LA RAZÓN.ES
La historia oficial retrata a Adolf Hitler, detonante del conflicto bélico más sangriento que ha conocido la Humanidad, como un mujeriego que, además de numerosas relaciones extramatrimoniales, se casó en dos ocasiones, pero sin dejar descendencia.
Sin embargo, una reciente investigación promovida por la revista francesa «Le Point» ha destapado la supuesta existencia de un descendiente del « Führer» en Francia. Según los documentos, el hijo de Hitler habría sido engendrado durante la estancia de éste en el país galo en 1917, en plena Primera Guerra Mundial.
El autor de «Mi lucha» entabló una relación sentimental con una joven en Fournes-in-Weppe (cerca de la ciudad de Lille), aunque nunca llegaría a conocer la existencia del producto de aquel noviazgo. La identidad de la supuesta madre es Charlotte Lobjoie, por entonces de 16 años, que se interesó por un joven soldado que pintaba en un campo de heno.
El fugaz romance concluyó con el regreso al frente de Seboncourt, al norte de la región Picardy. Charlotte daría a luz en marzo de 1918 a un niño que dejaría en adopción. El vástago, marginado por ser «hijo de un boche», recibió el nombre de Jean-Marie Loret y se criaría posteriormente en el seno de una familia francesa de clase media.
En 1939, tras licenciarse como abogado, Jean-Marie combatiría al régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial, ajeno a los lazos con Hitler. No conocería hasta años después a su madre biológica, quien le confesó antes de su muerte, a principios de los años 50, la identidad de su progenitor. Loret emprendió una investigación de dos décadas para constatar la historia, un proceso que incluyó referencias históricas y pruebas biológicas.
En 1981, Jean-Marie escribió el libro «Tu padre se llama Hitler», que repasa la evolución de su historia personal. «Cuando tu padre estuvo allí, le encantaba llevarme a dar paseos por el campo. Unos paseos que terminaban mal generalmente.
Tu padre, inspirado en la naturaleza, se arrancaba con discursos, los cuales no comprendía. Como no se podía expresar en francés, lo hacía en alemán. Se dirigía a un auditorio ausente», indica en uno de sus pasajes.
Charlotte habría recibido dinero ya siendo Hitler dueño y señor del Gobierno germano. Algunas de las pinturas del soldado también fueron encontradas en el ático de la casa.
Jean-Marie Loret fallecería en 1985 sin el reconocimiento de los historiadores. Ahora, el abogado de la familia, François Gibault, ha reabierto el caso.
«Los niños de Hitler»
La película «Los niños de Hitler» documenta con testimonios reales la situación vivida por los descendientes de los dirigentes nazis, con el peso de la idea de que su padres, abuelos u otros parientes fueron responsables de algunos de los crímenes más atroces jamás perpetrados.
Entre los testimonios recogidos por el director israelí Zeevi Chanoch está el de Bettina Goering, sobrina nieta de Herman Goering, ideólogo del exterminio judío. «Yo heredé su mierda», dice Bettina, que vive aislada en una zona rural de Nuevo México: «Mi nombre siempre fue una carga muy pesada», reconoce. Bettina y su hermano se sometieron voluntariamente a la esterilización «para que no haya más Goerings», afirma en el documental.
Niklas Frank, hijo del prócer nazi Hans Frank, Gobernador General de Polonia y cuyo padrino fue el propio Adolf Hitler, se afana en explicar en las escuelas alemanas sus propias experiencias. Su padre fue ahorcado después de los juicios de Núremberg.
Monika Goeth, cuyo padre Amon Goeth fue el comandante del campo de concentración de Plaszow (encarnado en la película «La Lista de Schindler» por el actor Ralph Fiennes), comprendió el verdadero rostro de su padre después de ver la película: «Fue como ser golpeado».
Rainer Hoess, nieto del comandante de Auschwitz entre 1940 y 1943, Rudolf Höss, pasó su infancia en una villa de lujo junto al campo de exterminio jugando con coches de juguete hechos por los presos. «Cuando investigué y leí sobre los crímenes de mi abuelo, terminé destrozado», dijo Rainer.
Cuando era joven intentó suicidarse en un par de ocasiones; posteriormente sufriría tres ataques cardiacos y de asma, una salud débil que empeoró cada vez que se hurgaba en el pasado nazi de su familia.
«Vista desde afuera, la tercera generación lo ha tendido todo prosperidad, acceso a la educación, paz y estabilidad. Aun así crecieron con muchos secretos no revelados, sintieron la carga del silencio en sus familias que en ocasiones iba acompañado de una falta de calidez emocional y vagas ansiedades», asegura Sabine Bode, autora de varios libros sobre el peso del Holocausto en las familias alemanas.
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