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viernes 22 de noviembre de 2024

Matrimonios mixtos y el futuro del judaísmo

RABINO BARUJ PLAVNICK/COMUNIDAD JUDÍA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS

La cuestión de los matrimonios mixtos debe ser contextualizada en relación al concepto de judaísmo y el concepto de la diáspora, así que primero voy a exponer algunas apreciaciones sobre: qué es el judaísmo y qué es la diáspora. ¿Qué es el judaísmo? los procesos sociales y políticos ligados al comienzo de la modernidad de Occidente determinaron que el judaísmo fuera conceptualizado dentro de la categoría “Religión”.

En el Siglo XIX “ser judío” era equivalente a ser “de fe mosaica” y por lo tanto un sub-conjunto de las religiones. Es decir, ser judío era similar a ser luterano, metodista o católico (para nombrar solo algunas de las religiones que conformaban los sub-conjuntos de esa categoría). La modernidad entre otros cambios que impulsó, fue confinar la religión al ámbito de lo subjetivo y personal, proclamando la libertad de conciencia y abriendo un nuevo sub-conjunto: los laicos.

En el sentido original, “laico” era también – por oposición – un sub-conjunto de la categoría religión. Una persona podía ser judío, cristiano, budista, musulmán, o laico; es decir, no adherido a ninguna religión. Todo hubiese estado muy bien y después de siglos de guerras en Europa donde el factor religioso fue una de las excusas preferidas para guerrear, el mundo finalmente se hubiese encaminado al orden y al progreso- es decir a la modernidad – salvo por los judíos que no estábamos conformes.

El cuestionamiento no venia de los rabinos y dirigentes judíos que aceptaron el “cepo” de la definición del judaísmo como “religión”, sino de los judíos laicos – nombremos por paradigmáticos a Theodor Hertzl , Sigmund Freud o Albert Eintein – que insistían en ser laicos y judíos (¡¡Vaya atrevimiento, eso era subversivo!!). Judío y laico es – para el paradigma occidental y moderno – algo ilógico y absurdo; como decir que alguien puede ser a la vez blanco y negro, comunista y capitalista, musulmán y cristiano, protestante y católico, alemán y francés.

Laico y judío en el paradigma de la modernidad era absolutamente incompatible salvo para la tozudez judía que insistía en ser judío sin observar la religión. Más tarde la iglesia católica en su afán de abarcarlo todo bajo sus alas, coopto el concepto laico y en el concilio Vaticano II consagró el status de “cristiano laico” como diferenciado del clero. Y eso se sumó a la confusión, porque se apropió de una noción concebida para oponerse al cristianismo y la deglutió. Yendo más directamente al grano, quiero decir enfáticamente que el judaísmo no es una religión, (Dios me guarde!), no es una religión, no lo fue y no lo será a menos que la ortodoxia se imponga y logre cristianizar el judaísmo.

Considerar al judaísmo como religión ha sido uno de los errores más trágicos para judíos y no judíos en los últimos 200 años. El Sionismo logró un espacio como solución política pero esencialmente es la denuncia de que el judaísmo es mucho más que religión, Ajad ha am y Mordejai Kaplan fueron superados por los acontecimientos del siglo XX pero merecerían mucha más consideración intelectual. ¡El judaísmo no es una religión! Y esto no es una opinión subjetiva o ideológica. Es una apreciación fundada en la observación y consideración de la realidad: SER JUDIO NO ES ALGO PERSONAL, ni optativo, ni voluntario. SER JUDIO HA SIDO SIEMPRE ALGO ONTICO. LOS JUDIOS SOMOS ONTOLOGICAMENTE JUDIOS.

Ser judío es una condición, es una de las maneras (dentro de las muchas maneras) de ser persona pero claramente no es una manera subjetiva, sujeta a la elección o la voluntad, sino es una condición objetiva: Un judío en principio (lejatjila – a priori) no tiene opción, es judío como un varón es varón, como una mujer es mujer, como un homosexual es homosexual Ser judío tampoco es una condición individual. Es una condición relativa a otros que están asociados entre todos recíprocamente. Y esos otros asociados y determinantes de que yo y todos los judíos seamos judíos incluyen a los que nos precedieron en la vida. Por eso dentro del léxico de la Modernidad me parece apropiado utilizar el termino IDENTIDAD para referirnos al judaísmo.

La identidad – según aplican este término la sociología y la psicología – tiene tres componentes fundamentales: Lo que yo creo que soy, lo que los otros (que son mis contemporáneos) creen que soy y lo que las leyes y tradiciones culturales dicen que soy. (Los otros que me precedieron). En la identidad judía sólo el tercero de los ingredientes tiene relación a lo que occidente pretende llamar religión.

En el Judaísmo que germinó en los tiempos patriarcales y se afianzó a través de la historia, los conceptos acerca de Dios fueron una de las inquietudes centrales pero aún para los profetas bíblicos y los rabinos talmúdicos creer o no creer, practicar o no practicar no tenían que ver con SER O NO SER. Soy judío, luego pienso lo que soy!

Ahora hablemos de la diáspora, es un concepto empleado más para descalificar que para describir. Especialmente por los apologistas del Sionismo que curiosamente adoptaron la misma imagen peyorativa y denegatoria del judío diaspórico que utilizaba el antisemitismo. Sin embargo, para una gran parte de la tradición mística judía, la diáspora tiene un significado positivo: En primer lugar el mundo es el lugar del exilio de la Shejina, Dios está en el exilio, pero lejos de ser una condena, este exilio es el modo de Dios para devenir en Dios y realizar su propósito: La creación en hebreo “galut”, tiene la misma raíz semántica que “Itgalut” – revelación.

La revelación divina a Abraham el patriarca y a Israel en el Sinaí, ocurrieron en el galut. La cuna de Israel es la diáspora. Devarim (Deuteronomio) capitulo 26: “Mi antepasado fue un arameo errante que descendió a Egipto allí se convirtió en una Nación poderosa y numerosa”, (“Atzum ve RAV” -“Atzum”: poderosa pero también “Atzmi” independiente, personal, esencial; y “Rav”: numerosa, pero también sabia, magistral).

Abraham es el paradigma del judío errante. A diferencia de Teraj – su padre – admite su condición de nómada y no se queda en la ilusión que alguna tierra puede ser su patria, (el error de Teraj lo reitera Lot en Sodoma y tal vez más tarde los judíos de España, y después los judíos de Alemania y tal vez hoy los judíos de Nueva York, Paris y Buenos Aires).

El primero que cometió ese Error fue Caín, cuya posesividad y codicia lo llevó a la ilusión de la apropiación. Hay un lado negativo de la Diáspora.

El exilio de Caín es un ejemplo de diáspora de signo negativo. Es la diáspora de Elisha ben Abuia, “Ajer”, el extraño (no el extranjero), aquel cuyo nombre no es ningún nombre. No es lo mismo ser errante, que ser vagabundo. Un judío errante va de un lado para otro porque ningún lugar es definitivo.

Para el judaísmo la Patria no es un valor sagrado. Nosotros no alabamos a la Patria, alabamos al “nombre”. El Galut – la Diáspora – tiene un lado oscuro, Sitra Ajra. El exilio – como Rabi Najman de Brazelav magistralmente contaba – tiene un lado oscuro, corrupto, cruel, con poder atroz. El exilio es dispersión, desarraigo, proscripción, división, fragmentación, separación.

La diáspora no es un Paraíso, justamente el primer exilio comenzó cuando fuimos arrojados del paraíso. Cuando la codicia del conocimiento interrumpió la intimidad del saber, cuando anticipadamente comimos del fruto “reservado”; verde el fruto e inmaduro lo humano, nos indigestamos con ideas y palabras pretenciosas. Pero la Gola (diáspora) no es el exilio negativo sino el espacio abierto al descubrimiento y la revelación,

La Torá fue dada en el desierto, espacio que nadie puede reclamar como propio. El Desierto (Midvar) es otro de los modos de la diáspora. La Gola está en el Destino de Israel, porque la redención no es solo para nosotros sino para todo.

Parafraseando a Abraham J. Heschel: La misión de Israel es dar testimonio del origen divino de la existencia y el destino elevado del ser humano.

Debemos reivindicar el lugar de la diáspora junto al Estado de Israel, Medinat Israel no puede realizarse por oposición a la diáspora. Así, Israel sería otra diáspora más, tomando prestado una expresión del Dr. Janan Nudel “ La Tierra Prometida no es el lugar donde emplazar una Torre de Babel sino un punto de referencia para la re-unión de los dispersos” (incluyendo las dispersas chispas de santidad divina).

La diáspora ha sido muchas veces desarraigo y proscripción, pero también Talmud y Zohar, sabiduría y esplendor. La diáspora es el espacio abierto al descubrimiento y la creación. Con esta introducción, ahora puedo afirmar: LOS MATRIMONIOS MIXTOS NO SON UNA AMENAZA A LA CONTINUIDAD DEL PUEBLO JUDIO NI DEL JUDAISMO.

Hay que sacar el tema de los matrimonios mixtos del centro de la agenda comunitaria. El pueblo judío siempre mantuvo un equilibrio, siempre hubo hijos del pueblo judío que salieron del pueblo judío y siempre hubo hijos de otros pueblos que se unieron al pueblo judío.

La presencia del pueblo judío en la historia de la humanidad nunca guardó una relación con la cantidad. Hace 25 años fui muy criticado cuando desde el púlpito de una Sinagoga dije que no podía garantizar que mis tres hijas se casaran con judíos. Acaban de nacer mis primera nietas, son mellizas, no se con quien se casarán dentro de 25 años pero puedo garantizar que ellas son y serán judías, y sus hijos e hijas también. Hace muchos años estuve en una escuela donde en las reuniones de dirección se hablaba mucho de educación pero esas disquisiciones no llegaban en conductas prácticas a los docentes y a los chicos. Hay que dejar de hacer discursos sobre judaísmo y en lugar de exponer opiniones hay que practicarlas.

El judaísmo es un legado, una herencia que recibimos. Hay que hacer algo con ella no admirarla. En las condiciones de la Modernidad donde la autonomía individual es una conquista humana, en Israel o en la diáspora, los matrimonios mixtos son y serán un dato de la realidad. Algunos de esos matrimonios serán judíos otros no lo serán. Desde mi perspectiva los matrimonios mixtos no son un problema para la colectividad, pueden tener problemas entre ellos o entre ellos y sus familias de origen, pero son temas de pareja o de familia no de la Colectividad. Hay matrimonios judíos que no les importa ser judíos. Como dirigente comunitario ellos no me incumben.

Hay matrimonios mixtos que quieren integrar el pueblo judío. Como dirigente comunitario ellos son una de mis incumbencias! Creo en la familia judía pero desde la autenticidad de la identidad y el compromiso con un proyecto de vida.

Creo en “kneset Israel” una asamblea global de comunidades que reconozca positivamente las riquezas que aporta la diversidad interna del judaísmo, las comunidades de la diáspora y del Estado de Israel. Creo que la formulación del pluralismo como valor, es uno de los aportes positivos de la modernidad y la experiencia galutica del pueblo judío sirve a cultivarlo. Creo en la fertilidad del debate para acercarnos a las verdades y certezas, y la experiencia galutica del Talmud sirve para cultivar el valor del debate.

La condición judía puede adoptarse o puede abandonarse pero no por un mero acto de la voluntad. Como uno es parte de una familia ya sea porque nació dentro de ella, o porque se casó con ella, ser judío es un dato de la realidad que se lleva por nacimiento o por identificación. Esa pertenencia viene acompañada de historia y de leyendas, de ideologías, de memorias y de anhelos. Nadie puede vivir sin su historia pero tampoco puede vivir en la nostalgia. La primera mitad del siglo XX, con su carga trágica y a la vez heroica, tal vez determinó que la segunda mitad fuera tan nostálgica. Espero que el siglo XXI para el pueblo judío sea un siglo de mayor creatividad espiritual y moral.

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