Por ideas

MAITE PAGAZAURTUNDUA/EL CORREO

Más allá del saludo extremista que usó en los primeros tres días, la marca más llamativa de este asesino confeso de 33 años -que reconoció sus crímenes pero no su culpabilidad- es sin duda la calma e indiferencia en su tono, aún cuando narra actos atroces.

No reconoció al tribunal: «Actué para defender mi cultura y mi gente. Así que les pido ser absuelto». Es un asesino múltiple. No se siente culpable porque dice que está amenazada la existencia de su país, la cultura de su país. Reconoció que ha destrozado la vida a los familiares de las víctimas pero «no quiere pensar en ello». Defendió actuar desde la bondad cuando cometió los atentados porque sus víctimas pretendían cambiar la política de inmigración. Breivik cree que el conflicto es la multiculturalidad, pero el conflicto es su perspectiva identitaria fanática sobre la realidad.

Breivik actuó solo, pero si un veinte por ciento de la población apoyase, con él, que la cultura y lengua de su país está amenazada por la inmigración, seguiría sin tener razón para reclamar la impunidad por sus asesinatos. Aunque sus potenciales seguidores –ojalá no ocurra–- dentro de cuarenta años consiguieran no sólo articular un partido político, sino haber obligado a huir a miles de ciudadanos que no pensaran como ellos seguiría sin tener razón para reclamar la impunidad. Incluso si llegara a subordinar las conciencias de muchos miles de ciudadanos por el miedo, seguiría sin tener razón para reclamar la impunidad. Si algunos de los ciudadanos más influyentes optaran por el mar menor y por aceptar pactos de convivencia sobre la base de su manera de entender la cultura del país seguiría sin tener razón para reclamar la impunidad. Incluso si los yihadistas actuaran en Noruega, también con fanatismo y violencia para imponer sus ideas, seguiría sin tener razón para reclamar la impunidad por los asesinatos de los jóvenes inocentes que reclaman justicia y resistencia frente a los fanáticos de ayer, hoy y mañana. Aunque el cansancio alcanzase las conciencias de algunos dirigentes políticos tras haber sido acosados y perseguidos, ellos y sus familias, durante muchos años, el asesino múltiple seguiría siendo un fanático identitario. Aunque las estructuras sociales y la libertad de pensamiento de una sociedad se degradase, el asesino múltiple lo seguiría siendo, aunque la sociedad, durante un tiempo o para siempre, no pudiera o no quisiera percibirlo.

El tribunal noruego que juzga a Breivik ha decidido cortar algunas partes de la declaración del fanático identitario y asesino múltiple para no convertir el proceso en una manera de hacer propaganda de las ideas que intenta extender, porque son conscientes de que pretende convertirlo en la semilla de una fórmula política que incluye la violencia para conseguir más poder e influencia de sus ideas. Matar por las ideas en un sistema de derecho no exime de culpabilidad individual. ¿O sí?

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