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martes 12 de noviembre de 2024

El problema con la mediacion de USA

YORAM ETTINGER/POR ISRAEL.COM

La bien intencionada mediación norteamericana entre Israel y sus vecinos árabes empezó en 1949 en un esfuerzo por promover la paz y mejorar el liderazgo de los Estados Unidos y su influencia en el Medio Oriente y más allá. Esta mediación ha fracasado en ambos casos y ha asestado un golpe a los vitales intereses económicos y de seguridad nacional norteamericanos.

La mediación norteamericana debe aún producir un tratado de paz árabe-israelí; sin embargo los dos únicos tratados de paz árabe-israelíes fueron iniciados directamente entre las partes sin la participación de Estados Unidos.

El primer ministro Menachem Begin inició en 1979 el proceso de paz Israel-Egipto que fue luego acogido por el presidente Anwar Sadat, desafiando la preferencia del presidente de Estados Unidos Jimmy Carter quien se inclinaba por una conferencia internacional sobre negociaciones directas entre las partes. Carter en un principio procuró frustrar la iniciativa – presionando a Israel acerca de los temas de Jerusalem y los asuntos palestinos –, sin embargo pronto se montó en el vagón de la paz y jugó un papel preponderante en sellar el tratado de paz.

Los acuerdos de Oslo de 1993 entre Israel y los palestinos fueron presentados por el Primer Ministro Yitzhak Rabin y el Ministro de Relacionas Exteriores Shimon Peres, sorprendiendo al Presidente norteamericano Bill Clinton, quien luego facilitó la firma de los acuerdos. De manera similar, el acuerdo de paz entre Israel y Jordania de 1994 fue creación del Primer Ministro Rabin, adoptado por el Rey Hussein y codificado por el presidente Clinton durante la ceremonia de su firma.

En contraste a lo anterior, varias iniciativas de paz norteamericanas no solamente fallaron en su intento de producir la paz, sino que inadvertidamente alimentaron la beligerancia árabe. Estos tratados fueron basados en el concepto moralmente equivocado y estratégicamente erróneo de “tierras por paz”, que premia a los agresores en vez de penalizarlos, fomentando con ello más agresiones y castigando a la presunta víctima.

Iniciativas fallidas de paz incluyen la de 1949-50, que creó un acoso a Israel para “terminar la ocupación del Negev”, internacionalizar Jerusalem y permitir a refugiados árabes que se asienten nuevamente en Israel; las iniciativas orquestadas por Kissinger de 1973-75; el plan Reagan de 1982; la iniciativa de “renuncia a la Gran Israel” Bush-Baker de 1989-1992, que culminó en 1991 con la Conferencia de Madrid donde el Primer Ministro Yitzhak Shamir rechazó “tierras por paz”; la conferencia de Wye River en 1998; la conferencia de Sharm el-Sheik de 1999; la cumbre de Camp David en Julio de 2000 y los “Parámetros de Clinton” de Diciembre de 2000; la cumbre de Taba en Enero 2001; la “Hoja de Ruta” de 2002; la conferencia de Annapolis de 2007; y durante el 2009-2012, la consagración de las líneas de cese al fuego de 1949, la re-partición de Jerusalem y el congelamiento de construcciones judías en el este de Jerusalem, Judea y Samaria

El intento por convertirse en un intermediario honesto entre Israel y los Palestinos ha desafiado la realidad y los intereses de Estados Unidos. Mientras que Israel ha sido un aliado incondicional norteamericano y un modelo en la lucha contra el terrorismo, los Palestinos se han alineado ideológica y activamente con los enemigos y rivales de los Estados Unidos: la Alemania Nazi, el bloque soviético, Saddam Hussein, Osama bin Laden, Corea del Norte, Irán, China y Rusia. Ellos celebraron los ataques terroristas del 11 de Septiembre; condenaron la ejecución de Saddam Hussein y bin Laden; participaron en el asesinato de 300 marines americanos durante el bombardeo de la embajada de Estados Unidos y la sede de los Marines en Beirut en 1983; asesinaron a dos embajadores norteamericanos en Jartoum (Sudan) en 1973; establecieron un sistema de educación anti-israelí y anti-Estados Unidos, que ha fabricado una línea anti-norteamericana de terror y terroristas suicidas.

La mediación norteamericana ha sido basada en la falsa presunción que la raíz de la turbulencia en el Medio Oriente es el conflicto árabe-israelí, creando una engañosa conexión entre los 100 años del conflicto árabe-israelí y la turbulencia general intra-musulmana que data de 1.400 años en la región. Esto ha desviado recursos norteamericanos para causas de inestabilidad primarias a secundarias en el Medio Oriente, minando de esta manera la capacidad de disuasión de los Estados Unidos. Ha radicalizado las expectativas árabes para desechar las concesiones israelíes, acrecentando así la beligerancia y terrorismo árabes e intensificando la tensión entre los gobiernos de Estados Unidos e Israel. Ha nublado la cooperación estratégica entre Estados Unidos e Israel mientras continúan las amenazas: la “calle” árabe anti-americana está furiosa; Estados Unidos está reduciendo su presencia militar en el Medio Oriente y cortando su gasto de defensa; Rusia y China están incrementando su influencia en la región; y el programa nuclear de Irán continúa su avance. Todos estos acontecimientos son independientes del problema palestino, del conflicto árabe-israelí, de las políticas de Israel e incluso de su existencia.

En 1967 Arabia Saudita dio su apoyo a la destrucción de Israel por parte de los gobiernos pro-soviéticos de Egipto y Siria quienes a su vez tenían como objetivo derrocar a la Casa de Saud. En 1990 Kuwait y Arabia Saudita estaban enfocados en la inminente amenaza planteada por Saddam Hussein, pero el equipo Bush-Baker estaba preocupado por los asentamientos judíos en Judea y Samaria. En 2012 Arabia Saudita y la mayoría de los países árabes esperan un ataque preventivo a Irán, a quien consideran una clara y letal amenaza, efectuado por parte de Estados Unidos o Israel. Ellos son anti-israelíes y abogan por su destrucción, sin embargo no consideran el conflicto árabe-israelí o la cuestión palestina como su principal preocupación. Ellos entienden que cuando están ahogados por una tormenta de arena no deben preocuparse por los arbustos rodantes.

Un incremento de la confianza de los árabes en el liderazgo norteamericano necesita que los Estados Unidos se enfoquen en “tormentas de arena” tales como Irán, el terrorismo islamista, la amenaza islamista a regímenes favorables a Estados Unidos y los recientes disturbios en la anti-norteamericana “calle” árabe.

El incremento del poderío e influencia de Estados Unidos en el Medio Oriente requiere de un mejoramiento en la cooperación con aliados estables, confiables, capaces, democráticos e incondicionales tales como Israel. Los Estados Unidos no deben subordinar dicha cooperación a la mediación de conflictos secundarios en el Medio Oriente.

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