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La entrada al Restobar es hoy distinta. Junto a la pequeña puerta de hierro que da acceso a la terraza del local, hay 11 caras sonrientes que miran a los clientes que llegan, 11 retratos sobre una mesa, delante de un pequeño muro coronado por velas. Debajo, están gravados once nombres en una placa que recuerda una fecha: 9 de marzo del 2002.
Aquel día, un sábado, en plena Segunda Intifada, un suicida palestino se inmoló en la entrada de este restaurante, que entonces se llamaba Moment. La explosión mató a 11 personas en el acto e hirió a 54 más. El local –situado en la esquina de las calles de Azza y Ben Maimon, en el barrio de Rechavya de Jerusalén y a tan solo 100 metros de la residencia del primer ministro israelí– quedó completamente destrozado.
El pasado viernes se cumplieron 10 años de esta masacre que conmocionó a los ciudadanos de Jerusalén de manera especial porque el Moment era un establecimiento frecuentado por israelís laicos, mayoritariamente de izquierdas, intelectuales, artistas, periodistas, abogados e incluso activistas de oenegés que denuncian la ocupación de los territorios palestinos. Y ahora familiares y amigos de las víctimas se han concentrado delante del restaurante para recordar a los seres queridos que perdieron. Todos tenían entre 22 y 31 años.
Entre los 11 retratos de jóvenes sonrientes dispuestos sobre la mesa, en la entrada del Restobar, están los de Danit Dagan y Uri Felix. Tenían 25 años “y les faltaban dos meses para casarse”, recuerda el padre de Danit mientras señala las fotografías de su hija y de quien iba a ser su yerno. A su lado, un hombre con el pelo casi completamente blanco le cuenta que habló con su hija un minuto antes de que el suicida se inmolara. Es José Cohen, uno de los 54 heridos en el ataque.
El 9 de marzo del 2012, a las 22.33 horas, estaba sentado a unos metros de donde se encontraba Danit, muy cerca de la puerta de entrada al café. José hablaba con unos amigos a los que veía poco porque vivía en Tejas y estaba pasando unos días de vacaciones en Jerusalén, donde nació en 1951.
“Solo recuerdo una explosión muy fuerte, salí disparado y el techo se me vino encima”, relata José. “Me contaron que pensaron que estaba muerto y me colocaron en la calle, delante del restaurante, junto a los cadáveres, pero uno de los médicos de emergencias que llegaron se dio cuenta de que estaba vivo”, explica.
José permaneció un mes y medio inconsciente y casi un año en el hospital. Estuvo ciego durante un tiempo, pero después de pasar por tres operaciones recuperó parte de la vista. “Al principio, el Gobierno me puso un lazarillo, pero luego dejé de necesitarlo. Cuando salí del hospital, vine derecho aquí, al café Moment. Decidí hacerlo porque si no venía, iba a estar asustado toda mi vida”, comenta. Desde entonces, casi cada día pasa por el restaurante, que cambió de dueño y de nombre.
Este viernes, cuando se cumplía una década del ataque, José, sentado en una esquina de la barra del Restobar, leía atentamente el periódico. “Mira, viene un reportaje amplio sobre el aniversario del atentado… A mi me parece que fue ayer”, comentaba. “La bomba explotó aquí”, explicaba señalando detrás de su espalda. “Todos los que estaban sentados en este lado de la barra murieron”.
A su lado, ajenos a la tragedia del 2002, decenas de personas conversaban y reían. En Israel se celebró ayer el Purim, una festividad religiosa que también han adoptado los laicos y que muchos definen como “el carnaval judío”. La barra y las mesas del Restobar estaban repletas, como es habitual, pero ayer el local se había vestido de fiesta. Cintas y guirnaldas de colores adornaban el techo y las paredes y entre los comensales había un pirata, un hada, un payaso y algunas princesas. Solo José y el dueño del local se acordaban de lo que pasó hace diez años.
REIVINDICADO POR HAMÁS
En la mayoría de cafés de Jerusalén y otras ciudades de Israel sigue habiendo guardias de seguridad de registran los bolsos, mochilas y maletines en la entrada, pero ya no hay psicosis de atentados. “Ahora es todo mucho más distendido, pero yo siempre me siento mirando a la puerta por si acaso…”, dice José, que dedica la mayor parte de su tiempo a hacer esculturas. “Hasta ahora no he sufrido ningún susto ni falsa alarma en un café, pero todavía hay noche que me despierto gritando”, explica en un castellano de acento malagueño. “Mis padres eran españoles, se casaron en Málaga y vinieron a Israel en 1950”, indica.
José, que tiene familia en Barcelona, teme un posible ataque israelí contra Irán. “Ya hemos vivido varias guerras, estuve en la de Yom Kippur [octubre de 1973, entre Israel y países árabes liderados por Siria y Egipto], que fue la peor”, asegura. “Desde el atentado, cada día que me levanto doy gracias a Dios, antes me tomaba el día como si nada”, señala José.
El atentado contra el Moment, reivindicado por Hamás, fue perpetrado por un joven palestino que contó con la ayuda de algunos colaboradores, entre ellos, Walid Anajas, arrestado el 9 de septiembre de 2002 y liberado el pasado octubre en el canje de prisioneros palestinos a cambio de la liberación del soldado Gilad Shalit, secuestrado en junio de 2006 por diversos grupos palestinos.
Anajas fue enviado al extranjero por estar considerado “demasido peligroso” para permanecer en los territorios palestinos. “Sé donde viven otros terroristas que colaboraron en el atentado del Moment, por un lado no quiero ni verlos, pero por otro, me gustaría conocer a sus familias y hablar con ellos”, afirma José,que tiene intención de seguir yendo cada día al Restobar.
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