia de ese “respeto” a cualquier opinión. Dice: “Si yo de verdad respeto tu derecho a opinar eso significa que no debo hacer nada para cambiar tu opinión”.
Y ese es el problema. Porque lo que Brozo quiere –eso fue lo que dijo- es que todas las personas condenen la pederastia y que esta deje de existir y mientras existe se castigue. Así que no puede mostrarle respeto a la opinión de quien quiso escuchar lo contrario o quiso echar al aire una provocación.
Brozo le dio espacio en su muy escuchado programa a una persona que dijo una falsedad que además es sumamente peligrosa. Le permitió hacerlo porque cree que cada quien tiene derecho a decir lo que piensa.
Pero no debería ser así. Mañana ¿dejará hablar a los que incitan al odio, racismo y asesinato en aras de la libertad de expresión y el derecho a opinar?
Estoy segura que no. Estoy segura que Víctor Trujillo quiere rebatir las ideas equivocadas y sabe que hay cosas que no se pueden permitir. Porque como también dijo Isaiah Berlin, no debemos olvidar que, “la libertad de los lobos es la muerte para los corderos.” Y porque como dijo Cornelius Castoriadis, “La afirmación de la verdad propia necesariamente es excluyente de la afirmación de otras verdades”.
Escritora e investigadora en la UNAM
[email protected]
www.sarasefchovich.com
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