SALOMÓN LEWY PARA ENLACE JUDÍO
¿Hasta dónde puede llegar una idea? ¿Cuánto puede lograr?
En ocasiones no es original ni exclusiva, pero requiere de alguien que la desarrolle. Eso sucedió con Theodor Herzl y el sionismo.
Nacido en Budapest en 1860, inició su vida intelectual estudiando Leyes en Austria. El antisemitismo reinante no le permitió acceder a la carrera de su preferencia y optó por dedicarse al periodismo. El periódico que lo contrató, Neue Freie Presse (la Nueva Prensa Libre) lo envió como corresponsal a París, donde posteriormente se celebraría el famoso juicio del capitán Dreyfuss en 1894. Durante los siguientes cuatro años, Herzl pudo constatar la marginación de los judíos en toda Europa . Él, que siempre pensó que la cultura y el origen daban lustre a la sociedad, se encontró con la realidad del rechazo por ascendencia y el impedimento de la integración de los judíos a la sociedad.
Dos autores incidieron en las ideas de Theodor Herzl: Moisés Hess, con su obra “Roma y Jerusalén”, que dividía al mundo entre arios y semitas, y León Pinsker, en cuyo libro “Autoemancipación” sostenía que el antisemitismo era causado porque los judíos eran minoría y no tenían una patria propia.
Al término del juicio Dreyfuss, Herzl concluyó en la necesidad del Pueblo de tener un estado propio, con fronteras seguras y defendibles (¿dónde escuchamos esto?), y publicó su famoso panfleto “El Estado Judío”.
Acudió a los más acaudalados filantropistas judíos de la época sin mayor éxito, mas sus ideas, derivadas de sus comunicados, empezaron a germinar por Europa, logrando que, por primera vez en la Historia, se diera un Congreso Sionista Mundial, el cual tuvo lugar en Basilea, Suiza, en 1897.
De este congreso nació el organismo político requerido para fijar las bases de la fundación del Estado Judío, así como su bandera actual.
¿Qué hacemos los judíos desde hace más de dos mil años? Voltear la vista y rezar hacia Jerusalén. Lo mismo hacía Theodor Herzl. Su ideal era conseguir una patria judía en la sede original del Pueblo. A la sazón, el imperio otomano regía la zona y por ningún motivo aceptaba el establecimiento de judíos en ella.
Hubo ofertas que hoy parecen ridículas. Alguien sugirió Argentina. La corona inglesa estuvo dispuesta a conceder Uganda como asentamiento de los judíos.
Eventualmente, Herzl fue atraído por esa opción y la llevó de regreso al Congreso Sionista, siendo ampliamente rechazada, particularmente por los judíos de Europa Oriental, cuyo líder, Jaim Weizmann – posteriormente el primer presidente del nuevo Israel – tomó el liderazgo del Congreso.
Derrotado y con su influencia disminuida, Herzl murió en 1904 a los 44 años de edad. Su tumba se encuentra en el monte que lleva su nombre en Jerusalén.
Preguntábamos hasta donde puede llegar una idea y cuanto puede lograr.
Las respuestas están a la vista. Israel es hoy , y desde hace sesenta y cuatro años una hermosa realidad. Nuestro Pueblo es un ente pletórico de ideas. Véase la cantidad de Premios Nóbel otorgados a judíos de todo el mundo, en todos los campos del saber y el quehacer humanos.
Theodor Herzl luchó con todo en contra, incluyendo sus propios familiares y su extracción. Imaginemos por un momento la oscuridad y la cerrazón contra las que nuestro prócer tuvo que lidiar. Pongámonos en su lugar en medio de las manifestaciones de antisemitismo que presenció durante su vida en la ilustrada Francia. Tratemos de digerir su frustración al escuchar el juicio y su condena. Imaginemos su reacción ante los “pogroms” contra los judíos de la Europa oriental.
Sus ideales y obstinación lo llevaron a batallar contra los imperios turco y británico y, como corolario, contra nuestros propios correligionarios – cuyas concepciones filosóficas entonces y ahora continúan en conflicto – pero su idea triunfó.
A lo largo de nuestra Historia, desde Abraham Avinu, nos enorgullecemos de aquellos a quienes les debemos ser lo que somos.
Hoy que algunos de nuestro Pueblo confunden Sionismo con laicismo, es necesario recordar que no estamos divididos sino que ambos conceptos perviven por interés mayoritario.
Qué mejor muestra que la sociedad judía, ya sea en Israel o en el Galut.
Herzl no descartó el concepto de judaísmo religioso ni elogió el sionismo a ultranza. Propendió la unidad de un pueblo bajo un concepto. Votamos por eso.
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