SALOMÓN LEWY PARA ENLACE JUDÍO
A lo largo de nuestra historia, los judíos nos hemos esforzado en crear, ilustrar y por difundir los valores que, afortunadamente, gran parte de la humanidad ha ido aceptando y adoptando en su conducta y desarrollo.
Desde el Antiguo Testamento hasta las obras actuales, el pueblo ha producido valiosas corrientes de pensamiento y conducta, ciencia y estudio.
A partir de hoy, este escribidor se propone publicar en Enlace Judío la vida y obra de algunos de aquellos notables contribuyentes a la ciencia y la cultura mundiales.
Iniciaremos con un verdadero luchador quien, con todo en contra, consiguió elevar su presencia hasta alcanzar la consideración y el respeto de aquellos poderosos gobernantes e intelectuales que en su época fueron, y no sólo eso, sino que sus enseñanzas hicieron escuela que hasta la fecha está vigente.
Moisés Mendelssohn nació en el ghetto, le llamamos “shtetl” de Dessau, provincia de Anhalt de la Alemania del primer tercio del Siglo XVIII. A pesar de su físico débil y enfermizo, su voluntad de aprendizaje era extraordinaria.
Su padre, Menajem Mendel, fue un humilde Sofer quien, con la ayuda del Rabino local, educó a su hijo en el estudio de Torah, Talmud y hebreo.
Esto le dio las bases al pequeño Moisés para meterse de lleno en Maimónides y su ilustración granadina. No olvidemos que en la casa de Mendel se hablaba Yiddish.
Imaginemos a un pobre y enclenque muchachito judío, recién cumplido su Bar Mitzvah, absorbiendo por su propia iniciativa las sabias enseñanzas del Rambam, Moisés Ben Maimon.
Ahora imaginemos la antigua Berlín, amurallada como un feudo medieval, con cuatro portones como aduanas vigiladas por soldados que las controlaban.
El joven Moisés, de cuerpo encorvado, contrahecho, sin una moneda en su bolsillo, no puede tener acceso a la importante ciudad. Casualmente, un comerciante en sedas, judío para más señas, lo ayuda a ingresar.
Mendelssohn aprovecha y se aboca a aprender matemáticas, filosofía, inglés, francés, latín y refina su alemán, lo cual le sirve para volverse instructor de la familia del comerciante.
Unos cuantos años después, el joven Moisés conoce a Gotthold Lessing, quien, inspirado por la contrastante personalidad de Mendelssohn, escribe una obra de teatro, Nathan el Sabio, pero Moisés también piensa y también escribe y Lessing se encarga de publicar sus Discursos Filosóficos. Nace una estrella en el firmamento cultural alemán y pasa a engrosar lo que conocemos como La Ilustración, ese conjunto de genios e ideas que dan renombre a Europa Central, en particular a Alemania, en forma definitiva e influyen en el mundo hasta nuestros días.
Poco depués, Mendelssohn vierte sus ideas en cuanto a la inmortalidad del “alma” en su libro “Fedón”, de espectacular éxito, y su casa – ya lujosa – comienza a ser lugar de tertulias intelectuales.
Sigamos imaginando y veamos otra escena: Alemania, la inveterada discriminadora de judíos, veía como uno de éstos alcanzaba la fama, al grado de que entre sus amistades contaba al enorme filósofo Emmanuel Kant, nada menos.
Mendelssohn utiliza su extenso bagaje cultural para traducir Torah y Talmud al alemán fino con comentarios en hebreo. Sostenía que el Pueblo judío podía emanciparse si utilizaba la cultura como herramienta. Como siempre, las opiniones de los nuestros se dividieron entre quienes estuvieron a favor y quienes propendían lo contrario, amenazas rabínicas de expulsión incluidas.
A favor de la emancipación judía, Mendelssohn tradujo al alemán “La Esperanza de Israel”, de Menashe Ben Israel.
Analicemos qué entiende Moisés Mendelssohn por “emancipación”. Hay quienes la definen como la libertad intelectual, la elevación del espíritu por la letra, por el conocimiento de la Humanidad, incorporándonos a las sociedades donde vivimos, o sea, Iluminismo judío.
Otros, con la Religión judía como reglamento por antonomasia, sostienen que sólo el Designio Sagrado lleva con las prácticas a la consecución de nuestras causas mejores.
Habemos quienes, junto con todo ello, tomamos al Sionismo como bandera. Ni modo, ya dije: Tres judíos, cuatro opiniones y cinco partidos políticos.
Cualquiera que sea el punto de vista individual, debemos reconocer que Moisés Mendelssohn marcó un hito en la Historia de nuestro Pueblo.
De una pequeña aldea aislada, el famoso “shtetl” de la frontera germano-polaca, surgió una voz, un débil judío, para alcanzar alturas prohibidas a nosotros en aquellos tiempos, e hizo escuela.
Sí, ya sé que se dirá que la postura de este escribidor es parcial por su origen “yeque”, judío-alemán, pero no se imaginan el orgullo que se siente cuando vemos que la tumba, la Matzevah de Moisés Mendelssohn, está a la mitad de un parquecito, única, exclusiva, en una importante calle de Berlín, cerca de la escuela secundaria donde mi madre (Z”L) estudió.
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