ESTHER SHABOT/EXCELSIOR
Una de las mayores glorias literarias del Estado de Israel es Amos Oz, novelista y ensayista, autor de 27 libros traducidos a 41 idiomas que le han valido volverse un candidato permanente a recibir el Nobel de Literatura. Entre muchos otros, su pequeño libro Contra el fanatismo es una verdadera joya, reveladora de los hilos con que se tejen los fanatismos de diverso signo que han dado lugar a grandes y pequeñas catástrofes humanas, tanto colectivas como individuales.
Hace unos días Oz concedió una entrevista al periódico israelí Haaretz, en la que habló de su trayectoria literaria y su intensa imbricación con la historia de su país, al cual vio nacer en 1948 como Estado independiente, cuando él contaba con nueve años de edad. Inevitablemente la conversación desembocó en los candentes asuntos de actualidad. Sin embargo, los acontecimientos recientes que acapararon la atención en estos días en Israel, a saber, la confrontación violenta entre agrupaciones terroristas de Gaza, que lanzaron cientos de misiles y morteros hacia el sur de Israel, y la respuesta avasalladora del Ejército israelí, además de la álgida polémica acerca de qué hacer ante el peligro del avance nuclear iraní, no desviaron a Amos Oz de su reflexión central. Ésta tiene que ver con su convicción de que lo más urgente y prioritario es la resolución del conflicto entre israelíes y palestinos, cuestión que por desgracia está siendo marginada de la agenda de discusión nacional.
Textualmente Amos Oz expresó: “La falta de movimiento hacia una solución de compromiso entre Israel y Palestina está poniendo en peligro la misma existencia de Israel. La paz de la que hablo ha estado sobre la mesa por años y nos espera. Todo lo que tenemos que hacer es tomarla. O poniéndolo más cautelosamente, es todavía posible reducir el conflicto israelí-palestino a un conflicto Israel-Gaza. Todos sabemos el precio: decirles adiós a los territorios. Aceptar a dos capitales en Jerusalén y vivir al lado de un Estado palestino en Cisjordania. En realidad yo no veo esto como un costo, sino como un valor agregado para el futuro de Israel. Lo pondré de manera simple: si no hay dos Estados aquí, habrá un solo Estado. Y si va a haber un solo Estado, nosotros despareceremos”.
Pero Oz también expresa su comprensión del escepticismo y la radicalización que se produjeron en la sociedad israelí a partir de que luego de su evacuación de Gaza en 2005 el resultado no fue una mejoría en la situación, sino el atrincheramiento en la Franja de las fuerzas fanatizadas del Hamas y la consecuente intensificación del estado de guerra en esa zona. Oz señala: “Es difícil tratar con esa realidad. Yo puedo decir que no tengo dudas de que si nos hubiéramos quedado en Gaza, el precio en sangre hubiera sido mayor del que ha sido desde que nos retiramos. Puedo decir eso, pero no ayudará de cara al simple argumento de que ‘nos retiramos y vean lo que pasó: salimos timados’”.
De ahí las conclusiones finales de Amos Oz: “La mayoría de los israelíes están dispuestos a abandonar Cisjordania con modificaciones de fronteras, pero no están dispuestos a hacerlo y resultar timados… lo que está deteniendo (a Netanyahu y a Barak) es el miedo; el miedo a enfrentar a los fanáticos, el miedo a que pase lo mismo que en Gaza… ellos (Netanyahu y Barak) saben lo que se tiene que hacer, pero no se atreven. Tienen demasiado miedo a ser vistos como ingenuos que son timados”.
Por supuesto que Amos Oz tiene hoy por hoy muchos detractores que descalifican su análisis acusándolo de ingenuidad y de utopismo. Y sin embargo, su lógica en cuanto a que la creación del Estado palestino, además de la justicia intrínseca que conlleva constituye la única opción para que el Estado de Israel en su calidad democrática y de Estado del pueblo judío sobreviva, es ciertamente incontrovertible.
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