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jueves 14 de noviembre de 2024

“Los judíos siempre somos sospechosos de algo”

EL MUNDO.ES

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Un buen día, Eva Leitman Bohrer decidió cambiar su apellido por el de su marido. Se cansó de dar explicaciones. Se hartó de narrar que era una niña de la guerra. Se agotó de recordar cómo el diplomático Sanz-Briz la salvó de la ocupación nazi en Hungría al refugiarla en un piso y darle el pasaporte español para traerla a nuestro país.

Desde entonces, Eva Leitman Bohrer es Eva Benatar, un apellido más discreto, que no delata su origen judío. Su rutina diaria se vio truncada el pasado lunes cuando un suceso en Francia la sobrecogió. Desde entonces, Eva se encuentra en estado de shock. El asesinato de tres niños y un profesor judío en un colegio de Toulouse a manos de un musulmán yihadista ha reabierto viejas heridas cerradas desde hace tiempo entre los judíos residentes en España. “Ha sido cómo volver a una época que todos queríamos olvidar. He tenido un sentimiento de: ‘¡No, otra vez, no!’. ¿Cómo es posible que en la Francia republicana pueda pasar esto? ¿Dónde están formados estos chicos y quién les protege? ¿quién le pagó los viajes a Pakistán?”, se pregunta indignada Benatar.

En la emisora de radio Sefarad, la única radio española de temática judía que emite a través de Internet, los nervios están a flor de piel. La comunidad judía en nuestro país, que asciende a unas 50.000 personas, está irritada ante los sucesos de Toulouse. “Un yihadista salafista ha ido a buscar a nuestros niños y a matarlos. Además, el asesino ha muerto como quería con las armas en la mano. Para mucha gente, ahora es un héroe. Pero, nosotros, ¿hemos atacado a alguien?”, se lamenta Benatar.

A su lado, Jorge Rozemblum, el director de la emisora, recuerda las fotos del asesino, Mohamed Merah, un joven musulmán bien parecido que salía sonriendo en las imágenes. “Estamos asistiendo a una banalización del mal. Ahora, el malo de la película es un señor supersimpático”, afirma Rozemblun durante una improvisada tertulia en la emisora.

En pleno debate, Benatar lanza una pregunta al aire: “¿Qué hubiese pasado si los niños hubiesen sido musulmanes? Habría habido mucha gente saliendo a la calle”, contesta. “Y alguna embajada europea habría ardido”, replica a su lado Óscar Löwy.

‘No voy pregonando que soy judío’

Pese a los asesinatos de Toulouse, Löwy, de 61 años, que trabaja en el sector textil, asegura que no tienen miedo, aunque no olvidan que son un objetivo: “Tenemos mucha gente que nos señala. Siempre llevamos protección. Hasta ahora, había una lucecita de alarma que estaba a medio encender, pero ahora ha cambiado de color. Esta situación de amenaza la tenemos en todo el mundo. Para los fanáticos del Islam todos somos enemigos”.

¿Está aumentando el antisemitismo en los últimos tiempos en Europa? Los tres contestan que siempre han llevado una vida normal en nuestro país y que no se han sentido discriminados ni marginados. “Nunca he tenido problemas, pero tampoco voy pregonando que soy judío”, zanja Löwy.

Sin embargo, Rozemblun destaca que sufren incomprensión por partida doble: por parte de los neonazis y por parte de la izquierda, que siempre ha defendido la causa palestina. “Sí detectamos que hay un antisemitismo de baja intensidad en un sector de la población que es muy progresista, que en su tratamiento del tema judío denota un racismo subyacente. Nosotros también creemos que los palestinos tienen derecho a tener un Estado, pero no a costa de que Israel deje de tener el suyo. Nosotros, como judíos, tenemos el mismo derecho que los palestinos que los españoles que los franceses o los bolivianos a tener nuestro propio país, reconocido por las Naciones Unidas. Nadie se plantea que Bosnia o Kazajistán tengan que desaparecer”.

Este argentino, que llegó a España hace 28 años, también quiere desmontar el largo rosario de tópicos que rodea a los judíos: “A pesar de los siglos que han transcurrido desde que los judíos fuimos expulsados de España, mucha gente se ha quedado con una imagen mítica, como si los judíos fuésemos seres mitológicos. Todavía mucha gente me pregunta si soy millonario. A mí nadie me echa en cara que sea argentino, pero sí que me señalan como judío. El judío siempre es sospechoso de estar tramando algo o de formar parte de algún complot”, sostiene con ironía.

Por paradójico que parezca, la religión no es lo que más les une, sino las raíces, la cultura, la identidad. “Yo no soy religiosa, pero estoy comprometida con mi comunidad”, explica Eva. Tienen unos lazos muy fuertes porque cada uno huyó de un país, posee algún antepasado común o una historia trágica a sus espaldas, que ahora el asesinato de los tres niños en Toulouse ha hecho revivir. Ante esta tragedia, Benatar lanza un mensaje para el futuro: “Me da rabia ir a mi sinagoga o al colegio de mis nietos y tener un coche de policía delante. Reivindico el día en que tengamos la libertad de no necesitar protección”.

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