ADOLFO GARCÍA ORTEGA/ EL PAÍS
6 DE ABRIL 2012- Leído el texto de Günter Grass publicado bajo el título de Lo que hay que decir, y lejos de admirarme bovinamente por su contenido, por mucho que provenga de un Premio Nobel de su categoría literaria, se me ocurren algunas consideraciones políticamente incorrectas y contra la corriente acomodaticia dominante.
1. El título. Soberbio, aseverativo, sin manifestar la menor sombra de duda. Parece que hasta ahora nadie, salvo él, ha dicho lo que hay que decir. ¿Y por qué es esto lo que hay que decir? Günter Grass pontifica, es su estilo de gran santón moralista, de pluma que blande la verdad demostrando que las cosas no son hasta que él las dice.
2. El poema. No todo lo que se escribe con renglones cortados es un poema; no todo Premio Nobel es capaz de escribir un poema; no todo poeta es capaz de escribir un poema; no todo poema aparente justifica un artículo manifiesto.
3. “Supervivientes, solo acabamos como notas a pie de página”. Sí, los nazis que sobrevivieron, al final, siendo ellos el texto principal, corrieron a esconderse en las notas a pie de página. En su caso, nota de la nota, porque tardó mucho en dejar de mentir sobre su pasado en las Waffen SS.
4. “Supuesto derecho a un ataque preventivo”. Quizá muchos judíos, al leer esta frase, tengan derecho a pensar que un ataque preventivo a la Alemania nazi de la juventud de Günter Grass habría ahorrado mucho dolor y millones de muertes (no solo a los judíos), pero eso habría evitado el curso de la historia actual, claro, incluido el hecho de que tal vez ya no existiera el Premio Nobel.
5. “Se sospecha la fabricación de una bomba atómica”. La palabra “sospecha” es demasiado blanda, insípida, a estas alturas en que todo el mundo autorizado, incluidos los propios iraníes, reconocen esa fabricación y reconocen cómo y contra quién la utilizarían. Quizá Günter Grass haya llegado un poco tarde a la información para hacer su supuesto poema.
Hace muchos años que el discurso oficial sitúa a Israel como la amenaza única, aun cuando sea en realidad una de las víctimas
6. “¿Por qué me prohíbo nombrar a ese otro país?”. Sí, buena pregunta que quizá debería ser comentada a un psicoanalista. Yo tengo otro “por qué”: ¿por qué no ha escrito nada –hasta donde puedo yo saber- sobre la escalada represiva de Irán o de otros países? ¿Por qué no nombra a Israel? ¿Quizá porque no ha asumido su existencia?
7. “Antisemitismo se llama la condena”. Efectivamente, ese es el nombre. Ahora bien, deduzco que al emplearla aquí está diciendo que nunca pudo hablar contra Israel (ni contra los judíos) porque lo tildaban de antisemita. Me temo que todavía en Europa no se ha aprendido nada, y empieza a despreciarse esa palabra porque, para muchos –¿acaso el señor Grass esté entre ellos?- no encierra nada vergonzante. Pronto leeremos o oiremos: “Antisemita, sí, a mucha honra”.
8. “País de Israel, al que estoy unido y quiero seguir estándolo”. Aquí, curiosamente, sí se nombra al país “que me prohíbo nombrar”. Y “unido” quizá se refiera a que, para siempre, hasta el día de su muerte, Günter Grass sabrá en el fondo de su ser cuánto significa esa palabra en un hombre con su pasado y en un país con ese mismo pasado.
9. “Israel, potencia nuclear, pone en peligro una paz mundial”. Hay varias potencias nucleares. Hasta donde se sabe, Israel no ha amenazado a ningún país con arrasarlo con armas atómicas. Hasta donde se sabe, la paz mundial la ponen en peligro otros. Pero hace muchos años que el discurso oficial –claramente antisemita- sitúa a Israel como la amenaza única, aun cuando sea en realidad una de las víctimas. Esta frase, lamentablemente, traiciona al señor Grass más que ninguna otra.
10. “Podríamos ser cómplices de un crimen.” ¡Ahora sale con esas, señor Grass! O sea que todo su discurso, incluido la hipócrita lamentación por la venta de un submarino alemán a Israel –cuando se venden millones de armas a países de dudosa garantía democrática, incluido Rusia o China-, va orientado a no ser cómplices, a no tener nada que ver con un hipotético crimen. No parece que le importen los iraníes muertos, ni los israelíes muertos, ni los palestinos que también morirían si Irán cumpliese su amenaza, etcétera, etcétera. Lo que importa es que la actual Alemania no sea cómplice. ¿Y esta complicidad de un crimen no es lo que su generación y la de sus padres, señor Grass, han tenido que pagar con un alto precio pero excelentes réditos económicos?
11. “La hipocresía de Occidente.” Comparto el sentido de este concepto, es muy alta la hipocresía en todos los sentidos. Pero creo que el escritor Günter Grass ha cabalgado siempre en la ola de esa hipocresía, aun cuando ha dado muestras de denunciarla.
12. “Exijan al causante de ese peligro visible que renuncie al uso de la fuerza”. ¿Se refiere a Irán? ¿Se refiere a Israel? ¿A un tercer país? ¿Está bien informado el señor Grass? ¿O más bien sale a flote, por fin, el gran cura que habla desde el púlpito para impartir lecciones de moral? En este sentido, Heinrich Böll, por ejemplo, era mucho más honesto, infinitamente más.
13. “Ambos países permitan el control permanente”. Es loable idea, loable la intención, si el mundo fuese diferente. Pero quizá Israel, país soberano, pida un voto de confianza a este respecto. No enseñará su armas, así podrá mostrar los dientes a sus enemigos. No tiene por qué hacerlo, soberanamente. No ha dicho nunca que vaya a utilizar su supuesto arsenal nuclear, ni ha amenazado a nadie. ¿Por qué es menos digno de confianza que otros gobiernos claramente amenazadores? El error de Günter Grass es decir “ambos países”, equiparándolos.
14. Final del poema. Claramente escrito para la galería, claramente beatífico, claramente irreal y lírico. Conclusión, a mi modesto modo de ver: Günter Grass ha dado, una vez más, una muestra de exhibicionismo, y me pregunto si no será la enésima cortina de humo sobre su propia historia, cuyo relato, finalmente, ha acabado por creerse.
Adolfo García Ortega es escritor, editor y excrítico literario
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