DROR EYDAR – ISRAEL HAYOM
Al principio, la ceremonia conmemorando el Día de la Nakba en la Universidad de Tel Aviv (que tuvo lugar el lunes) no atrajo la atención de los titulares, aun cuando sus partidarios trataron de auparla a través de las redes sociales. El evento alcanzó la proporción deseada y se convirtió en un escándalo en toda regla – para deleite de sus organizadores – después de que unos bien intencionados grupos sionistas dieran relevancia al esfuerzo por llorar la pérdida de Palestina. A continuación, los políticos respondieron, estalló una conmoción en la Knesset, y el diputado árabe Ahmad Tibi (Raam Taal) fue galardonado con una plataforma para una de sus típicas y arrogantes declaraciones. Los medios de comunicación olieron la sangre y tuvieron un feliz día de campo. Así es como una ceremonia marginal se convirtió en un tema candente.
Mientras tanto, la Nakba se ha arraigado en el discurso israelí utilizando las técnicas utilizadas por la propaganda de Stalin, esas que desarrolló y empleó el agente de la antigua Unión Soviética Willi Münzenberg en los países occidentales. Münzenberg comprendió que la persona que asigna quién tiene la culpa o es el culpable dentro de una sociedad también tiene el poder de absolver a los demás. La izquierda radical ha trabajado durante décadas para transformar el nacimiento de Israel de un milagro histórico a un acta de acusación. Estas son las mismas tácticas que los revolucionarios comunistas utilizaron en las sociedades democráticas y que el fallecido periodista Eugenio Methvin describió como una “tecnología de demolición social”, mediante la cual la manipulación de las masas conduce a la destrucción total. Esto es precisamente lo que la conmemoración y la legitimación de la Nakba intenta lograr: definir a Israel como el culpable único y fundamental de la situación palestina y regional, y por extensión, como una verdadera lacra moral para el mundo.
Este enfoque tiene como objetivo inculcar otro discurso público sobre la Guerra de la Independencia y la creación de Israel, mediante el cual, y bajo unos términos que fingen inocencia – como por ejemplo, el “desastre civil”, el “sufrimiento humano causado” y el “reconocimiento de la injusticia hecha a los palestinos” -, se conviertan en la “base o el núcleo de cualquier discusión política”. Cualquier persona inteligente comprende que el foco no se dirige hacia el sufrimiento privado, sino en la “injusticia” que supuso la propia creación del Estado judío. Esta es la fuerza impulsora detrás de la ceremonia de conmemoración de la Nakba. Todas esas charlas y parloteos sobre el “humanismo” son simplemente un pretexto más para la deslegitimación de Israel y la campaña en contra de su existencia.
Nadie está tratando de evitar que nadie recuerde. También recordamos a esos otros extranjeros que nos robaron la tierra mientras estábamos en el exilio, y como con el retorno a Sión desde el siglo XIX un flujo constante de árabes de la región llegaron hasta allí en busca de trabajo [N.P.: el retorno a Sión ha sido una constante en la historia judía, desde Maimónides, Yehuda Halevi…, la emigración sefardí en los siglos XVI y XVII, hasta el comienzo de la emigración ashkenazi de los discípulos del Gaón de Vilna a principios del siglo XIX, la emigración yemenita o de los judíos de Bukhara…]. En ese sentido, los descendientes de los refugiados palestinos siguen siendo eternos refugiados en lugar de integrarse en los países árabes de su entorno, en gran parte gracias a la ONU.
Sí, hubo una guerra. Y sí, como consecuencia de ella, muchas aldeas fueron destruidas y se dio lugar a la creación de refugiados, aunque sólo una minoría de ellos fueron expulsados. Al mismo tiempo, 850.000 judíos fueron expulsados de los países árabes y llegaron de manera clandestina a Israel, donde tuvieron que vivir al principio en tiendas de campaña y chozas de hojalata. Sin embargo, mientras que la comunidad judía del recién fundado Israel absorbió a sus hermanos y hermanas, lo que hizo innecesario esos campamentos de tránsito, los países árabes dejaron intactos los campos de refugiados para que pudieran ser utilizados como una herramienta más en su guerra contra el Estado judío. Los que conmemoran la Nakba continúan con esa estrategia, y sus esfuerzos para inflar este tema no debe ser apoyado.
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