PETER KATZ
Es difícil encontrar un adjetivo adecuado que describa las condiciones en las que estuvieron viviendo los judíos, si así se puede decir, el corto tiempo que transcurría, entre la llegada de los trenes, con sus diez vagones y su locomotora, así llamaban los alemanes a los convoyes ferroviarios que llevaban a los deportados a su destino, antes del infierno, en alguno de los Campos de Exterminio en Polonia.
A la llegada, generalmente de noche, nadie gritó, no tenía caso. No tenían la menor idea de donde habían llegado.
Oían las órdenes gritadas en alemán, pero inentendibles para la mayoría de los recién llegados. Había algunos presos, que probablemente les antecedieron, que ya llevaban el uniforme rayado de los reos, dirigiéndolos.
A partir de 1942, llevaban a todos a “las regaderas” que era un eufemismo para las Cámaras de Gas, provistas de la alta tecnología alemana.
¿Dónde estaba D´os? Obviamente no estaba.
Después de la liberación de los varios Campos, entre Enero y Junio de 1945, la mayoría de los cuales ya estaban vacíos a la llegadas de las tropas del Ejercito Rojo, quienes liberaron unos, y otros por los ejércitos aliados norteamericanos e ingleses. Es posible que dentro del jolgorio que suscitó el fin de las matanzas, pero no la muerte de aquellos que después de pasar hambre, ya no podían ingerir alimentos. Sus organismos estaban destruidos. Murieron muchos de los que se habían salvado.
Es posible que en estos momentos, hace 70 años, algunos de nosotros hayamos sentido necesario o tenido cierta ambición de tomar venganza. Nekuma. Esto en lugar de llevar a los criminales ante una Corte de Justicia Internacional, como se hizo.
No solamente porque no creíamos capaces a los jueces, sino nadie sobre la tierra podía imaginarse los crímenes que había que juzgar.
Desde la gente no preparada hasta los Profesores de Universidades, preguntaban ¿Cómo fue posible? Esto es algo que nunca había sucedido.
Creo, retrospectivamente, que hicimos bien en no tomar venganza.
Además este procedimiento no es judío. No cabe dentro de los preceptos de la Primera Religión Monoteísta.
Hasta 1946 se celebraron los Juicios de Nüremberg. Entre los acusados solamente hubo algunos altos funcionarios del régimen Nazi. Los que fueron condenados, fueron colgados.
La gran mayoría de los criminales, escaparon en una huída muy bien organizada por la “Kamaradenschaft”, una organización Nazi cuidadosamente preparada, manejada desde Suiza, donde se encontraban almacenados los lingotes de oro, productos del despojo hecho a judíos entre 1933 y 1945.
La “huída” fue organizada inmediatamente después de que Hitler se suicidó en su Bunker en Berlín. A medida que regresaban los elementos de la SS del frente y de su trabajo en los Campos de Concentración, fueron dotados de una nueva identidad, un salvoconducto expedido por el párroco de su localidad y guiados a través de los pasos alpinos hacia Italia donde fueron recibidos por el sacerdote austriaco Alois quién los hacía pasar la línea divisora.
Del lado Italiano los esperaban sacerdotes locales que los llevaban al palacio de Castell Gandolfo, vacío en este momento, para esperar ser llevados a un barco que zarpaba del puerto de Civita Vecchia, para llevarlos a Argentina.
Allí Evita Perón ya había preparado su refugio, con papeles de inmigración en orden y una identidad nueva. Un pasaporte argentino, con el cuál podían sumergirse en la sociedad del país de la pampa y trabajar.
Además hoy, tanto los perpretadores como la gran mayoría de las víctimas han muerto por razones naturales. El Holocausto sucedió hace 70 años.
Haciendo un juicio somero de lo que empezó en 1933 debemos insistir en que la humanidad entera aprenda a convivir, a respetar a los demás.
Mantener en alto los Derechos Humanos que fueron apenas promulgados después de la Segunda Guerra Mundial, con Rene Cassin, Premio Nobel de la Paz. Únicamente respetándonos unos a otros podremos aspirar a un “Nunca Más”, ni siquiera pensar en Nekuma.
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