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jueves 21 de noviembre de 2024

Tiro al aire: soñar verdades

SHULAMIT BEIGEL PARA ENLACE JUDÍO

ADULTOS CON SUERTE

Confieso que no entiendo esa histeria generalizada que de tanto en tanto se da en los diferentes países del mundo, en torno a las epidemias de esto o aquello. Yo conozco por lo menos a dos o tres personas adultas que hace algunos años contrajeron gustosos y sin ningún problema una parálisis mental generalizada (además de infantil) y viven felices y contentos hasta el día de hoy. Son políticos, y les dejo a ustedes que adivinen sus nombres. Otro, que ya murió, se llamaba Adolf Hitler.

DE PIEDRAS Y OTROS ROLLOS

Ya había entrado el Shabat, cuando Emma y Rafael Tzelik, de un barrio cerca, pero fuera de Mea Shearim, vieron subir la fiebre de su hijo de tres años, David, a 40 grados. Fue entonces que decidieron transportarlo al hospital. Cuál no sería su sorpresa, cuando en medio del camino su automóvil fue apedreado por anónimos, intérpretes de la ira divina. Como consecuencia del ataque, la madre recibió varias puntadas en su ojo izquierdo. Después de liberar a su hijo del hospital y a su mujer también, Rafael Tzelik encontró el tiempo y la fe necesarias para volver a la sinagoga y continuar la oración interrumpida.

Posdata: No entiendo porque el Comité Olímpico Israelí aun no ha promovido la inclusión de un nuevo deporte en la prestigiosa lista olímpica: lanzamiento de piedras. En primer lugar, se trata de un deporte no menos legítimo que el lanzamiento del martillo o de la jabalina. En segundo lugar, sería un marco de fructífero intercambio de experiencias entre religiosos y laicos. Y en tercer lugar, le aseguraría a Israel la ansiada medalla olímpica de oro.

El MARAVILLOSO MUNDO DE LOS LIBROS

Cuando era yo una adolescente, hace muuucho tiempo lamentablemente, tenía tanta energía que lo único que quería era leer para poder acumular todos los conocimientos posibles, es decir, que lo único que deseaba era leer libros, ver todas las películas clásicas, y visitar todos los países exóticos. Fue en esa época que leí Crimen y Castigo de Dostoievski, La montaña mágica de Thomas Mann y las novelas de Herman Hesse, Tagore, y más y más. Pero crecí y tenía otras actividades y obligaciones. Y poco a poco se me fueron cerrando las posibilidades de leer todo el tiempo. A veces pienso que ni siquiera disfrutaba de la lectura, pues me la quería beber como un vaso de agua.

Hoy en día comprendo que la lectura es un bien cultural esencial, destinado a la formación y el desarrollo de la gente, y trato de motivar a otros a que lean, para que no se pierdan ese regalo maravilloso que es la literatura. La magia del relato es que nos brinda todos los mundos posibles, la profundidad de la existencia humana, todos los saberes, y ese encuentro de todos esos elementos, y esa confluencia, se nos da además, de una manera amena y reflexiva.
Han pasado los años y mi angustia ahora es que veo que no podré leer todos los libros que aún me faltan y que tampoco podré llevarlos al más allá.

SOÑAR VERDADES

El otro día, un señor que leía mi columna de TIRO AL AIRE, me preguntó preocupado si todo lo relatado en ellas era verdad.

Debo confesarles, y lo he hecho anteriormente, que mi yo Shulamit narrativa de estos artículos no es siempre autobiográfico, sino literario. ¿Tiene esto alguna importancia? Creo que no. Ya que bajo este disfraz puedo desarrollar mis fantasías y necesidades imaginativas, al igual como lo hacen todos en estos días de Carnaval en el Caribe, donde me encuentro, donde niños y adultos disfrutan con la posibilidad de ser, aunque sea por unos días, Supermanes, Caperucitas, Batmans, leones y tigres, y todo aquello que no pueden ser en su vida “real”. Bajo esos disfraces dicen y hacen cosas que no habían confesado nunca, y que no se atreverían a hacer sin ellos.

Lo cual es una prueba más de la paradoja de la literatura, el teatro y el cine, cuyas maravillosas mentiras, tienen por única ley soñar verdades.

¿ESTÁN LOCOS?

¿Están locos o qué? Yo no lo entiendo. Pero me acuerdo del día en que murió Stalin. Hace unas meses le tocó morir a Kim Joing il, dictador de Corea del Norte, y vimos por la televisión a cientos de miles de norcoreanos llorando desconsoladamente sin parar, al igual que millones lloraron la muerte de Stalin en otra época. ¿Será que el pueblo norcoreano tuvo una vida muy buena o todo ese lloriqueo era mentira? ¿Un delirio colectivo? ¿O simplemente estábamos ante la presencia de un pueblo masoquista, histérico y teatral? Si usted tiene la respuesta, se la agradecería, pues yo no la sé.

Al igual que Stalin y otros dictadores como Assad, a los cuales muy pronto les llegará su turno, Kim fue un dirigente brutal, que llevaba una excelente vida de banquetes mientras que su pueblo se moría de hambre.
Siempre he pensado que los dictadores son como ciertos padres que maltratan a sus hijos y que éstos sin embargo los aman y los lloran cuando mueren. A Stalin lo llamaban Padre y lo mismo sucedió ahora con Kim. Protégeme Dios mío de padres así.

MEMORIA DE MI MADRE

El 26 de enero se cumplieron no sé cuántos años de la liberación del exterminio de Auschwitz por parte de las tropas norteamericanas. No recuerdo la fecha exacta. O no la quiero recordar. La fecha, que se ha convertido para mí en la conmemoración dolorosa y terrible de lo sufrido también por mi madre en Bergen Belzen, es también sin embargo la ocasión para repudiar todos los racismos, todos los fanatismos, todos los totalitarismos.

Muchas veces me he preguntado a lo largo de mi vida si es correcto conmemorar la liberación de Auschwitz, y los otros campos de concentración, y la respuesta que me daba, o que me daban los demás, nunca me convenció del todo, ya que el Holocausto representa la más oscura y terrible página de la historia del mundo, y además, todavía andan por este mundo nuestro, líderes, personas, fuerzas políticas, que nos empujan a olvidar, pues niegan lo ocurrido. Niegan todo lo que sucedió. Y yo me pregunto ¿cómo es posible eludir el holocausto siendo que constituye la más honda y oscura censura del mundo moderno? No es posible negarlo.

Mi madre fue sobreviviente de Bergen Belzen. Cuando me lo contaba, yo también lo negaba, pues no podía creer la posibilidad de tanta barbarie de la humanidad. ¿Cómo era posible que la maldad del hombre llegara tan lejos? Como niña, Bergen Belzen era algo que yo no podía pensar, imaginar siquiera, pues escapaba de los esquemas de la maldad establecidos por el hombre. No, no quiero aceptar la maldad ni escribir acerca de ella. No puedo. No me alcanzan las palabras. No me alcanzan las lágrimas.

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