“60 Voces por Israel” editorial Keren Kayemet Leisrael en México.
JULIÁN SCHVINDLERMAN
Israel es una pequeña nación que comenzó su emprendimiento nacional secando pantanos en el desierto a fines del siglo XIX y que ha ingresado al siglo XXI con satélites propios en el espacio.
A lo largo de estos años, sus logros han sido extraordinarios. En materia económica, por ejemplo, cuando cumplió sus primeros cincuenta años de vida, Israel ingresó al ranking de los 25 países con el más alto ingreso nacional per cápita y con una de las más altas tasas de crecimiento económico. Ha sido el único país del orbe en ingresar al siglo XXI con un incremento neto en la cantidad de árboles.
En el área de la tecnología el estado judío ha descollado. Según datos recopilados por los Amigos de la Universidad de Tel-Aviv en la Argentina, Israel cuenta con el mayor número de emprendimientos de biotecnología del mundo. En términos per cápita, posee la mayor cantidad de científicos del globo así como el más alto porcentaje de computadoras hogareñas. Ocupa el segundo puesto mundial en solicitud de patentes (luego de Japón) y en número de empresas que cotizan en Wall Street (luego de EE.UU.). El pen-drive, el primer teléfono celular, la primer cámara de fotos para celular, el primer antivirus, la tecnología del Messenger, y gran parte de los sistemas operativos Windows NT y XP; todo ello ha sido desarrollado por firmas israelíes. No por nada Bill Gates ha dicho: “Israel representa el punto más alto de la innovación”.
Ningún observador imparcial de la realidad israelí puede dejar de apreciar con legítima fascinación el hecho de que aún antes de constituirse el Estado, la comunidad judía establecida en Palestina ya había creado los cimientos para el desarrollo nacional en tantas áreas que han hecho del Israel actual un modelo ejemplar.
La Escuela Mikve Israel, fundada en 1870, marca la génesis de la investigación agrícola israelí, la que es luego potenciada con la Estación Agrícola de 1921, que eventualmente se convertiría en la Organización de Investigación Agrícola; hoy el más grande centro de investigación y desarrollo israelí en este campo. La Estación Hebrea de Salud fue creada a comienzos del siglo XX para promover la investigación médica, tal como lo fuera la fundación de los Laboratorios del Mar Muerto de la década de 1930, orientado a la investigación industrial. En 1924 fue establecido en Haifa el Instituto de Tecnología de Israel, más conocido simplemente como Technion. Al año siguiente fue inaugurada la Universidad Hebrea de Jerusalem, y en Rehovot, en 1934, fue creado el Instituto de Ciencia Weizmann (inicialmente bajo el nombre de Instituto Sieff). Luego del nacimiento del Estado de Israel, otras cuatro universidades fueron creadas: la Universidad Bar-Ilán (1955 en Ramat Gan), la Universidad de Tel-Aviv (establecida en 1956), la Universidad de Haifa (1963) y la Universidad Ben-Gurión del Negev (1967 en Beer Sheva).
No menos impresionante ha sido la promoción cultural, que en materia musical por ejemplo, ha tenido de la mano de Arturo Toscanini la presentación del primer concierto de la Orquesta Filarmónica Palestina (rebautizada como Orquesta Filarmónica de Israel) en la ciudad de Tel-Aviv en 1936. Desde entonces, Israel ha brindado al mundo musical figuras descollantes de la talla de Itzjak Perlman, Shlomo Mintz, Pinjas Zuckerman, y Daniel Barenboim, entre otros. La Academia de Música Samuel Rubin (fundada en 1945) es otro ejemplo de la calidad artística que es usual hallar en Israel.
No son muchas las naciones que establecen museos antes de alcanzar la independencia, y ciertamente la creación del Museo de Arte de Tel-Aviv en 1932 marca un hito cultural singular. En la actualidad, hay cerca de 200 museos de diverso tamaño en la Tierra de Israel, convirtiendo al pequeño país en portador de la mayor cantidad de museos del mundo en términos per cápita. En 2006 se inauguró allí el primer y único museo submarino existente en el globo.
Para cualquier nación, todos estos logros supondrían una proeza digna de elogio, pero para un estado asediado desde su mismísimo nacimiento, que ha debido enfrentar un boicot económico de todo un bloque regional, que ha tenido que librar guerras y sacrificar preciosas vidas humanas de su pequeña población (solamente durante la Guerra de la Independencia de 1948, Israel perdió el 1% de su gente), y que se ha visto obligada a orientar sumas astronómicas de su presupuesto nacional al área de la defensa (hoy en el 8% del PBI, y equivalente al 10% durante las primeras dos décadas, al 25% a partir de 1967, y que llegó al insólito guarismo del 45% durante la Guerra de Iom Kipur en 1973), para un país que ha tenido que absorber a más de 2.5 millones de inmigrantes en seis décadas (cuatro veces el número de pobladores judíos al momento del establecimiento de la patria), para un país que después de 400 años de gobierno otomano encontró una tierra desolada y una hostilidad vecinal manifiesta; para una nación que se ha topado con semejantes desafíos, esto no es menos que un milagro.
En contraste a este panorama fenomenal, su situación política continúa inestable. El Estado de Israel mantiene relaciones diplomáticas con unas 162 naciones sobre un total de 192 acreditadas ante la ONU, pero la opinión pública internacional permanece escéptica, cuando no abiertamente crítica. La discriminación contra Israel persiste en el foro de las Naciones Unidas, a la que se han sumado campañas de demonización global en el mundillo de las ONGs humanitarias y ámbitos universitarios. Una parte importante de la prensa internacional contribuye a la difamación a partir de la tergiversación. Prestigiosos intelectuales asisten a su difamación cotidiana. Internamente, el post-sionismo procura corroer la confianza nacional en el proyecto sionista. Regionalmente, Israel aún esta lejos de alcanzar la paz y su existencia sigue siendo cuestionada. Los palestinos, sin ir más lejos, habían anunciado que boicotearían a los líderes mundiales que arribaran a Israel para participar de las celebraciones por su aniversario. En la reunión de Annapolis, se negaron a reconocer a Israel como un estado judío. Egipto y Jordania, así como en menor medida Turquía, Marruecos y algunas naciones del Golfo Pérsico, se cuentan entre las entidades no hostiles a Israel, pero sus poblaciones siguen albergando fuertes sentimientos antisionistas derivados -en muchos casos- de la propaganda oficial. El programa nuclear de Irán ha surgido como una amenaza no sólo a la seguridad nacional del Estado judío, sino a su misma supervivencia. Las agrupaciones terroristas islamistas continúan hostigando a los pobladores de Israel.
Sin embargo, y sin desconocer las amenazas que se ciernen sobre Israel, hay motivos de sobra para celebrar. A 111 años del primer congreso sionista, en el que un puñado de soñadores lo comenzó todo, y a 64 años de que sus seguidores proclamaron la soberanía nacional, el Estado judío florece a la par que ofrece una épica conmovedora y estelar de esperanza y esfuerzo, de dedicación y perseverancia, de superación y realización.
Julián Schwilderman. Posee una licenciatura en administración de la Universidad de Buenos Aires y una maestría en Ciencias Sociales de la Universidad Hebrea de Jerusalem. Es autor del libro Tierras por Paz, Tierras por Guerra. Columnista del periódico Comunidades y de la estación judeo argentina Radio Jai. Sus artículos han sido publicados en Haaretz, Jerusalem Report, Washington Times, Miami Herald, Middle East
Quarterly, Clarín, La Nación, El Cronista, El Heraldo, y Libertad Digital entre otros. Ha dictado conferencias por toda Latinoamérica y ha sido entrevistado por diversos periódicos y programas televisivos y radiales de la región. Actualmente, reside en Buenos Aires.
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