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viernes 22 de noviembre de 2024

Crónicas Intranscendentes Parte VIII

LEÓN OPALIN PARA ENLACE JUDÍO

El inicio de una vida sentimental y de trabajo

A Sari, mi primera esposa, que falleció en 1973 a la edad de 29 años, la conocí, como mencioné previamente, a mi regreso de Israel a México cuando ambos concurríamos a la Tnua (Organización Juvenil). Sari, su hermana y sus padres vivían en Argentina y emigraron a México en 1957. Nos hicimos novios durante un campamento de la Tnua que se realizó en Oaxtepec en mayo de 1959. Nuestra relación fue intensa, propia de dos jóvenes: ella de 16 años y yo de 19.

Sari significó para mí un gran apoyo al inicio de nuestra relación ya que tuve que hacerme responsable de la manutención de mi familia en 1959, cuando mi papá se separó de mi madre. Agobiado por una situación económica difícil, abandoné el primer año de la Universidad. Sari era una joven guapa e inteligente; hasta donde yo recuerdo nunca manifestó actitudes depresivas, tampoco de casados. Los problemas emocionales que manifestó en los dos últimos años de su vida fueron para mi una verdadera sorpresa. Mientras fuimos novios tuve una relación muy cercana con sus padres, que en alguna medida compensaron la salida de mi padre de la casa. A diario visitaba a Sari en su departamento de la colonia Anzures, que sus tíos, residentes en México, les rentaban; era amplio y lujoso, frecuentemente cenaba con Sari y su familia.

De su casa a la mía, ubicada en la colonia Narvarte, tomaba un taxi, el trayecto era breve y el costo no era tan elevado. Yo empecé a percibir un salario, fruto de mi trabajo que me permitía cubrir ese tipo de gastos.

Los padres de Sari eran personas sencillas, de trato fino y culto. Percibía que me querían como un hijo, especialmente la madre, la Sra. Regina, que proyectó en mi su deseo de tener un hijo barón. La Sra. Regina era muy bella y su padre, el Sr. Natan, tenia mucha personalidad. El Sr. Natan era alegre y constantemente hacía chistes.

Recuerdo que en una ocasión un cliente de su tienda, ubicada en la calle de Circunvalación, que en los sesentas era contigua a la zona delincuencial de la Candelaria de los Patos, le preguntaba sobre si el sweater que quería comprar era de lana, y el Sr. Natan en tono serio le decía: Claro, es de lana “sasrana”, que en polaco significaba excremento; el cliente mostró satisfacción ante esa respuesta, ya que imaginaba que la calidad de esa lana era muy buena.

Mi hermano, Pepe, ya casado, ayudó a mi familia por unos meses cuando se separaron mis padres; más adelante tuve una etapa difícil económicamente. Empecé a trabajar por mi cuenta repartiendo huevos a domicilio; después viajé durante varios meses por el interior de la República con el Sr. Enrique (el padre de Beatriz, esposa de mi hermano Pepe) como representante de ventas de una empresa que fabricaba zapatos.

El Sr. Enrique fue una persona amable conmigo y se expresó muy bien de mi trabajo frente a mi familia y a los dueños de la fábrica. En varios recorridos por la República se incorporó a las ventas el hijo del Sr. Enrique, con en el que ya tenía una buena amistad porque estuvimos juntos en el Majon en Israel, aunque él representaba a otra organización juvenil.

Después de varios meses de trabajo estábamos en la ciudad de Tampico, Tamaulipas, cuando llamaron por teléfono al Sr. Enrique avisándole que su cuñado Hugo había fallecido, tuvimos que regresarnos a México. Viajé en autobús más de diez horas en la noche en una carretera muy sinuosa. Después de este infausto incidente ya no continué con mi empleo de agente viajero. Traté de vender baterías de cocina de la fábrica en la que trabajaba mi hermano Pepe como gerente. Esta labor de venta era muy compleja y entonces decidí laborar como empleado en una fábrica de sweaters establecida en la Lagunilla, en la calle de Jesús Carranza, continuación de la calle de Argentina, que hoy día se ha convertido en un verdadero nido de delincuentes.

El dueño de la fábrica era el Sr. Memo, quien falleció hace aproximadamente 5 años. Además de empresario, era un intelectual con amplios conocimientos del judaísmo. El Sr. Memo me trató muy bien, con mucho cariño. En la fábrica yo despachaba los pedidos a los clientes, y en una ocasión, aproveché mi relación con el tío de Sari que tenía una cadena de tiendas en la calle de Juan de Letrán, para ofrecerle en venta los sweaters de la fábrica del Sr. Memo. Le caí bien al tío y al considerar que yo era diligente, abierto y “ chambeador”, de inmediato me ofreció una plaza de trabajo como encargado de una de sus tiendas, la principal, en la Torre Latinoamericana, ubicada en Madero y San Juan de Letrán. El sueldo que me ofreció el tío era más elevado y supuestamente tendría un porcentaje en comisiones sobre ventas; el cual por el sistema que manejaban nunca fue liquidado porque siempre había “pérdidas por artículos robados de las tiendas”.

Era sorprendente como a los casi 20 años de edad los empleados de la cadena de tiendas de ropa del tío me llamaban “señor”; pero además percibía que me veían como el responsable de todas la tiendas, alrededor de 10 o quizá más, por mi relación familiar con el tío. Cabe hacer notar, que mi hijo mayor Natan, varias décadas después, fue el director general de esa cadena de tiendas y cuando él se retiro de la misma en el 2006, tenían 240 establecimientos en todo el país.

El Sr. Natan, el papa de Sari, estuvo a punto de arrendar la tienda de la Torre Latinoamericana, sin embargo, tuvo temor de hacerlo porque en 1960 significaba un gran riesgo pagar diez mil pesos de renta por ese local. Si lo hubiera hecho, el rumbo de su vida y la de su familia hubiera sido completamente distinto, en virtud de que no hubiera tenido que rentar una tienda en la calle de Circunvalación, en donde él y su esposa fueron asesinados tras un asalto en 1962.

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